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Arquitectura brutalista

Amaya Arzuaga vuelve a Madrid con un trabajo lleno de guiños a Oriente

ALEX CARRASCO

Desde que en 2005 regresó de su aventura internacional (en 1997 se traslada a desfilar a la London Fashion Week y luego la Cámara Nacional de la Moda de Italia la invita a presentar sus colecciones en Milán), Amaya Arzuaga se ha convertido en uno de los platos fuertes del menú de la Pasarela Cibeles.

La receta de su éxito apuesta desde el inicio de su carrera por una complejidad formal que roza el virtuosismo: si eres chica, para enfundarte sus vestidos tendrás que poner a prueba tu fisionomía. Y si eres chico, más te vale ser espigado porque Arzuaga reconoce su fascinación por una androginia de físico casi espiritual.

Vanguardia militar

Una modernidad que no le ha impedido involucrarse en la bodega familiar o, incluso, lanzar su propia línea de vestidos de novia. La creadora burgalesa declara arriesgar en la colección que presenta hoy en la Pasarela Cibeles, titulada Abracadabra, por “unos volúmenes japoneses, referenciados en la indumentaria clásica de la época del Shogunato Kamakura”, el primer régimen militar feudal nipón, que ella reinterpreta desde la vanguardia. Vamos, que no se trata de ahondar en la prestidigitación.

En realidad, toda la colección gira en torno a grandes mitos de la cultura oriental, como el arte del Origami, que elabora “un patronaje secuencial”, a la sazón, prendas que al abrirse o desplegarse adquieren una nueva morfología y significado: hay abrigos que se convierten en camisas y capas que se trasforman en jerseys.

De la complejidad oriental a la complejidad occidental, que tampoco se queda corta. Las propuestas de Amaya para el invierno de 2008 - 2009 desarrollan cuerpos basados en la arquitectura brutalista, construidos con hipertrofias geométricas mediante livianas estructuras de titanio, partiendo de la volumetría de Stirling y Gowan (de la Facultad de Ingeniería de Leicester, extraído de un proyecto de 1958), que construye un “poderoso esqueleto” que define la silueta mediante tres coordenadas: caderas, hombros y espaldas.

Gótico teatral de lujo

La verticalidad de las siluetas, definidas por la enfatización de las hombreras (punto fuerte de las tendencias internacionales del momento), pierde cualquier referencia masculina o retro para dibujar un look ascético de novísimos volúmenes ascendentes. La conjunción de estas dos culturas se encontrará con las debilidades naturales de la diseñadora, que temporada tras temporada ahondan en un underground de corte gótico y teatral, capaz de seducir tanto a los más abigarrados adeptos al mundo de la moda como a los que buscan la exclusividad del lujo.

Y no sólo de nuestro país, porque entorno a un 65 por ciento de la producción total de la creadora se exporta a otros países, siendo sus principales mercados (con España a la cabeza, es decir, Arzuaga es profeta en su tierra), Inglaterra, Estados Unidos, Japón, Bélgica, Francia, Italia, Hong-Kong y Australia; con un total de más de 700 puntos de venta repartidos por todo el mundo.

Algo de lo que pueden presumir muy pocos diseñadores españoles, demasiado acostumbrados a sobrevivir gracias a las suculentas subvenciones que concede la Comunidad de Madrid, que han convertido a buena parte de nuestros creadores en burócratas del diseño. Para colmo de parabienes comerciales, su creatividad, riesgo y visión privilegiada de la moda le han valido numerosos galardones, como los que conceden las revistas Telva, Marie Claire y Elle; además de la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes, concedida en 2005.

En definitiva, Amaya Arzuaga representa, en sí misma, lo que debería ser el rumbo del nuevo diseño español, capaz de aunar poder mediático, reconocimiento público y respaldo comercial. ¿Quién da más?

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