Este artículo se publicó hace 4 años.
EstrenosLa violencia de los machos que no lloran
El cineasta Hlynur Palmason explora en 'Un blanco, blanco día' el oscuro territorio del patriarcado islandés y lo hace con la complicidad de Ingvar Sigurdsson, que ganó el Premio al Mejor Actor de la Semana de la Crítica de Cannes por este trabajo.
Madrid-
Una mujer, Katrín Jakobsdóttir, es la Primera Ministra de Islandia. En el país, prácticamente todas las mujeres trabajan, el 86%. Existe la paridad en los consejos de las empresas públicas. El resto de compañías está obligado a demostrar que paga idénticos salarios a mujeres y hombres. Sin embargo, el patriarcado más rancio se resiste. No ha desparecido la violencia machista, sobrevive cierto nivel de misoginia y algunas empresas potentes no cuentan con mujeres en sus órganos de dirección.
El cineasta Hlynur Palmason explora ese oscuro territorio del patriarcado islandés desde la intimidad de un hombre, denunciando lo perverso que hay en ello. Lo hace con su segundo largometraje, Un blanco, blanco día, película que se estrenó en la Semana de la Crítica de Cannes, donde el intérprete protagonista, Ingvar Sigurdsson, se alzó con el Premio al Mejor Actor. Un blanco, blanco día, además, conquistó el Premio Talents a la Mejor Película en el D’A Festival 2020.
Una ira desconocida
"Quería explorar cómo es amar y odiar a la vez", dijo el cineasta en Cannes, donde aplaudieron el riesgo de la película, una obra que apuesta por una narrativa visual casi estática por momentos, pero al mismo tiempo, perfectamente descriptiva del paso del tiempo. Y en medio de un paisaje en el que la niebla envuelve claustrofóbica a los personajes, Ingimundur, un jefe de policía que acaba de quedarse viudo, se afana en construir con sus propias manos una casa para su hija y su nieta Salka.
Frío, distante con todos, menos con su nieta, con la que pasa la mayor parte del día, recio como un viejo roble, ni la más mínima mueca de dolor aparece en su rostro por la ausencia de su esposa. Todo ello es herencia de una masculinidad aprendida y nunca puesta en duda. Ingimundur ama a su esposa muerta, pero ahora, cuando ya no está, empieza a dudar de ella, sospecha que tuvo una relación con un vecino. La frontera entre el amor y el odio queda envuelta en la niebla y una ira desconocida asalta a este hombre.
Dañado en su ego masculino
En esta incursión de Hlynur Palmason hacia las profundidades de esa masculinidad tóxica que impide al personaje mostrar su dolor y su luto, el ritmo de la historia se acelera, las emociones suspendidas de Ingimundur se revuelven y estallan en forma de violencia. El perfecto abuelo, el hombre tranquilo, el tipo capaz de controlar sus sentimientos, no es más que otro hombre dañado en su ego masculino y dispuesto a vengarse por ello.
"Esta es una película sobre lo difícil que es llorar. El amor que uno tiene por los hijos o nietos, que es simple, puro e incondicional, y el otro amor, el que uno siente por una pareja, un amante o una esposa, es algo completamente diferente, más complejo, íntimo, animal y único", señaló en Cannes el cineasta, que confesó que algo de ese oscuro impulso que acompaña al personaje existe también en su interior.
Tu hombre islandés
En una entrevista concedida a Mubi, Hlynur Palmason reconoció: "En cierto modo, creo que siempre estoy retratando a alguien que conozco. Supongo que Ingimundur es el 10% de mi tatarabuelo, que también se llamaba Ingimundur, por cierto, el 20% de mi abuelo, el 15% de mi padre, el 5% de mí. Él es una mezcla. Creo que solo pertenece a esta vieja generación, un hombre de principios que se mantiene reservado y trabaja muy duro. Él ama y mantiene a su familia, ama a su esposa. Es tu hombre islandés por excelencia."
Un hombre al que el cineasta encuentra en su momento más débil y al que intenta comprender. Palmason no justifica en absoluto nada de lo que hace este personaje, pero no deja de acompañarle en toda su historia. "Hay algo sobre las personas en sus estados más frágiles que las hace lucir tan hermosas. La vulnerabilidad humana inspira tanta empatía, belleza y tristeza. Es algo que vale la pena explorar, algo de lo que no puedo tener suficiente. Como la familia, siempre habrá suficiente material para profundizar".
El cielo blanco
Un blanco, blanco día retrata el nocivo sentimiento de posesión que sienten algunos hombres hacia las mujeres desde el territorio más difícil, el de la ambigüedad del ser humano. Todo en este relato se mueve por una carretera entre una espesa niebla. Existe una tradición islandesa, inspiradora del título de la película, según la cual, cuando el cielo blanco se funde con los paisajes nevados, la barrera entre el cielo y la tierra se desvanece y los muertos se comunican con los vivos.
"Probablemente –dijo el cineasta en Cannes– me guste este proverbio porque se refiere a un misterio y una ambigüedad que estimulan mi imaginación sobre la ausencia de los fallecidos y nuestra relación con ellos". Ingimundur, en su soledad, en su sentimiento de abandono, encuentra un vínculo diferente con su esposa muerta, el resentimiento y la ira sepultan el amor. Y ahí el hombre verdadero, el que no ha despreciado nunca las costumbres machistas heredadas, se deja ver.
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