Este artículo se publicó hace 16 años.
Marcos Ana: "No hay que confundir la amnistía con la amnesia"
El poeta y comunista Marcos Ana estuvo preso 23 años en las cárceles franquistas
"En qué se parece Dios a Marcos Ana? Mientras uno está en todas partes, Marcos viene de ellas". Es la descripción que el premio Nobel de Literatura José Saramago hace de Fernando Macarro (Salamanca, 1920), su amigo, poeta y preso comunista durante 23 años. Su seudónimo -Marcos Ana- es un homenaje a sus padres. Marcos murió en un bombardeo franquista en Madrid y Ana en la posguerra.
Marcos Ana prácticamente empezó su vida con 42 años, después de vivir encerrado desde los 19 y haber pasado gran parte de su pena condenado a muerte por su militancia antifascista. Desde entonces, el autor de Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y la vida (editorial Umbriel) no ha parado. Siempre viajando para homenajear a sus "hermanos oscuros", los presos políticos con los que compartió tortura.
Con Pablo NerudaCuando salió de la cárcel en 1961, uno de sus objetivos cumplidos fue visitar al poeta chileno Pablo Neruda, con quien mantenía correspondencia. En su casa de Valparaíso, Ana narró una y mil vivencias dentro de las prisiones franquistas. Neruda quedó tan conmocionado que le espetó: "Somos unos insensatos por no haber grabado esto". Décadas después, Marcos Ana se decidió a escribir sus memorias que próximamente Pedro Almodóvar llevará al cine.
En su casa de Madrid, rodeado de recuerdos de sus múltiples homenajes por América latina, recuerda cada detalle del sufrimiento de la represión franquista que eliminó a 50.000 presos políticos sólo en la década posterior al fin de la guerra, según el historiador Julián Casanova.
"La cárcel te obliga a desarrollar ciertas facultades. Conocíamos los pasos de cada guardián, si llevaba marcha rutinaria o eran los pasos de la muerte. Recuerdo que estábamos cuatro condenados a la espera de que llamasen de madrugada a los próximos fusilados y antes de que el guardián abriera la boca sabíamos por la forma de los labios si iba a decir Ricardo o Pedro". En el exilio francés, el poeta, tan acostumbrado a ver solo límites en su campo visual, sufría ansiedad a los espacios abiertos.
El éxito del libro (50.000 ejemplares vendidos en un año) le ha puesto en contacto con jóvenes que desconocían la represión. "Esta página de la historia no se puede arrancar para que se la lleve el viento del olvido, hay que escribirla si hace falta con trazos de sangre para que no se vuelva a repetir". La causa del juez Garzón le parece una buena iniciativa . "No hay que confundir amnistía con amnesia", comenta.
Entre los grandes atractivos de este hombre está la total carencia de rencor en sus palabras. "Yo sé lo que es sufrir la violencia y sería incapaz de aplicarla. La mejor venganza es el triunfo de los ideales por los que he luchado", sentencia. Sus poemas son su mejor biografía: "Mi vida os la puedo contar en dos palabras. Un patio y un trocito de cielo por donde a veces pasan una nube perdida y algún pájaro huyendo de sus alas".
LA VIDA
Extracto de un poema escrito en el vigesimosegundo año de su cautiverio
Decidme cómo es un árbolDecidme el canto del río
cuando se cubre de pájaros.
Habladme del mar, habladme
del olor ancho del campo,
de las estrellas, del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves,
como la choza de un pobre.
Decidme como es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor, no lo recuerdo.
[...]
Veintidós años... Ya olvido
la dimisión de las cosas,
su color, su aroma... Escribo
a tientas: «el mar», «el campo»...
Digo «bosque» y he perdido
la geometría del árbol.
Hablo, por hablar, de asuntos
que los años me borraron
(no puedo seguir, escucho
los pasos del funcionario)
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