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En las fauces de los monstruos marinos

Un filme en 3D proyectado en París retrata la vida de los grandes reptiles de los mares prehistóricos y la controversia científica que despertaron sus fósiles

ANDRÉS PÉREZ

En 1795, los soldados de la Revolución Francesa llevaban al Museo de Historia Natural de París un enorme cráneo fósil incautado en la invadida Maastricht. De inmediato, el desconocido de Maastricht sembró la controversia científica: demasiado grande para ser un delfín, demasiado afilado y dentado para ser una ballena, demasiado extraño para ser un cocodrilo. El desconocido resultó ser el mosasaurio, algo así como el T-rex de los mares en la era Mesozoica, cuyo fósil sirvió para fundar la paleontología moderna.

Esa epopeya de la controversia científica, y de la propia existencia de toda una casta de inmensos reptiles marinos que surgieron hace 250 millones de años y se extinguieron hace 65 millones, es la retratada actualmente por un filme en 3D. Se trata del impresionante Oceanosaurios 3D, proyectado en el cine esférico de La Géode, en la Ciudad de las Ciencias y la Industria de París hasta primeros de abril.

El cráneo fósil de un reptil sirvió para fundar la paleontología

Bajo el título y el cartel algo pensados para atraer a los chavales y mayores fascinados por los dinosaurios desde el tirón de Parque Jurásico, se esconde un auténtico tesoro de informaciones. Sobre cómo vivieron y murieron los reptiles marinos gigantes, más desconocidos que los dinosaurios. Y también sobre cómo el descubrimiento de esos fósiles y su estudio sirvió para imponer la idea, en los albores del siglo XIX, de que las especies aparecen y se extinguen.

Se descubre así el elasmosaurio y su cuello de siete metros que le daba ventaja a la hora de atrapar a sus presas. El oftalmosaurio y su ojo gigantesco de un metro de diámetro. El enorme shonisaurio, de 21 metros de largo. Y también, por supuesto, los dos depredadores más terroríficos de la era en los océanos: el liopleurodón y el mosasaurio.

Abrió la vía a las teorías de evolución y tumbó la idea de la Creación divina

El hilo conductor de la película lo llevan dos personajes. Una chica, Julie, que visita una exposición, se cruza con un curioso visitante, vestido como a finales del siglo XVIII o primeros del XIX. Extrañamente, este parece tener respuestas para todas las dudas. Y con razón: Se trata de Georges Cuvier, el fundador de la paleontología moderna, el primero que consiguió hacer aceptar a la comunidad científica, en los albores del siglo XIX, que el desconocido de Maastricht era el representante de una especie desaparecida.

Hoy es difícil imaginar la controversia que se produjo entonces. Pero el descubrimiento del desconocido de Maastricht sembró una duda terrorífica en la ciencia, porque por primera vez se encontraba con un fósil que no recordaba en nada a ninguna de las especies existentes. Entonces se tuvo que aceptar que podían haber existido especies que surgieron y desaparecieron, abriendo la vía no sólo a teorías de la evolución en las que Cuvier no creía, sino también a la existencia de fases de la vida en la Tierra. Fue el golpe definitivo a la idea de una Creación por soplo divino.

Para realizar esta película, no sólo han hecho falta una producción consecuente y un equipo de profesionales del cine en 3D. También fue necesaria la participación de numerosos científicos, coordinados por la profesora Nathalie Bardet, del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) y el Consejo Nacional de Investigación Científica (CNRS), que se ocuparon de garantizar que las reconstituciones de la vida de los monstruos marinos visibles en el filme corresponden exactamente al estadio actual de nuestros conocimientos de aquella era.

La película pone en escena la catástrofe que acabó con estos animales

Cuvier es un personaje mítico de las ciencias francesas, cuyo nombre ha quedado grabado en el mármol de algunas de las instituciones más prestigiosas de París. De familia modesta, su competencia en materias científicas le llevó rápidamente a conseguir una cátedra de anatomía comparada en la Academia de Ciencias, en el Colegio de Francia y en el MNHN, instituciones todas ellas propulsadas por los Gobiernos revolucionarios a partir de 1795.

Gracias a sus trabajos, la paleontología moderna empezó a orientarse hacia el pasado de la Tierra, las especies desaparecidas y las catástrofes que han ido puntuando la larga historia del planeta.

La estrella de la película es sin lugar a dudas el mosasaurio, grupo de reptiles marinos que ocupaban la cúspide de la cadena alimentaria en el Cretácico superior. Tenían entre tres y quince metros de envergadura, y la hembra era mucho mayor en tamaño que el macho.

Con gigantescas mandíbulas y dientes de más de diez centímetros, con su cuerpo serpentiforme y su gran rapidez de movimientos, se alimentaba de peces, cefalópodos y pájaros. Cuando estos faltaban, no dudaba en zamparse a otros reptiles marinos e incluso según las huellas de mordeduras encontradas en los fósiles a animales de su propia especie. Algunos especímenes poseían dientes planos, auténticas trituradoras capaces de aplastar los caparazones de moluscos gigantes.

Uno de los momentos más mágicos de la película lo protagoniza su rival, el liopleurodón. Es una parada nupcial de liopleurodones, reconstituida a partir de las hipótesis elaboradas por los científicos. El macho, para cortejar a la hembra mucho mayor en tamaño, lo que hacía era pararse delante de su boca, en vertical, mostrándole su vientre a escasos centímetros. Así se mostraba indefenso y le decía a la hembra que esta podía matarlo de un sólo mordisco si así lo deseaba. Cabe entender que las hembras optaban generalmente por la solución opuesta, ya que la especie proliferó y dominó los mares.

'No es casualidad si una escena del Triásico ocurre en la actual Suiza y si la del Jurásico está situada en Argentina. El objetivo de la película es mostrar los tres momentos del Mesozoico al calor del grupo dominante que los representa: los ictiosaurios en el Triásico, los plesiosaurios en el Jurásico y los mosasaurios en el Cretácico', explica la profesora Bardet.

El filme en 3D, de los realizadores Pascal Vuong y Ronan Chapalain, con un guión de Rick Dowlearn, no es sólo una placentera inmersión en los mares del Mesozoico con paisajes marinos que dejan sin aliento. Y no sólo detalla las diferentes fases climáticas y geológicas que atravesó la Tierra. También pone en escena de forma magistral, en foto fija a la manera de Matrix, la catástrofe que acabó con los grandes reptiles marinos.

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