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Krakatoa, Popocatepelt o Estrómboli: cuando el volcán se convierte en ficción

Son muchos los escritores y directores que han creado sus obras bajo el influjo de lo telúrico. Libros y películas que muestran estampas idílicas con un latido oculto, como una funesta cuenta atrás que nos marca el camino a lo impredecible.

Un instante en 'Al este de Java', de Bernard L. Kowalski.
Un instante en 'Al este de Java', de Bernard L. Kowalski.

Las imágenes de La Palma evocan una amenaza atávica. El rugido ancestral de lo que parecía dormido pero no lo estaba, la seña más evidente de una fragilidad que nos resistimos a asumir. Los volcanes, tan azarosos como inevitables, con esa promesa de devastación escondida en su vientre, representan el miedo a lo inminente, el miedo a lo que podría ocurrir. 

Un miedo –y también una atracción– que recorre nuestra psique y se filtra en nuestra ficción. Historias que se dan de bruces con esa dualidad tan telúrica, esa que nos habla de infiernos y paraísos, de silencios que intimidan y de un estallido siempre al acecho. Historias que nos permiten acotar lo que no tiene límite, amansar lo indómito y sufrir lo justo bajo el salvavidas de la ficción.

No es casualidad que el escritor Malcom Lowry (Cheshire, 1909) se fijara en un volcán para contar aquello que quería contar, a saber; la caída a los infiernos de un tal Geoffrey Firmin, ex cónsul británico en México, un hombre alcohólico, arruinado por los fantasmas de su mente y de su pasado y cuyos oscuros sentimientos de culpabilidad alimentan una soterrada voluntad de autodestrucción.

A los pies del Popocatepelt, que en náhuatl significa "la montaña que humea", Lowry sitúa la trama de Bajo el volcán. Allí es donde hace naufragar a su protagonista entre delirios etílicos, y allí, frente a esa mole humeante se pregunta por la vida y la muerte, por el paraíso y el infierno. El volcán como funesto augurio de lo que está por venir.

'El diablo a las cuatro', de Mervyn LeRoy.
'El diablo a las cuatro', de Mervyn LeRoy.

A veces el infierno se esconde tras el paraíso. Una estampa idílica podría desvelar el averno en cuestión de semanas. En El diablo a las cuatro, dirigida por Mervyn LeRoy, Spencer Tracy, Frank Sinatra y Barbara Luna se enfrentan a lavas ardientes y grietas abisales en plena erupción volcánica. El paraíso perdido se torna en cuestión de horas en un lugar aciago del que no queda otra que tratar de sobrevivir. 

Basada en la novela homónima publicada en 1959 por el escritor británico Max CattoEl diablo a las cuatro es, según se mire, el extremo de una fértil tradición volcánica que llega hasta nuestros días. Esa aproximación a lo sublime, donde miedo y placer parecen darse la mano, es la esencia de una literatura que ha convertido en vulcanólogos a autores tan diversos como Julio Verne, Jack London o Michael Crichton.

Y es que los paisajes telúricos desprenden ese halo primigenio y marciano que nos transporta a otro tiempo, rincones poco transitados y en cierto modo inexpugnables cuya orografía nos habla de una herida legendaria. Lugares desfigurados por el estallido y la lava que, pasados los siglos, regresan al presente convertidos en el escenario de grandes producciones como Jurassic World: El reino caído o Piratas del Caribe.

'Jurassic World: El reino caído', de J. A. Bayona
'Jurassic World: El reino caído', de J. A. Bayona.

Otro hito del cine telúrico es Al este de Java, rodada en 1969 y localizada en Krakatoa, una isla volcánica en el estrecho de Sonda, entre Sumatra y Java. Fue allí donde en 1883 tuvo lugar una explosión que, según los expertos, alcanzó los 200 megatones. Un estruendo sin igual que causó tsunamis y provocó la muerte de 40.000 personas. 

Aquella histórica erupción, pasada por el tamiz de la ficción, pasó a convertirse de la mano del director Bernard L. Kowalski en una suerte de mascletá indonesia; kilos de dinamita para representar la voracidad de una deflagración que conmocionó al mundo. Como también lo hizo la erupción del Monte Pelée, en la isla de Martinica, fechada en 1902 y llevada al cine en 1980 de la mano del director James Goldstone.

El título elegido no puede ser más elocuente: El día del fin del mundo. Paul Newman, Jacqueline Bisset y William Holden representan en la ficción a unos científicos que durante su ascensión al Monte Pelée creen percibir unos movimientos en el cráter que interpretan como la antesala de lo que viene siendo una inminente erupción. Si bien en la cinta los científicos logran promover una tímida evacuación, en la realidad el volcán se saldó con unas 30.000 víctimas morales.

'Stromboli', de Roberto Rossellini.
'Stromboli', de Roberto Rossellini.

Y así llegamos al Estrómboli, por cuyo cráter encontraría la salida la expedición conformada por el profesor Lidenbrock, su sobrino Axel y un guía llamado Hans, audaces protagonistas de un viaje por las entrañas de la Tierra que comienza en la cima del Snaefell, situado en el oeste de Islandia. Dos volcanes que serán el principio y el final de ese legendario Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne.

Pero el Estrómboli no es sólo una salida, también será el escenario de una de las cumbres del neorrealismo italiano. La dureza de sus paisajes telúricos, desolados y oscuros, será protagonista en Stromboli (1950) junto a Ingrid Bergman, Mario Vitale y bajo la dirección del maestro Roberto Rossellini. El volcán impregna la vida de unos personajes que son víctimas de su oscuro latido.

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