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La insoportable levedad de ser Rodolfo

El actor que encarna al personaje que ha representado a España en Eurovisión apenas encontró refugio en él

TERESA PASTOR

Para los nostálgicos del Festival de Eurovisión, no puede existir mejor sitio en el mundo para recordar los tiempos más glamurosos de este concurso que el hotel Continental de Belgrado. Este enorme complejo, ya algo decadente, respira por cada rincón el ambiente de los años setenta y ochenta. En la decoración, dominan el marrón oscuro y los dorados, que dan una sensación tan cómoda como estar en el útero materno.

La recepción está iluminada por centenares de bombillas de las gordas, las de antes. En el inmenso hall, Waterloo suena tan fresco como si Abba acabara de estrenar la canción.

Es el hotel oficial de esta edición de Eurovisión en la capital de Serbia. Aquí se mezclan los artistas y sus séquitos, los periodistas y numerosos eurofans a la caza de una foto con los concursantes. Stefan, por ejemplo, está buscando a las No Angels, las cuatro macizas que cantan por Alemania. Pero le gusta también Rodolfo Chikilicuatre: 'Es brutal y muy divertido', dice este alemán de Francfort. 'Se nota que no se lo toma muy en serio', analiza.

El piano-bar es el centro neurálgico del festival. El sitio es aún más entrañablemente rancio que el resto del Continental. La clientela refleja el dominio de los escandinavos y europeos del Este en el concurso. Muchas rubias y chicos altos ocupan las mesas que rodean a ese gran piano que
anoche se quedó huérfano.

En un rincón del bar, Rodolfo Chikilicuatre se toma unas copas arropado por su equipo. Es viernes, víspera de la gran noche. Ya no lleva laca en el pelo, tampoco las gafas sin cristales ni la famosa Luciana, la guitarra de juguete de los chinos. Reconvertido en el actor David Fernández, pasa desapercibido.

O casi. En un momento, se acerca un eurofan nórdico y le pide una foto. Aunque se le nota cansado, Rodolfo, sin máscara, posa con el admirador. Todo un profesional.Ha sido un día muy largo al final de una campaña larguísima. En la víspera, tuvo dos ensayos algo accidentados en el imponente escenario del Belgrade Arena, seguido por innumerables entrevistas con los medios españoles. Las cámaras de televisión le
persiguieron por todas partes.

Apenas puede disimular las ganas de que se acabe ya de una vez lo que empezó como una broma y que ha adquirido dimensiones insospechadas. Aún le queda lo más gordo: actuar delante de una audiencia de 100 millones de personas de todo el mundo, no sólo Europa. Pero en este momento de la noche, ha vuelto a ser David Fernández por breves momentos. Y parece más tranquilo.

Bien pasada la medianoche, el Piano Bar se ha vaciado. Los participantes se preparan para el gran momento. Pero Rodolfo-David no quiere terminar este momento de paz y se aferra a su whisky y su cigarrillo. Es su manera de relajarse. Ya le queda menos para tener que ponerse de nuevo el tupé.

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