Este artículo se publicó hace 15 años.
Asesinatos en masa
Director: Chuan Lu
Intérpretes: Ye Liu (Lu Jianxiong), Yuanyuan Gao (Miss Jiang), Hideo Nakaizumi (Kadokawa), Wei Fan (Sr. Tang), Yiyan Jiang (Xiao Jiang), Ryu Kohata (Ida), Bin Liu (Xiaodouzi), John Paisley (John Rabe), Beverly Peckous (Minnie Vautrin)
Clasificación: Pendiente por calificar
Género: Drama
En el año 2007 los directores norteamericanos Guttentag y Sturman dirigieron el estupendo documental Nanking. La narrativa que emplearon para explicar la denominada Masacre de Nanking (el exterminio de 200.000 chinos por parte del Ejército japonés en 1937) consistió en la lectura dramatizada por parte de actores de renombre de las cartas y documentos de los que vivieron el horror de esos días, intercalados con imágenes documentales y testimonios de supervivientes.
El resultado era tan escalofriante que parecía una temeridad el objetivo de Lu Chuan: convertir dicho acontecimiento en ficción sin caer en el maniqueísmo, la espectacularidad bélica o la violencia gratuita. A diferencia del documental, Ciudad de vida y muerte no se basa en la palabra, de hecho, poco se habla y cuando se hace no es para pronunciar grandes pensamientos: es un lenguaje de supervivencia.
Por el contrario, los documentos gráficos, que servían de morbosa ilustración en la película de Guttentag y Sturman, son aquí la base del filme. Con una prodigiosa fotografía, Lu Chuan ha reproducido miméticamente las imágenes de la época: un blanco y negro brumoso, con un tratamiento del fuera de campo fantasmal y dantesco, que se apoya en una dictadura del plano medio que subraya lo claustrofóbico de una situación irrespirable en la que no dejan de llover apocalípticas pavesas procedentes de la destrucción.
Dicha estética únicamente se viola al inicio del filme, cuando la cámara repta como las alimañas en las que se convierten los combatientes. Lo impactante de las imágenes sustenta una obra que busca el horror en el ojo del espectador, no la descripción minuciosa de lo acontecido.
Alrededor de un débil hilo narrativo, la crisis existencial de un soldado japonés incapaz de soportar tanto horror (el gobierno chino, de hecho, censuró el guión durante meses por esa visión amable del enemigo nipón), vemos la batalla, las ejecuciones en masa, las violaciones y todo tipo de depravaciones.
Lástima de la construcción diabólica del álter ego del soldado, el sádico oficial Ida, único punto débil de una obra magnífica. Al final resulta que sí, que todos los chinos son iguales: pero iguales a nosotros. La crueldad y el mal son universales.
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