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La orientación sexual se 've' en el cerebro

El encéfalo de las personas homosexuales guarda semejanzas con el del sexo opuesto

JAVIER YANES

¿Está la orientación sexual de cada persona escrita en su cerebro o depende de un aprendizaje ambiental? Pocas preguntas de carácter científico se tiñen tanto de argumentos extracientíficos carentes de rigor o de generalizaciones de ejemplos personales, al tratarse de una cuestión con ramificaciones sociales muy sensibles.

Dos científicos del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia) han estudiado ciertas características físicas y funcionales que diferencian el cerebro de hombres y mujeres, comparándolas en homosexuales y heterosexuales de ambos sexos. Sus resultados, dicen en el estudio que hoy publican en PNAS, indican que el cerebro de las personas homosexuales guarda ciertas semejanzas con el de los heterosexuales del sexo opuesto. Estas similitudes, afirman en el artículo, “no pueden ser atribuidas a efectos de aprendizaje, y sugieren vínculos con base neurobiológica”.

Los investigadores Ivanka Savic y Per Lindström se centraron en la asimetría de los hemisferios cerebrales y en la conectividad entre regiones, dos parámetros en los que ya se había detectado un dimorfismo sexual –diferencia entre sexos– en los humanos. Para relacionar estos rasgos con la orientación sexual, aplicaron técnicas de resonancia magnética y de tomografía PET a una muestra de 90 hombres y mujeres, incluyendo homosexuales y heterosexuales.

Dos grupos diferenciados

En los hombres heterosexuales, el hemisferio cerebral derecho es de mayor tamaño que el izquierdo, una observación que se ha relacionado previamente con un mejor desempeño de este grupo en tareas de visión espacial, frente a un peor rendimiento en tests de capacidad verbal. Savic y Lindstrom descubrieron que esta asimetría está presente también en las mujeres homosexuales, mientras que el cerebro de los otras dos poblaciones –gays y mujeres heterosexuales– tiende a un mayor equilibrio hemisférico.

En segundo lugar, los neurólogos examinaron el flujo sanguíneo –medida que se asocia a la actividad cerebral– para comprobar las conexiones de la amígdala, un área vinculada al aprendizaje emocional. También en este caso, los resultados separaron la población en dos grupos diferenciados: a un lado, mujeres heterosexuales y gays; al otro, lesbianas y hombres heterosexuales.

Para los autores, el patrón de conexión en este segundo grupo podría indicar que la amígdala está programada para primar la respuesta de ataque o huida, una reacción a las amenazas que prepara el sistema nervioso del animal para luchar o escapar y que, según los biólogos del comportamiento, es más fuerte en los machos de muchas especies.

 

La resonancia magnética por imagen (fMRI) es hoy fuente de innumerables estudios sobre la función cerebral. Pero, según publica en ‘Nature’ Nikos Logothetis, del Instituto Max Planck, debe dejarse claro “lo que podemos y no podemos hacer”. Sus limitaciones, dice este experto, pueden llevar a error al interpretar el significado de la activación de un área, al no distinguir entre tareas o entre excitación o inhibición.

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