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Coldplay: el regreso de los reyes de la pirotecnia rock

Grandilocuente y recargado, 'Mylo Xyloto', el disco que la banda publica el 25 de octubre, lleva al extremo la ambición comercial del grupo

JESÚS MIGUEL MARCOS

El secreto mejor guardado de la industria discográfica mundial se llama Mylo Xyloto, dos palabras que no significan nada, pero que se repetirán millones de veces a partir del próximo 25 de octubre, fecha de lanzamiento del nuevo álbum de Coldplay. Por ahora, a España ha llegado una copia, que únicamente se puede escuchar, previa cita, en una sala de audición de la sede de EMI en Madrid. Sobre los dos voluminosos altavoces del colosal equipo de sonido de la discográfica hay sendos carteles de los Beatles y Pink Floyd, jueces de mucha altura para una banda que se ha aproximado seriamente a sus niveles de popularidad.

El sigilo del grupo es tal que en la filial española de su sello casi no han recibido información sobre Mylo Xyloto, más allá del listado de canciones y un par de párrafos sobre la producción y las colaboraciones. 'Para todo nos remiten a su web', explican en EMI, pero en su página la información más destacada sobre el nuevo disco son las múltiples formas que hay para comprarlo (CD, vinilo, digital o una caja especial). También anuncian fechas de conciertos, presentaciones en televisión y dan cabida a mensajes de fans, pero del nuevo disco, casi nada.

En su empeño de ser los nuevos U2, se lanzan al sonido catedralicio

Hasta ahora, sólo han desvelado dos temas: Every Teardrop Is a Waterfall, que provocó un disparatado revuelo al copiar la introducción del clásico Ritmo de la noche, y Paradise, un medio tiempo de pop barroco que no desentonaría en el repertorio de, por ejemplo, Seal.

Las otras nueve canciones del álbum, aparte de tres pequeños puentes instrumentales, confirman que, en su empeño de ser los nuevos U2, Coldplay se lanza definitivamente al monte de la grandilocuencia, las sonoridades catedralicias y los himnos de estadio. Más de la mitad del disco hereda, con mayor o menor suerte, la carga de efusividad colectiva de Viva la vida, directamente orientada a conciertos como el del próximo 26 de octubre en la Plaza de Las Ventas en Madrid.

El resto mezcla baladas acústicas (Chris Martin habló de Woody Guthrie como una de las influencias de este álbum, pero ojo, que también mencionó a David Guetta) y los clásicos medios tiempos melosos con cierto toque sofisticado. Es posible que sus fans más acérrimos y los oyentes casuales muerdan el anzuelo, pero el que necesite rascar un poco más no encontrará mucha recompensa.

Como influencia citan a Woody Guthrie, pero también a David Guetta

Medio en broma, medio en serio, Chris Martin dijo hace unos años que su objetivo era convertir a Coldplay en la banda más grande del planeta, un concepto difícil de medir, pero al que los músicos anglosajones recurren de vez en cuando (los hermanos Gallagher, de Oasis, constantemente). Incluso comparó a Coldplay con U2, los reyes del rock de estadio desde finales de los ochenta.

Coldplay ha peleado el asalto al trono en la última década, pero en Mylo Xyloto vuelven a pensar más en los fines que en los medios. Para ellos, lo importante es lograr el himno épico, aunque la canción que lo sostiene sea un esqueleto quejumbroso.

La banda ha recurrido ahora al productor de Arcade Fire

Los grandes discos de U2 son mucho más que una estrategia para llenar estadios, pero Coldplay, con temas como la misma Every Teardrop Is a Waterfall o Don't Let It Break Your Heart, se queda sin recursos: las melodías son monótonas, utilizan trucos obvios para elevar la intensidad (esos bombos casi house) y el efecto sorpresa tiende a cero. Ambas apuntan a aconseguir el efecto vigoroso de Viva la vida o Life in technicolor, de su anterior disco, pero en este álbum los hits son bastante menos inspirados y no tienen tanta capacidad contagiosa.

El mejor tema, con bastante diferencia, es la inicial Hurts Like Heaven, cuyo título parece un homenaje a Just Like Heaven, la canción de The Cure. Curiosamente, recuerda bastante a otro grupo acostumbrado al gigantismo: los canadienses Arcade Fire. Ellos también fueron identificados como herederos del rock de estadio de U2 (la banda irlandesa solía utilizar Wake Up, uno de sus éxitos masivos, como sintonía inicial de sus conciertos en 2005), pero han elaborado una propuesta musical más personal y matizada (en ellos el folk y el pop pesa tanto como el rock) y, sobre todo, un discurso narrativo propio que, sin alcanzar la claridad de Springsteen, ofrece una visión cruda de la historia reciente de Norteamérica.

Chris Martin ha declarado su admiración por Ricky Martin o Shakira

En Mylo Xyloto, Coldplay ha recurrido, entre otros, al productor de los dos últimos discos de Arcade Fire, Markus Dravs, cuya mano se nota especialmente en el trallazo que es Hurts Like Heaven. Chris Martin canta de forma frenética con la voz semiescondida entre una base de guitarras y sintetizadores que por momentos suena a ruido. Durante estos cuatro minutos, la banda pierde pesadez y descoloca al oyente con un sinfín de arreglos que van cambiando a medida que avanza el tema, un pulso que no se vuelve a recuperar en el resto del álbum.

En sus primeros discos, el éxito de Coldplay se basó en canciones intensas con melodías logradas y grandes estribillos (la emocionante Yellow es el mejor ejemplo), fórmula que se ha ido agotando con el paso del tiempo y que no han sabido encauzar por otros caminos. Ahora, muchos de sus temas son pura cáscara: desvistes la canción y te quedas con las manos vacías.

Rihanna canta en 'Princess of China', una rareza de pop ochentero

U2, antes de que se le mojara esa pólvora de la canción redonda, dio un giro de muchos grados con el extraño Achtung Baby, un artefacto retorcido que ahora cumple 20 años y que es reconocido como su mejor trabajo. La evolución de los de Chris Martin, por contra, ha derivado de un pop-rock oscuro de inspiración indie a un sonido muy cercano al mainstream. De ahí que cada vez resulte menos extraño oír cómo Chris Martin declara su admiración por artistas como Ricky Martin o Shakira.

En su huida hacia categorías superiores se encuentran con Rihanna, que canta en Princess of China, una rareza de pop ochentero con sintetizadores atronadores y bases rítmicas electrónicas. Al parecer, Martin había escrito este tema para un álbum de la cantante, pero como le gustó demasiado decidió quedárselo e invitarla a cantar.

Se echa de menos el equilibrio de Brian Eno, a los mandos en Viva la vida'

En la otra orilla de Mylo Xyloto crece un puñado de baladas otoñales mecidas por guitarras acústicas y leves pianos. Con Martin poniendo voz de cantautor folkie, el círculo se cerrará con 50.000 almas cantando estas emotivas tonadas en cualquiera de sus conciertos. Us Against the World, cuyo inicio copia la fórmula de Where the Streets Nave No Name, acaba convirtiéndose en una bonita canción de fogata. En esa línea, una pieza de crooner como Up with the Birds cierra el disco con buena nota.

A estos temas se refiere Chris Martin cuando habla de las influencia de Woody Guthrie e incluso del combativo cantautor de izquierdas Billy Bragg, músicos que utilizaban sus canciones como armas políticas. El activismo de Coldplay ha sido más tímido, aunque socialmente sí han estado implicados en varias causas: el grupo dona el 10% de sus beneficios a caridad, es miembro de Amnistía Internacional y Chris Martin apoyó públicamente a Barack Obama y es uno de los rostros de las campañas de comercio justo de Oxfam. En una entrevista reciente, a Chris Martin le preguntaron por los disturbios en Londres y tan sólo balbuceó que 'fue una locura'.

La producción del álbum tiende a lo abigarrado: se echa de menos el orden y equilibrio de Brian Eno, a los mandos en Viva la vida y aquí en un papel secundario. La sensación es que pasan muchas cosas por encima de las canciones, pero el interior es simple.

Es el caso de Charlie Brown: construyen una catedral sonora de bajos poderosos, coros envalentonados, ritmos contundentes y guitarras brillantes para después tocar cuatro notas una y otra vez. Como un espectáculo de fuegos artificiales: te fascina unos segundos y luego se hace la oscuridad.

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