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"Veremos el Ártico sin hielo en 2020"

El Premio Nacional de Investigación 2007 habla sobre las consecuencias irreversibles del cambio climático y la responsabilidad de los políticos.

MANUEL ANSEDE

No es difícil imaginarse a Carlos Duarte, madrileño nacido en Lisboa en 1960, dando sus primeros pasos por las calles de la capital portuguesa, entre el olor a peixe grelhado y el sonido del puerto.

Posiblemente, sus dos mayores aficiones, los océanos y los ríos, vienen de entonces, de los años convulsos del Portugal del dictador Salazar, vividos con un pie en el Atlántico y otro en el Tajo. En este tiempo, Duarte, investigador del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (del CSIC y la Universidad de las Islas Baleares), ha subido al olimpo de las ciencias acuáticas, la presidencia de la Sociedad Americana de Oceanografía y Limnología (ASLO). El 4 de octubre, recién llegado del Ártico, recibió el Premio Nacional de Investigación 2007.

¿Cómo ha visto el Ártico?

Ver el deshielo en directo es abrumador. Cuando recibíamos imágenes de satélite, con unas 12 horas de retraso respecto a cuando se tomó la fotografía, el paisaje que teníamos delante ya no se parecía en nada. Nos costó entender que lo que estábamos viendo era el deshielo más espectacular que ha ocurrido jamás en el Ártico.

La placa de hielo permanente estaba retrocediendo 20 kilómetros diarios. En otros años esta tasa de retroceso era del orden de 5 kilómetros. Pensábamos que eran los vientos o las mareas, que movían el hielo, pero al cabo de una semana nos dimos cuenta de que grandes bloques de hielo, capaces de abrir el Hespérides como una lata de sardinas, al día siguiente eran agua líquida.

¿Qué ocurriría si se derritiera?

Hay que tener en cuenta que esa cobertura de hielo, que podía tener hace unas décadas del orden de 10 ó 14 millones de kilómetros cuadrados, es una especie de espejo que refleja la radiación hacia el espacio. Es una radiación que no está siendo absorbida como calor en la Tierra.

Cuando ese océano que es blanco se transforma en azul, con agua en la superficie, la radiación que se reflejaba se absorbe. Esto supone un incremento enorme de la cantidad de calor que está siendo retenida en el planeta y es, probablemente, un impulso al calentamiento.

Y no sólo es el efecto local: ese agua de deshielo fluye hacia el Atlántico y afecta a la corriente que pasa por la costa de Groenlandia, que tiene un papel fundamental como motor de todas las grandes corrientes oceánicas. Estas corrientes son el baño María del planeta, ya que cogen el calor de las zonas tropicales y lo distribuyen hacia latitudes más altas.

El aumento de ese agua de deshielo podría frenar estas corrientes oceánicas y provocar cambios climáticos bruscos, del orden de un aumento de temperatura de cuatro grados en nuestras latitudes. Y, por contra, una disminución de temperaturas a latitudes altas de cuatro grados, capaz de generar una glaciación en latitudes altas. Cambios en el hielo podrían desencadenar cambios abruptos en el clima del planeta, y eso nos afecta a todos.

¿Hay una fecha de caducidad para el Ártico?

Desde hace décadas hay síntomas claros de que la extensión del hielo está disminuyendo. Hasta hace dos años parecía que esa disminución era gradual. Entonces, simplemente extrapolando esa pérdida de hielo se llegaba a predecir que el Ártico podría estar sin hielo en verano en el año 2100. Ahora, en 2007, la tasa se ha acelerado. Si hacemos una proyección de este nuevo ritmo, posiblemente estaríamos hablando de un océano glacial Ártico libre de hielo antes de 2020.

¿Es reversible esta situación?

Creo que no, a escalas de tiempo relevantes para las personas. Nosotros, o nuestros hijos, veremos un Ártico libre de hielo en verano.¿Por qué hay grupos que siguen negando los efectos del CO2?Eso es una percepción pública que no se corresponde con el discurso científico, porque si miramos los contenidos de cualquier gran congreso, o la literatura científica, la presencia de teorías que pudieran negar que estamos inmersos en un proceso de cambio climático inducido por la actividad humana sería menor de una de cada 1.000, o quizá inexistente.

El debate en ciencia es cuál es el alcance de este cambio. La percepción pública de que la comunidad científica no se pone de acuerdo se debe a que la presencia de ambas teorías, los que admiten el cambio climático y los escépticos, en los medios de comunicación es de un 50%, cuando en la comunidad científica sería de 999 a 1. A esos científicos que tienen opiniones escépticas, que normalmente no fundamentan en publicaciones científicas, se les está dando una cancha excesiva.

Como presidente de ASLO, ¿cómo está viendo la postura de EEUU frente al cambio climático?

Su actitud depende de quiénes son los líderes del país en la actualidad y de los grupos de presión que les rodean, pero esto podría cambiar rápidamente. Ahora estamos hablando de una actitud muy poco cooperativa para poner freno a las emisiones de gases de efecto invernadero, pero en la Administración anterior, el vicepresidente Al Gore fue uno de los impulsores del Tratado de Kioto, y es una persona que ejerce un liderazgo mundial para intentar atajar este problema.

Es muy posible que tras las elecciones del año que viene, EEUU tenga una posición muy diferente. En cualquier caso, dos terceras partes de los estadounidenses se declaran preocupados por este problema, pero en España el porcentaje alcanza el 93%. A pesar de ello, todavía no hemos sabido buscar fórmulas constructivas para afrontar este desafío.
¿Qué culpa tiene el ‘ladrillo’ de la situación de los hábitats costeros?
En nuestro país el ladrillo tiene prácticamente toda la culpa.

El 50% de las costas españolas están alteradas por la actividad humana, fundamentalmente por la presencia de infraestructuras y urbanizaciones. El desafío consiste en proteger lo que queda y, poco a poco, remediar los impactos que hemos generado, para que nuestras costas puedan responder de una forma positiva al problema del cambio climático.

En este tema sí es difícil dar marcha atrás...

Sí, es difícil, pero no imposible. En el ámbito de las políticas medioambientales lo que se puede hacer en el plazo de una legislatura es poco. Se requiere un consenso en la clase política de nuestro país, que haga que el medio ambiente no sea un caballo de batalla del debate político. Que haya unos objetivos que se puedan mantener a largo plazo. Hoy por hoy, nuestra clase política no ha demostrado la capacidad de alcanzar esos consensos en las cuestiones más fundamentales para nuestro país. Y ésta es una de ellas.

¿Se puede contemplar la piqueta para arreglar las costas?

Hay dos maneras de reaccionar frente al irreversible aumento del nivel del mar. Una es usar el dinero del contribuyente para regenerar las infraestructuras afectadas. Y otra, más efectiva, consiste en planificar una retirada. Intentar poco a poco mover esas infraestructuras tierra adentro, 100 ó 200 metros. Ya se está haciendo en Australia o Canadá, no es imposible. Pero, desde luego, no es algo que se pueda hacer en una legislatura. Ni a la fuerza.

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