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Esa fea costumbre de hacerse viejo

'Fuerza de gravedad', una reflexión sobre los límites de cuerpo en la danza, se representa en el Frinje de Madrid hasta el 18 de julio.

Imagen promocional de la obra

ALFONSO ÁLVAREZ-DARDET

MADRID.- La vejez afea, y por eso la apartamos de nuestra vista. La encerramos bajo cuatro paredes en asilos invisibles cuando suponen una carga y la declaramos improductiva pese a ser en muchos casos una valiosa fuente de sabiduría. La cosa empeora cuando has trabajado toda tu vida con tu cuerpo y poco a poco descubres que este ya no te funciona. El paso del tiempo nos precipita a un inevitable final: la muerte. Antes, somos testigos de nuestro irreversible deterioro.

¿Cuánto puede resistir un cuerpo?, ¿qué es la belleza en el cuerpo?, ¿qué significa un cuerpo productivo en la actualidad?, ¿cuál es el impulso vital que sigue haciendo que las cosas ocurran? A pesar de los años ¿qué mantiene vivo un cuerpo? Estas preguntas rondaron por la mente de Damiana Poggi hace un año y medio. ¡No puede ser que existan límites! Se dijo a sí misma como una sentencia y sin más, se dispuso a demostrarlo. Con la ayuda de Roberto Dimitrievitch y Stella Maris Isoldi, ex bailarines del Ballet del Teatro Colón de Buenos Aires, con edades entre 70 y 96 años y la actriz Cecilia Blanco, la joven del elenco, creó Fuerza de gravedad, una pieza de teatro-danza-documental que pretende dar respuesta a todas estas cuestiones. La función se representa en Frinje Madrid hasta el 18 de julio.


“No hay una historia ni un hilo narrativo, a partir de documentos que los intérpretes (Dimitrievitch y Isoldi) nos facilitaron hemos hecho la dramaturgia. Usamos la biografía musical de ambos, cartas, fotos e historias documentadas que han sido contadas durante el proceso creativo de la obra”, explica Poggi. Dimitrievitch nació en Rio de Janeiro pero es de origen ruso. Muchos de sus familiares se dedicaron a la danza y la música y trabajaron para la corte del último zar de Rusia, Nicolás II. Emigraron a Francia, donde rodaron algunas películas privadas entre los años 50 y 60 que se exponen en la obra.

En el mundo de la danza el cuerpo lo es todo. Cualquiera que conozca a un bailarín sabe las horas que hay detrás de preparación. Una dura disciplina que te obliga a sacar el 100% de ti mismo. “La figura del bailarín mayor en la obra metafóricamente condensan algo sobre la reflexión del paso del tiempo. Ellos han resignificado la danza. Va mutando según pasan los años, sigue teniendo movimiento y placer más allá de las capacidades del cuerpo”, asegura Poggi.

Pero así andamos, vivimos en una sociedad, la que hemos creado, que rinde culto a la juventud como única verdad absoluta y que reniega de los ancianos como Dorian Gray reniega de su imagen. “Es un problema social”, apunta la directora. “Para el capitalismo no es productiva la vejez en términos de mercado. No hay cuerpos bellos en publicidad ni tampoco nada que vincule el erotismo con la vejez”. El objetivo de este trabajo no es el de sermonear para que cuiden más a los mayores, porque finalmente todos acabaremos viejos. De alguna manera, este trabajo propone un mecanismo de preguntas más que un mensaje. “Cada espectador hará su propia lectura de estas reflexiones que planteamos”, avisa la argentina.

Para Cecilia Blanco, la actriz más joven, hay límites. “Si uno piensa en la danza en un modo más amplio o en la danza contemporánea, sí hay un desarrollo del cuerpo que marca límites. Uno hacía cosas y ahora no las puede hacer. Con el paso del tiempo, a veces la imagen que uno tiene del cuerpo y lo que puede hacer va un poco por detrás de lo que este te permite. Si voy a hacer una vertical o un puente, creo que puedo hacerlo… pero con el paso del tiempo me doy cuenta de que no es así”.

No se trata de pretender que un mayor llegue a hacer lo que un joven, sino de mostrar esa parcela de belleza que a la vejez se les niega. Encontrar belleza efímera en cuerpos caducos. No negarnos, al fin y al cabo, a nosotros mismos, la posibilidad de ser creadores cuando todos piensen que nuestro tiempo pasó. La muerte es el único final.

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