Este artículo se publicó hace 13 años.
El regusto de la izquierda caviar
El político socialista es conocido por su afición por el lujo y las mujeres
"Francia, vista desde aquí, es pequeña y está lejos". Con esa frase, susurrada al semanario francés Le Nouvel Observateur, la opinión pública conocía la faceta más altanera del aún director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn. DSK, como se le suele llamar por sus iniciales, es la enésima reencarnación de la izquierda caviar, la que intenta conciliar el gusto por el lujo y una supuesta buena gestión social. En el clima de triunfalismo yuppie de los noventa, su figura cuadraba perfectamente; ahora, en la Francia angustiada por la pauperización de las clases medias, queda mucho peor.
Strauss-Kahn se inició en la política por lo alto. Nunca fue un militante de base que se ganara a pulso sus nominaciones para un combate en las urnas. Le designaron al frente de varios ministerios durante los gobiernos franceses, la última vez en 1999. Siempre se le han atribuido cualidades de superdotado, que ha utilizado para frenar proyectos de redistribución fiscal o progresistas en materia de derechos laborales.
Se le considera un superdotado y nunca ha sido militante de base
DSK es un auténtico pisa-aeropuertos. Además de su casa en Washington, gracias a la multimillonaria herencia de su tercera esposa, Anne Sinclair, tiene un piso en la Plaza de los Vosgos (lo más entre la élite burguesa parisina), y un Riad (palacio) de las Mil y Una Noches en un rincón selecto de Marrakesh. El último escándalo en el que fue envuelto sus paseos por París en un Porsche de más de 100.000 euros hace apenas dos semanas revelaron que el que le prestaba el coche era un miembro de la alta dirección del Grupo Lagardere, un grupo de armamento y medios de comunicación que en su día apoyó a Nicolas Sarkozy.
Con todo, en los últimos años ha intentado pulir su estilo hacia "la izquierda cuscús", al mezclar en su estética sus orígenes judíos y su infancia marroquí. Lo que difícilmente ha podido suavizar es su gusto por las mujeres, una afición que nunca ha supuesto un paso atrás para un político en Francia. Según cuentan los rumores, cuando DSK tomó posesión en el FMI en noviembre de 2007, le advirtieron que tuviera cuidado porque en EEUU "las cosas de faldas se asumen de forma diferente". El aviso cayó en saco roto porque no pasó ni un año cuando en plena crisis inició una relación con una de sus economistas, Piroska Nagy, exmujer de un presidente del Banco Central de Argentina. La historia,en la que hubo consentimiento por las dos partes, trascendió, Nagy se fue a otra institución y Strauss-Kahn pidió disculpas por su "error de juicio".
Que DSK encontrara tiempo para un romance en 2008 tiene mérito, ya que el francés fue uno de los líderes más activos en la gestión de la crisis. Es reconocido cómo relanzó el rol del FMI como jugador mundial y potenció el G-20. Se puede decir que supo conjugar política y economía. Campechano y socarrón, DSK puso algo de gracia a una institución anquilosada que bajo su gestión ha aprobado medidas tan heterodoxas como permitir restricciones a los flujos de capitales o estudiar una tasa a las transacciones financieras, algo de lo que alardea porque es el toque sociata que ha impreso al organismo.
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