“Intensificaba todos los tonos, trasladaba a una orquestación de colores puros todos los sentimientos que alcanzaba a percibir. Era un salvaje tierno y lleno de violencia”. Así describía Maurice de Vlaminck su propia pintura. El artista (1876-1958) fue uno de los pintores destacados del grupo fauvista. Abandonó su oficio como violinista y se dedicó en exclusiva a la pintura, convirtiéndose en uno de los tres precursores del movimiento más radical con el color, junto con Henri Matisse y Derain, siendo Vlaminck el representante más virulento.
La Obra Social La Caixa ha querido organizar la primera exposición sobre el pintor francés en nuestro país: Maurice de Vlaminck, un instinto fauve. Pinturas de 1900 a 1915 en el CaixaForum de Madrid.
La muestra da a conocer el periodo vanguardista del autor, mostrando las obras que realizaba en el estudio en Chatou que compartía con Derain. Siempre se quedó en el norte de Francia y renunció a la luz del Mediterráneo, que “desempeñó un papel fundamental en la pintura de Matisse y Derain”, como señaló Maïthé Vallès-Bled, comisaria de la exposición. Heredero de la generación postimpresionista: Van Gogh, Gauguin, Seurat, Signac, y de los Nabis, encabezados por Sérusier, emprende un estilo personal basado en la deformación selectiva del motivo representado con una gestualidad muy expresiva, de trazos pequeños y colores puros saturados. Alejado de la corriente cubista, se mostró reacio a una ruptura formal y abogó por transmitir la realidad en sus cuadros.
En sus paisajes a la orilla del Sena, sus naturalezas muertas y sus escasos retratos, puede apreciarse a simple vista su evolución: desde sus influencias postimpresionistas, hasta sus coqueteos con el cubismo. Sin olvidar su periodo fauvista, en el que aplicaba el color directamente del tubo de pintura. Y su etapa cézanniana, en la que amplía su paleta e intenta prescindir de los colores primarios utilizando toda la variedad de los complementarios.
Vallès-Bled destacó el impacto que causó el encuentro de Vlaminck con la obra de Cézanne en 1907 en París, en el Salón de los Independientes: “Las formas cobraron más importancia para estructurar el espacio y el color pasó a un segundo plano”. Pero le costó cumplir los preceptos coloristas de Cézanne, construidos sobre una paleta de colores mezclados y atenuados.
En la muestra, también pueden verse cerámicas pintadas por el propio artista y esculturas africanas de su colección particular.
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