Este artículo se publicó hace 2 años.
El arrepentimiento de la maternidad. No estás sola
Maggie Gyllenhaal quebranta una convención sagrada, rompe el acuerdo no escrito de no hablar del arrepentimiento de la maternidad, en su ópera prima 'La hija oscura', adaptación de la novela de Elena Ferrante, ganadora del Premio al Mejor Guion en Venecia y aspirante a tres Oscar.
Madrid-Actualizado a
"Tal vez no estoy sola". Maggie Gyllenhaal se sintió reconfortada cuando leyó la novela de Elena Ferrante La hija oscura (Lumen) y comprendió que había otras mujeres en el mundo que tenían sentimientos y pensamientos parecidos a los suyos, que la maternidad también era para otras personas una fuente de ansiedad y de terror, no solo de felicidad, y que "el deseo intelectual, artístico y físico" en una mujer puede ser mucho más grande de lo que le habían dicho.
Aquella sensación reparadora y la elección de Donald Trump, un tipo que podía decir "cualquier cosa repugnante sobre agarrar los coños de las mujeres y no tener absolutamente ninguna consecuencia", infundieron en ella el valor y el cabreo necesarios para lanzarse a la escritura del guion y a la dirección de su ópera prima, una manera de decir lo que quería y lo que sentía sin los filtros a los que nos han acostumbrado.
La hija oscura rompe el acuerdo no escrito de no hablar del arrepentimiento de la maternidad, quebranta una convención sagrada y convierte esa trasgresión en una celebración de la libertad y de la verdad de las mujeres en el mundo. Ganadora del Premio al Mejor Guion en el Festival de Venecia, la película está nominada ahora a los galardones a Mejor Guion, Actriz (Olivia Colman) y Actriz de Reparto (Jessie Buckley) en los Oscar de Hollywood.
Realmente transgresor
"Los hijos son una responsabilidad aplastante", dice Leda, el personaje principal de esta película, historia de una mujer en unas vacaciones junto al mar que, al contemplar a una joven madre con su hija, se siente abrumada por sus propios recuerdos y se ve obligada a enfrentarse a las decisiones hasta ahora ‘inconfesables’ que tomó en su juventud como madre.
"Me identifico totalmente con Leda", reconoce la cineasta en sus notas de producción. "Quiero decir que ese personaje es un reto, porque hace algo realmente transgresor. Comete una de las mayores transgresiones que una madre podría cometer y, sin embargo, nos identificamos con ella y la entendemos. Hemos tenido experiencias, sentimientos, deseos, pensamientos similares a los de ella".
La jaula masculina
El deseo de que muchas otras mujeres se sintieran acompañadas en sus emociones silenciadas llevó a Maggie Gyllenhaal a la dirección, aunque, naturalmente, lo primero que necesitaba era los derechos para llevar el libro a la pantalla. La escritora Elena Ferrante, de quien no se conoce su verdadera identidad, concedió esos derechos a la cineasta públicamente a través de un artículo en The Guardian, donde, además, explicaba por qué entregaba no solo la posibilidad de adaptar su novela, sino la oportunidad de hacerlo con absoluta libertad.
"Llevamos demasiado tiempo dentro de la jaula masculina, y ahora que esa jaula se está derrumbando, una mujer artista tiene que ser absolutamente autónoma. Su búsqueda no debe encontrar obstáculos, sobre todo cuando se inspira en el trabajo, en el pensamiento, de otras mujeres".
Elena Ferrante, a través de emails se comunicó con la directora y guionista, a quien le dijo "que si la novela la adaptara un hombre no se sentiría así, pero que, como soy mujer, sabía que tenía que ofrecerme esa libertad. Y llegó en un momento en el que yo también tenía esa misma sensación. La película dialoga directamente con el libro, pero también es muy diferente".
"Romper o matar por error"
Una cita del libro Kudos, de Rachel Cusk –"Lo traduje cuidadosamente y con mucha cautela como si fuera algo frágil que podría romper o matar por error"– guio los pasos de Gyllenhaal en este trabajo. Como guionista y como mujer, tradujo con todo el esmero del mundo la novela de Ferrante, para que nada pudiera malinterpretarse.
Y para ello, tenía dos convicciones clarísimas. La primera era que el personaje de Leda no se podía mostrar como el de una loca, "si está loca, ya hemos visto esa película y todo el mundo dice: 'Oh, mira esa mala madre que está tan loca. Gracias a Dios que yo soy buena como madre'". Y, en segundo lugar, "la película es oscura y tiene aspectos dolorosos y ella es una persona dura, dura para superar el paso del tiempo, así que también sentí que era importante que fuera maravillosa, divertida y humana".
Características que combina maravillosamente Olivia Colman en su interpretación, un trabajo que está repleto de comprensión y solidaridad emocional con millones de mujeres en el mundo. Con ella, Jessie Buckley, en el mismo personaje de joven, componen una mujer entera y auténtica. Un retrato construido con mucha delicadeza cinematográfica y con una hermosura difícil de conseguir en territorios que nos habían dicho siempre que eran detestables. "Cuando mis hijas se mudaron a Toronto, donde su padre vivía y trabajaba desde hacía años –dice Leda en la novela– descubrí con inquieta sorpresa que no sufría ningún dolor, sino que me sentía ligera como si solo entonces las hubiera dado a luz definitivamente".
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