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Ventura Pons sigue a una mujer a la deriva

El director estrena su última adaptación de un libro de Lluís-Anton Baulenas

SARA BRITO

Ventura Pons (Barcelona, 1945) vuelve a los mismos temas una y otra vez. La necesidad del otro, el amor y la amistad, y la muerte. Pero, ojo, para Pons, no hay nada de eso que decía Fassbinder y que luego tantos otros han repetido de que los directores hacen la misma película una y otra vez. 'No hago la misma nunca, si no me aburriría y aburriría a los demás', dice, aunque al momento admite: 'Pero los temas que abordo son los mismos'. Repetimos: la soledad, y para combatirla el amor y la amistad. Y, siempre rondando, la muerte.

A la deriva no es una excepción. La última película de uno de los directores más independientes y prolíficos del cine español presenta a otro personaje aquejado del mal de la incomunicación. Es Anna (María Molins), una enfermera que al regresar tras varios años trabajando en una ONG en África, se ve incapaz de adaptarse a su pareja, su familia y su vida en Barcelona. Así las cosas, Anna acepta un empleo de vigilante nocturno en una clínica privada y marcharse de casa para vivir en una roulotte. Pero la necesidad del otro, a pesar de la huida, reaparece y Anna acaba por enamorarse de un interno del que poco sabe.

'La dificultad de relacionarse es el mal del mundo occidental'

'Esta película tiene que ver con otras anteriores. Está también la dificultad de relacionarse, esas soledades compartidas. Es el mal del mundo occidental', explica desde su productora, Els Films de la Rambla.

Como autor fiel que es, Pons vuelve a adaptar a un escritor que le ha reportado antes éxito comercial y buenas críticas con Anita no pierde el tren (2000) y Amor idiota (2004). A la deriva nace de la última novela de Lluís-Anton Baulenas, Àrea de servei, y es una demostración más de lo cerca que está la filmografía de Pons de las fuentes literarias, las catalanas contemporáneas para ser precisos. 'Este año, cuatro de las cinco películas que optaban a los Oscar eran adaptaciones. Llevamos un siglo y pico de cine, y ha sido un siglo y pico de relaciones entre ambos medios', mantiene tajante. 'Para mí lo importante es la historia, y la literatura es una fuente inagotable', añade.

A pesar de que el año pasado recorrió medio mundo entre festivales y promociones, Ventura Pons no para la máquina de hacer películas que debe tener guardada en algún armario de su productora. Pons hace cine al ritmo de un filme al año. Si el pasado fue Forasteros, este es A la Deriva, y el próximo será una comedia, cuyo guión está a punto de concluir.

'Me importa la historia, por eso la literatura es una fuente inagotable'

¿La clave? Su productora, fundada en 1985, y motor de su 'libertad e independencia'. 'Es lo mejor que he hecho en mi vida', admite, quien está pensando en empezar a producir a terceros.

Pero, ahora, con la nueva orden ministerial que reparte las ayudas al mundo del cine y que tanta división ha creado Pons teme que su ritmo de producción se vea reducido. 'La orden beneficia a las películas grandes. El tipo de producción media, que es ambiciosa artísticamente pero que no es costosa, lo va a tener difícil. En el Ministerio dicen que es fantástica, desde mi punto de vista no está tan claro'.

Sin embargo, ahora el director piensa más en la película que está por estrenar: 'Lo vivo como un nacimiento', dice. Antes, hoy en Madrid, recogerá un premio a su carrera en el Festival de Cine Lésbico-Gay. ¿Ventura Pons haciendo cine de temática gay? Recuerden Ocaña (1978). O no se vayan tan lejos, y vean A la deriva. Porque aunque sutilmente, uno siempre vuelve a lo mismo.

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