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Heridas de carbón

'La mina', desde hoy hasta el domingo en la sala Cuarta Pared, recrea la dura vida de los mineros.

'La Mina', de la compañía Producciones Bernardas

ALFONSO ÁLVAREZ-DARDET

MADRID.- En el concejo de San Martín del Rey Aurelio se encuentra el museo de la minería, uno de los más visitados de Asturias. El recinto lo forman dos enormes pabellones donde el visitante puede deleitarse con la historia de la extracción del carbón en España. Pero el verdadero atractivo del complejo se encuentra debajo de sus pies. A varios metros se sitúa la recreación de una auténtica mina, para los veteranos de este oficio, destellos de una dura vida pasada, sin embargo hace las delicias de los curiosos, que por momentos pueden vivir en primera persona la (falsa) experiencia de trabajar bajo tierra. ¿Cómo podían deslizarse por túneles tan estrechos? Se pregunta a menudo la comitiva que sigue las indicaciones del guía.

Si no quieres moverte de Madrid, (o si estás planeando visitar la capital), en la sala Cuarta Pared hasta el próximo domingo se representa La Mina, de la compañía Producciones Bernardas. La función simula, desde que los trabajadores se meten en la jaula, la experiencia que vivían los mineros en los submundos. Un oficio duro y desagradecido que en muchas ocasiones era letal, ya pudiera ser por las escasas medidas de seguridad o por las diferentes enfermedades respiratorias que padecían al inhalar el viciado oxígeno de los túneles.

La obra nació de la necesidad vital de Aldara Molero, directora, dramaturga y actriz junto a Juanje de los Ríos, de contar la historia que rodeó su vida desde su niñez. Su padre, al igual que su abuelo, fueron mineros en Andorra (Teruel). A su progenitor, de aquellos tiempos no le ha quedado secuela, ya que allí se extrae un tipo de carbón llamado lignito que no desprende grisú, un gas tóxico y silencioso que ahoga a quien lo inhala. Era común que los trabajadores se llevaran un canario enjaulado a la mina, si el pájaro moría se daba la voz de alarma y había que evacuar con rapidez los túneles.

'La Mina', de la compañía Producciones Bernardas

El padre de Molero trabajó más de 25 años bajo tierra. No desarrolló ninguna enfermedad, sin embargo en su cuerpo aún conserva lo que la directora define como “marcas de guerra”, cicatrices de heridas que se han quedado negras porque cuando se crearon entró el carbón. Las raíces de este oficio están en cada uno de sus recuerdos. “Desde pequeña he vivido la minería muy de cerca. Me sorprendía mucho que los padres de otros niños se dedicaran a otra cosa que no fuera a extraer carbón, no me lo acababa de creer. Mi padre siempre venía con los ojos pintados y yo le preguntaba a mi madre porqué.”

Para escribir el guión iniciaron un largo proceso de investigación “al más puro estilo de Salvados, pero salvando las distancias”, asegura De los Ríos. Además de tirar de las historias familiares, durante meses entrevistaron a mineros, políticos y sindicalistas de Teruel. Después comenzaron el proceso de escritura, otro de laboratorio escénico y finalmente el estreno en Madrid, hoy. De esas conversaciones sacaron anécdotas que reflejan en la obra, entre ellas la de la madre de un minero que cuando su hijo empezó a trabajar ponía una vela en el salón de su casa y hasta que este no la llamaba y le decía que había llegado a casa no la apagaba.

Además, las conversaciones con los trabajadores del carbón les sirvieron para conocer de primera mano cómo es su situación actual. Para muchos, el escenario es precario y la sensación, de que el Gobierno y la sociedad los han dejado tirados. En los buenos tiempos, las poblaciones crecían cerca de las minas. Familias enteras vivían en estas 'ciudades' y para muchos ajenos a la minería eran incluso oportunidades laborales: profesores, médicos,… se desplazaban a estas nuevas urbes. Uno podía encontrar todo lo necesario para la subsistencia. Cuando dejó de trabajarse el carbón y comenzaron a cerrar las minas, muchas de estas ciudades quedaron desiertas, las que no, sobreviven con una alta tasa de paro.

“Es clave que se ayude a toda esa gente y se les ofrezcan alternativas. En muchos casos solo reciben abandono político, eso si no ataques o desprecios”, asegura De los Ríos y añade Molero: “Era triste ver que tras la ilusión que habían generado las marchas mineras a Madrid de 2012, había un sentir general de que no habían servido para nada. El sentimiento de abandono era común en prácticamente todo el mundo al que entrevistamos”.

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