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Premio Nobel para la 'Alhambra atómica'

MANUEL ANSEDE

Domingo, 21 de agosto. Acaba la noche de vigilia en la que cientos de miles de jóvenes han dormido en el aeródromo de Cuatro Vientos, a la espera de la última misa del papa en Madrid dentro de la Jornada Mundial de la Juventud. A la ceremonia asisten los reyes de España, los ministros socialistas José Blanco y Ramón Jáuregui; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre; el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, y el expresidente del Gobierno José María Aznar, entre otros cargos políticos.

Lunes, 22 de agosto. En la misma ciudad, y por primera vez en la historia en España, arranca el Congreso de la Unión Internacional de Cristalografía, una disciplina en la vanguardia del conocimiento que estudia cómo se disponen los átomos en un material; por qué el grafito es diferente del diamante si ambos están hechos de carbono. 25 premios Nobel eran cristalógrafos. A diferencia de la Jornada Mundial de la Juventud del papa, al congreso internacional no acude nadie procedente del mundo de la política. Y mucho menos a las sesiones sobre los cuasicristales.

Ayer, la Academia Sueca de Ciencias anunció que el descubridor de esas estructuras olvidadas en Madrid, el israelí Daniel Shechtman, es el ganador del Premio Nobel de Química de 2011. El cristalógrafo, nacido en 1941 en Tel Aviv, se encontró la mañana del 8 de abril de 1982 con una imagen imposible en su microscopio electrónico del Instituto Nacional de Normas y Tecnología de EEUU.

Estaba estudiando la estructura atómica de una aleación de aluminio y manganeso cuando se topó con círculos concéntricos, cada uno de ellos compuesto por diez puntos brillantes situados a la misma distancia uno del otro. Según las leyes de la naturaleza, aquello era imposible. 'Eyn chaya kazo', se dijo Shechtman a sí mismo, según detalló ayer la Academia Sueca. 'No puede existir una criatura así', en hebreo.

'No puede existir una criatura así', pensó Shechtman al ver el material

El israelí esperaba encontrarse con la clásica imagen de cualquier materia sólida: átomos distribuidos en patrones simétricos y repetidos periódicamente una y otra vez. Pero, en su lugar, la foto de la estructura microscópica de la aleación de aluminio mostraba un diseño ordenado que no podía ser repetido. Para la comunidad científica, esta repetición era esencial para obtener un cristal.

El dibujo de Shechtman 'se consideraba tan imposible como crear un balón de fútbol usando sólo hexágonos, cuando una esfera requiere tanto pentágonos como hexágonos', según explicó ayer la Academia Sueca. Aquellos cuasicristales equivalían en el ámbito atómico a los mosaicos aperiódicos que se pueden ver en la Alhambra de Granada y en otras fortalezas árabes del Medievo. Su existencia en la naturaleza era imposible.

Pero aquella mañana de 1982, Shechtman tenía la imagen delante de sus narices. Y nadie quiso aceptar sus observaciones. Incluso fue expulsado de su grupo de investigación por no darse por vencido. 'La gente se reía de mí', contaba Shechtman hace unos meses en una entrevista al diario israelí Haaretz.

Esta disciplina, ignorada en España, acumula 25 premios Nobel

El químico estadounidense Linus Pauling, dos veces ganador del Nobel, aseveró: 'Los cuasicristales no existen, lo que existen son los cuasicientíficos'. Sin embargo, el cristalógrafo continuó su batalla contra todos hasta cambiar los libros de texto. La Academia premia ahora su lucha contra el establishment científico con 1,1 millones de euros.

Casi 30 años después de su descubrimiento, el galardón a Shechtman ha chocado a algunos de sus colegas. El cristalógrafo Juan Manuel Pérez Mato, de la Universidad del País Vasco, mostraba ayer su 'sorpresa' por el premio. 'Shechtman era nobelizable en la década de 1980, pero ahora sorprende, cuando los cuasicristales son un material minoritario que no ha dado mucho de sí', opina.

En tres décadas de investigación, apenas se comercializan 'recubrimientos antiadherentes para sartenes', según Pérez Mato. Sin embargo, la dureza de los cuasicristales y su resistencia a la corrosión, similar a la del acero inoxidable, los han situado como posibles revestimientos de metales en motores, como aislante térmico. También se ha hablado de una posible aplicación en ventanas y placas solares, gracias a su facilidad para conducir la luz. E incluso como material para almacenar hidrógeno en los coches que en el futuro empleen este combustible. 'Los cuasicristales no tienen grandes aplicaciones industriales. El Nobel a Shechtman es más un premio a su lucha contra las creencias establecidas', opina Pérez Mato.

Ningún político acudió al congreso de cristalografía de Madrid en agosto

El cristalógrafo español también critica que la Academia Sueca no haya reconocido 'el mérito colectivo' del descubrimiento. Shechtman anunció el hallazgo de los cuasicristales en 1984 junto a sus colegas Ilan Blech, Denis Gratias y John Cahn. 'Soy la punta de lanza de una gran comunidad científica, que estudia los materiales cuasiperiódicos, llamados cuasicristales. No se ha concedido el Nobel a miles de ellos, sólo a un representante. Me alegro por ellos y por mí', declaró ayer un emocionado Shechtman, según Reuters.

El cristalógrafo del CSIC Martín Martínez Ripoll, copresidente del congreso internacional organizado en Madrid a finales de agosto, celebra el galardón de este año, aunque llegue con 'un poco de retraso'. Sin embargo, su 'orgullo' se convierte en tristeza cuando describe la situación de la cristalografía en España.

'Seguimos siendo los mismos cuatro gatos que cuando yo empecé hace 40 años', lamenta. Martínez Ripoll recuerda que casi 3.000 investigadores acudieron al congreso de Madrid, que incluía una visita a la Alhambra de Granada para estudiar sus mosaicos aperiódicos. 'A los políticos, que habían estado con el papa un día antes, no les interesó un pimiento el congreso. Ahora, otro cristalógrafo se lleva el Nobel. Y van 25', celebra.

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