Este artículo se publicó hace 4 años.
¿Es el amor de izquierdas?
En tiempos en los que el turbocapitalismo parece habernos atomizado y en los que vida y trabajo se han fusionado, cabe preguntarse si el amor no se habrá convertido en subversivo o si tiene algún potencial emancipador.
Madrid-Actualizado a
Llega como cada año San Valentín y con él toneladas del más desvergonzado tortolismo por doquier. El ciudadano de a pie queda expuesto a melindrosas postales hollywoodienses que tendrá que sortear como buenamente pueda. No siempre es fácil. Presenciar la dicha del personal desde la barrera puede generar cierto desasosiego, ira, e incluso sincero repudio. Conviene, en todo caso, detenerse un poco y no caer en maniqueísmos; el amor va más allá de ese imaginario hecho de flechitas, piruletas y eternidades.
Las derivadas pueden ser dispares, a fin de cuentas ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?, ¿hablamos acaso de esa patraña con fines reproductivos que la naturaleza se inventó para nosotros?, ¿o de la más elevada expresión del espíritu humano?, ¿hablamos de margaritas, unicornios y mariposas?, ¿o del percutir ufano de un par de acólitos rebozados en eme? Sea como fuere, de lo que no cabe duda –y así lo han reiterado los poetas con abusiva insistencia a lo largo de los siglos– el amor es lo que le da intensidad y significado a la vida.
En tiempos en los que el turbocapitalismo rampante parece habernos atomizado, en los que vida y trabajo se han fusionado y la ciudad, además de proveer jarana, boinas contaminantes y festivales de cine, nos surte de soledad –pero no una de andar por casa, sino al por mayor, en palés–, cabe preguntarse si el amor no se habrá convertido en subversivo o si tiene algún potencial emancipador.
"El problema es que sigue vinculándose con la fragilidad y creo esto es injusto porque esa supuesta vulnerabilidad es una condición humana y no tanto una condición específica del amor", apunta Antoni Aguiló, filósofo político y profesor del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra. Conviene, por tanto, desligar al amor de lo psicológico o lo sentimental y poner en valor su capacidad para la acción participativa.
"Para mí el amor es una actitud que tiene que ver con cómo te involucras tú en el mundo y con lo que te rodea, esa relación es una relación que moviliza valores, valores que podríamos denominar amorosos, y que en un sentido general podrían ser valores como la comprensión, el respeto mutuo, la empatía o la confianza, valores que pueden contribuir a construir tejido social igualitario", añade Aguiló.
De modo que el amor podría, según se mire, intensificar nuestra conciencia social y colectiva y, de paso, contribuir a la transformación de las condiciones de vida de los más desfavorecidos. Para ello, tal y como explica el profesor, habría que "prepararlo para el mundo de la política", un territorio amoral en el que lo amoroso no encuentra cabida, ni siquiera entra los que vinieron a sanear la vida pública y reivindicar los cuidados. "La política es un mundo pragmático, de intereses descarnados, de luchas, de rivalidades y testosterona, parece que el término amor tal y como lo entendemos es incompatible con ese mundo hermético plagado de intereses, pero la idea es que sí, la idea es que el amor puede moldear la política", reivindica Aguiló.
Del amor al deseo
El filósofo y escritor Alba Rico incidía en una entrevista reciente en la capacidad aglutinadora del amor: «El amor es una cosa incómoda; en cuanto uno se enamora, descubre que no es libre. Y no es libre porque el cuerpo del otro le ata. Pero al mismo tiempo, el amor es una situación en la que unos cuerpos desnudos, en lugar de sentirse vulnerables, se sienten seguros». Quizá ahí radique su verdadero potencial, en la posibilidad de encontrarse con el otro para construir otros mundos posibles más igualitarios.
Pero para ello la izquierda debería ser capaz de desprivatizar y despatriarcalizar el amor. Sacarlo del ámbito de lo íntimo y de lo romántico, convertirlo, tal y como apunta la escritora feminista Clara Serra en puro deseo: "Tenemos que ser capaces de movilizar y para ello el amor, en su sentido más amplio, es clave porque permite que la gente se identifique y aviva el deseo de los demás, muchas veces eso es lo que explica que haya movimientos tan poderosos en política".
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