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Antonio BanderasAntonio Banderas, más allá de Almodóvar
El actor, director y productor celebra sus sesenta años con una interesante carrera que va más allá de su complicidad con Almodóvar y que es fruto del trabajo y de un olfato privilegiado. Sus éxitos y sus fracasos, que también los ha tenido, no han mermado su generosidad y compromiso.
Madrid-
"Le respeto, le admiro, le quiero, es mi mentor, me ha dado tanto en la vida que no tengo más remedio que dedicarle este premio". Era Antonio Banderas brindando el cotizadísimo Premio al Mejor Actor del Festival de Cannes a Pedro Almodóvar. El galardón lo conquistó por su interpretación de Salvador Mallo, alter ego del cineasta manchego, en su película Dolor y gloria. Sus palabras revelaron, un vez más, una de las más grandes virtudes de Banderas, su generosidad. Ahora, el actor malagueño cumple sesenta años (10 de agosto) y, a pesar de sus propias palabras y con todo reconocimiento para ellas, puede celebrar una interesante carrera también más allá de Almodóvar.
El joven aspirante a actor de 18 años que se paseaba por los teatros madrileños buscando su oportunidad, trabajando como acomodador para sobrevivir, entró en el cine con el pie izquierdo con Pestañas postizas (Enrique Belloch, 1982), una película que no se estrenó, ni siquiera consiguió la licencia de exhibición.
Pero Antonio Banderas era entusiasta, simpático y muy guapo. Madrid era el paraíso de La Movida y todo se movía, mucho y muy rápido. Almodóvar y él se encontraron ese mismo año en Laberinto de pasiones y el actor despegó interpretando a un terrorista islámico, Sadec, enamorado del hijo de un tirano y en medio de un grupo salvaje en una ciudad temeraria, invadida de alegría, atrevimiento y libertad.
La primera década: lo mejor y lo peor
Diez años después estaba ya en Hollywood, pero antes se había marcado algunos tantos. Con el maestro Carlos Saura y al lado de Fernando Fernán Gómez hizo Los zancos, participó comprometido en películas como El caso Almería, Réquiem por un campesino español o El señor Galíndez. Además de su complicidad con Almodóvar –Matador, La ley del deseo, Mujeres al borde de un ataque de nervios y ¡Átame!-, formó parte de la troupe de La corte del faraón’ a las órdenes de José Luis García Sánchez, se dejó llevar por Montxo Armendáriz en la magnífica 27 horas y permitió que Fernando Colomo le vistiera de policía en Bajarse al moro.
La mejor película que Antonio Banderas ha hecho en España es, sin duda, Dolor y gloria, seguramente, el mejor trabajo de su carrera. Más allá de su colaboración con Almodóvar, sería difícil encontrar consenso, aunque ha quedado merecidamente en el recuerdo su papel en Los zancos, jovencísimo, esforzado y manteniendo estupendamente el tipo al lado de uno de los más grandes, Fernando Fernán Gómez.
A la sombra de sus aciertos quedan algunos tropiezos. Hacer la lista de éstos sería muy poco elegante, además, tampoco tuvo tantos. Sin embargo, disculpado por su juventud y por su recién llegada al cine, ahí está Y del seguro… ¡líbranos señor! (Antonio del Real, 1983), afortunadamente, borrada de la memoria del cine español.
Y Banderas se fue a Hollywood
Como tantos y tantos otros, ese chico español de pelo y ojos negros entró en Hollywood por la puerta de servicio, la destinada a los personajes latinos en medio del universo de las estrellas. Dando la mano a Armand Assante, pisó tierra americana con Los reyes del mambo tocan canciones de amor.
Aprovechó muy bien esa oportunidad y, aunque no sea la ambición de ningún actor, se coló merecidamente en las listas de los guapos y con ello se le abrieron de par en par las puertas de la entrada principal. Y ahí Antonio Banderas descubrió otra de sus virtudes, una inteligencia y un olfato privilegiados para moverse en el desafiante mundo del cine.
Bordó su papel de Pedro Tercero García en La casa de los espíritus (Bille August, 1993), donde ya se codeaba con Jeremy Irons, Winona Ryder, Glenn Close, Meryl Streep y Vanessa Redgrave, entre otros. A Jonathan Demme no le pasó inadvertido y ese mismo año estaba haciendo con Tom Hanks y Denzel Washington Philadelphia. Dio el campanazo con su papel del sofisticado Armand en Entrevista con el vampiro (Neil Jordan), mano a mano con Tom Cruise y Brad Pitt.
"Quiero el culo de Banderas"
Canallita moreno, era perfecto para introducirse en el clan rebelde latino y seguir los pasos de El mariachi en Desperado, de Robert Rodríguez. Banderas consiguió entonces lo impensable, una de sus peores películas, con momentos desagradablemente sonrojantes (más por culpa del director que de él), se convirtió en un imán inesperado. Rebeca de Mornay, en una de las escenas que Peter Hall pensó muy erróneamente que inflamarían el deseo sexual de los espectadores, mordía el culo a Banderas. Nunca hables con extraños, un thriller con ambiciones eróticas que daba lástima, hizo célebre el trasero del malagueño.
"Quiero el culo de Banderas", era una de las frases que los cirujanos plásticos de entonces más escuchaban en sus consultas. Fernando Trueba le juntó con Melanie Griffith y Daryl Hannah en Two Much. Antonio Banderas y Melanie Griffith se enamoraron, se casaron y se convirtieron en pareja de moda en Hollywood. Él se disfrazó de El Zorro, después de interpretar nada menos que a Ché Guevara en Evita de Alan Parker, con Madonna. Repitió con Robert Rodríguez en Spy Kids, una película juvenil que cayó muy bien entre el público. Las malas críticas que recibió Pecado original, una pésima película que coprotagonizó con Angelina Jolie, probablemente le decidieron a variar el rumbo de su carrera.
Fuerte en Málaga
Harto de ser el latino guapo y consciente de que Hollywood no perdona la edad, Banderas dio un bandazo necesario y evitó la colisión. Apostó por la serie de Spy Kids, se lució en el cine de animación en Shrek poniendo voz al gato con botas –"a lo mejor me he abandonado un poquito, pero tengo toda la leche y los ratones que quiero"– y mereciendo una película propia para su personaje, y volvió a probar como director. Ya había rodado en 1999 Locos en Alabama, un debut estupendo, y repitió al otro lado de la cámara en España con El camino de los ingleses (2006), un trabajo valiente con el que arriesgaba y, sobre todo, se desprendía para siempre del traje de chico guapo para vestir uno más justo y hecho a su medida de verdad.
Volvió a España a los brazos de Almodóvar con La piel que habito. Se convirtió en productor, intentó una aventura para levantar el cine de animación en España, y aunque no le salió bien, no desistió. Se empeñó en hacerse fuerte en Málaga, abrió el Teatro Soho Caixabank, estrenó A Chorus Line, interpretó un número del musical en la gala de los Goya, y anunció que aquí se quedaba.
Tras el éxito de Dolor y gloria, Antonio Banderas sigue rodando a las órdenes de otros directores, pero se mantiene en su camino sin despistarse. Ahora ha creado también su productora para el desarrollo de proyectos de televisión, vinculada al teatro. Y desde ella dirigirá y presentará la próxima gala de los Goya, una fiesta muy complicada en este año de la pandemia. Será una ceremonia "solidaria y responsable", han dicho Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine, y Banderas.
Y para información de sabelotodos, no es un trabajo alimenticio -la Academia no puede aspirar a igualar las tarifas de la industria, por pequeña que sea o no en nuestro país-, es otro gesto de generosidad. Un acto de cariño por el colectivo del cine español. "No solo estoy vivo, sino que me siento vivo". Palabra de un Goya de Honor.
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