La muerte, qué risa
Cineastas de todas las épocas han exorcizado el miedo a la muerte a risotada limpia. Reírse de la parca con la ficción es una sanísima tradición y aquí unas cuantas muestras de ello.

Madrid--Actualizado a
Hace unos años, Shay Bradley, un irlandés con mucho sentido del humor, volvió a hablar a sus seres queridos después de muerto. Cuando empezaron a bajar el ataúd a la fosa, se escuchó su voz gritando. "¿Hola? ¡Dejadme salir, que esto está muy oscuro!" Había grabado una última broma para que en su despedida hubiera más risas que llanto. Que la tensión emocional provoca carcajadas en los momentos más inoportunos, entre otros en entierros y funerales, lo sabemos todos y aún así es una reacción que sigue estando muy mal vista… excepto cuando la vemos en el cine.
"Dime, Harold, ¿qué haces para divertirte? ¿Qué actividad te da una sensación de disfrute diferente a las demás? ¿Qué te resulta gratificante? ¿Qué te da esa... satisfacción especial?" preguntaba el psiquiatra (G. Wood) a Harold (Bud Cort), que contestaba: "Voy a funerales". Era solo uno de los divertidísimos diálogos de Harold & Maud, la película de Hal Ashby, con guion de Colin Higgins, que se estrenó en 1971 y que sacaba de la muerte puro oro en forma de comedia.
El cine y sus creadores se han defendido del miedo a la muerte a risotada limpia desde sus inicios y lo siguen haciendo. Ahora se estrena Los Muértimer, una comedia para toda la familia protagonizada por un adolescente que sufre acoso escolar porque sus padres son los dueños de la funeraria del pueblo. Aventura juvenil, robo de joyas, cementerios y misterios se reúnen en esta comedia de Álvaro Fernández Armero, que es una adaptación de la saga creada en el cómic por Léa Mazé.
Las chicas y chicos de la pandilla protagonista no han madurado lo suficiente para enfrentarse a la muerte de una forma natural, ni mucho menos con la franqueza con que lo hacían Abby y Martha Brewster (Josephine Hull y Jean Adair) en la divertidísima y genial Arsénico por compasión (1944), una de las películas más celebradas de Frank Capra, obra maestra de la comedia. Macabra y retorcida historia de dos abuelitas encantadoras que 'ayudan' a morir 'dulcemente' a hombres que están solos en el mundo.
"Oh, Mortimer, no seas tan preguntón. Ese caballero murió porque bebió un vaso de vino que tenía veneno" / "¿Y por qué tenía veneno en el vaso?" / "Se lo pusimos en el vino porque se nota menos, en el té tiene un sabor muy especial". A Cary Grant, a pesar de los aplausos entusiastas que le concedió la crítica y el público, no le gustó especialmente el trabajo que hizo en esta película. Capra, tal vez augurando este descontento del actor, lo enterró en el cementerio cercano a la casa de sus adorables tías, donde plantó una lápida con el nombre de nacimiento de Grant, Archie Leach.
Menos amargo, pero resultón, era el humor que desplegaban Meryl Streep y Goldie Hawn, arropadas por Bruce Willis e Isabella Rosselini, en La muerte os sienta tan bien (Robert Zemeckis, 1992), que bromeaba a costa de la fuente de la eterna juventud. Y eternamente británicas serán las risas que no dejarán de escucharse con los diálogos y los golpes de guion de Un funeral de muerte, la película original de Frank Oz, de 2007.
Se lo pasaron en grande en el rodaje, tanto que los créditos al final de película mostraban a los actores del reparto partiéndose de risa, con la excepción del veterano Peter Vaughan, que al parecer no sucumbió al humor delirante de esta historia. Los dos remakes que se hicieron luego -la versión americana de Neil LaBute y la reciente española de Manuel Gómez Pereira- no tenían ni la mitad de gracia.
Monty Python se desternillaban a los pies de la cruz en el calvario de Cristo en la insuperable La vida de Brian (Terry Jones, 1979), en la que cantaban a voz en grito al "lado brillante de la vida. Mucho más seco era el humor de la magnífica Contraté a un asesino a sueldo (Aki Kaurismaki, 1990). Y descaradamente gamberras eran las carcajadas que buscaba Ruben Fleischer en Zombieland (2009), sobre todo con Bill Murray haciéndose pasar por zombie para sobrevivir a la plaga.
"No le temo a la muerte, solo que no me gustaría estar allí cuando suceda", dijo Woody Allen, que ha sacado las mejores tajadas de humor a la muerte con su personaje de judío hipocondríaco y neurótico… y con el personaje de cineasta que pasea por el mundo. En el Festival de Cannes, cuando presentaba Conocerás al hombre de tus sueños, se refirió a su relación con la muerte asegurando que seguía "siendo la misma: estoy totalmente en contra de ella. Lo único que puedo hacer es esperarla".





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