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Ignacio Pato: "Real Madrid y Barcelona no podían ir contra el franquismo"

Ignacio Pato en plena Gran Vía de Madrid.
Ignacio Pato en plena Gran Vía de Madrid. JOSE CARMONA

Ignacio Pato (Madrid, 1981) publica Grada popular: ocho aficiones que animan a la contra (Editorial Panenka), un recorrido por ciudades y equipos de fútbol donde convergen la clase obrera, la identidad, el orgullo y la lucha.

No recuerda el gol de Van Basten en la Eurocopa del 1988 pero dice que ese torneo es la primera reminiscencia del fútbol en su cabeza. El Mundial de Italia 90, ese donde Maradona se enfrentó a todos con el tobillo inflamado, el del hattrick de Michel a Corea del Sur, sí lo conserva con nitidez. Ignacio Pato, periodista cultural, publica un libro fácil de degustar para todo aquel que sufre por ser futbolero y anticapitalista.

Esta semana tenemos al Real Madrid y al Barcelona peleándose por ver qué equipo es menos franquista. 

Sí, ese antagonismo también mueve al fútbol, no solo lo mueven las identidades. A veces se mueve más por oposición a la identidad. En este país, Madrid y Barça han encontrado unas marcas de identidad más o menos cómodas. Hay matices, pero seguramente la que más fácil lo tiene puede ser el Barcelona, que ha estado menos cerrada que el Real Madrid a hablar del pasado. No deja de ser curioso, porque el Madrid también tiene una historia atravesada por lo que pasó. Es que el fútbol no se juega en el vacío, no puede escapar de las circunstancias sociales de la época. 

Era una dictadura, el Atleti también era el Atlético de Aviación. Se hace lo que se puede para sobrevivir. En esas épocas nadie podía estar contra el franquismo, hubieran desaparecido o habrían estado al borde de la desaparición. No quita para que ciertos estadios como el Camp Nou fueran espacios mucho más sensibles a reivindicaciones que el Santiago Bernabeu o el Vicente Calderón. 

Los únicos partidos que quedan en abierto son los Mundiales y Eurocopas. Las competiciones de selecciones cada cuatro años son ya el único espacio gratuito.

Total, y eso es un elemento más que contribuye a despegar al fútbol de la clase trabajadora. Recuerdo, sin ponernos nostálgicos, que los partidos, cuando yo era pequeño, tenían que poner por contrato mínimo un partido como local durante toda la temporada. Había un Osasuna-Logroñés y generaba que en los colegios se hablara de ello. 

Les vemos menos en el campo que nunca y más en nuestras redes sociales. Se produce esa cosa rara de que les conocemos más que nunca pero les vemos menos que nunca. Es tan capitalista que lo importante es el personaje, no lo que hace. Sin duda es negativo para el fútbol que se hayan independizado tanto de la vida real. 

La Kings League de Piqué e Ibai es fútbol en abierto. ¿Podemos sacarle eso como lectura positiva? ¿Son la resistencia?

Sin duda es una respuesta empresarial que está muy motivada por este alejamiento del fútbol clásico del aficionado. En esta era en la que estamos cada vez más acostumbrados a la interacción directa. Y tienen un punto de partidillos del patio, tienen esta dinámica de Internet de ser más espontáneo y cercano. No te voy a engañar, no me llama demasiado la atención, pero creo que haría muy mal quien se dedica al fútbol menospreciar la Kings League.

Marsella, Nápoles, Liverpool, Atenas... ¿Qué une a las ciudades que recoges en este libro?

El hilo es el no bajar los brazos, el espíritu de resistencia que he visto en todas las ciudades. No quiere decir que sea el mayoritario en esas ciudades, pero es una especie de arroyo que he visto como cronista, lo he visto en sus discursos y en la memoria que mantienen viva. Es una resistencia a las sinergias del capitalismo que ha metido el turbo.

Otro hilo conductor es que ningún equipo es el más grande de su liga. El Liverpool tiene al Manchester United, el Olympique Marsella tiene al PSG, el Napoles tiene al Milán, y el Rayo tiene a todos [Risas]. No sé si hay un poco de romanticismo, de antemano lo he intentado evitar. 

Sí que hay romanticismo, pero tampoco creo que sea algo malo. 

Me pongo las pilas para no caer en esas dinámicas, pero creo que también es interesante ese debate sobre la nostalgia y la romantización, necesitamos símbolos y anclajes. El Rayo Vallecano y el Liverpool son ejemplos muy claros. 

En el capitulo sobre Nápoles la presencia de Maradona es muy reducida. 

Es una decisión tomada. La decisión de que no hubiera tanto Maradona tiene varias causas: no volver a repetir lo mucho que se ha dicho. Cuando murió leí artículos muy complejos por feministas argentinas. Eran muy ricos y muy inteligentes. No vamos a explicar nosotros quién es Maradona. Tampoco encontraba la manera de sostener el espíritu del capítulo si le ensalzaba. Quería darle a Nápoles la entidad que se merece. Es un club histórico que es muchísimo más que Maradona. 

El fútbol pasa a un segundo plano en muchos capítulos. Pones el foco en las reivindicaciones de la clase trabajadora. 

Es importante no caer en la nostalgia reactiva. No se si somos conscientes de lo que se vivió hace diez años en el sur de Europa. Estábamos todos mirando a Grecia. La capacidad de resistencia de no caer en nacionalismos también me interesa. La gente del Besiktas con la que he hablado no tiene nacionalismo turco y lo evitan, cuando allí ahora es lo más fácil. La historia de la fundación del AEK podría hacer caer fácilmente en un nacionalismo excluyente, pero te encuentras un colectivo de aficionados al fútbol con un sentido mucho más sensible que los gobiernos. 

¿El fútbol es cultura?

Totalmente. Cuarenta años de dictadura no ayudan. El fútbol se instrumentalizó de manera muy bestia. Le ha pasado un poco a la copla. El fútbol por supuesto que es cultura, no me cabe duda. Es un deporte, es un juego, es una industria y es cultura. Yo lo encuentro un fenómeno mucho más cerca a su contexto histórico y a las sensibilidades de un territorio mucho más cerca de la música y la gastronomía que el golf o el balonmano, con todos los respetos a esos deportes. Pero los aficionados al fútbol tampoco podemos jugar a ser víctimas. 

Pero sí te encuentras cierto perfil de la intelectualidad que guarda todos los matices del mundo para ciertos temas, pero el fútbol lo reduce a once tíos en calzoncillos. Hostias, ¿sabes ver los matices del mundo pero el fútbol es nada? No puede ser.  

¿Te han influido en tu libro los textos de Galeano sobre el fútbol?

Galeano ha sido muy importante para los que nos gusta el fútbol y tenemos una mirada crítica sobre las cosas. Nos ha acompañado y demostrado que se puede contra el fútbol de otra manera. Ha dado autoestima a los aficionados que están en minorías, aquellos que se apasionan por el fútbol pero tienen esa cosa tan incómoda que les impide abrazarlo al 100%. Si viviéramos con los ojos cerrados todo sería más fácil.

El fútbol es un popular pero su industria simboliza lo peor del capitalismo, del racismo y del machismo

Es muy complicada la relación desde la izquierda con el fútbol. En este país le ha costado saber qué hacer con el fútbol, con algo tan popular. La izquierda ha dejado el deporte de lado. Sí se relaciona muy cómodamente con la cultura y está muy bien que así sea, pero con el fútbol, no sé si por clasismo o por un exceso de desconfianza intelectual, o por verlo perdido y donde no son bienvenidos. Es cierto que el fútbol puede ser un fenómeno popular, pero toda la industria simboliza lo peor del capitalismo, del racismo y del machismo más abyecto. Entiendo que muchos sientan aversión al fútbol. La derecha está mucho más cómoda con la idea tradicional del fútbol. 

¿Parte de culpa del descrédito del fútbol lo tiene el periodismo deportivo?

Ese periodismo apenas habla de fútbol. Han tenido que venir otros que sí tratan el fútbol y el aficionado como merece. Dan incluso nociones tácticas, solo hay que ver a Álvaro Benito lo bien que lo hace. Hay ciertos contenidos que ya no consumo, pero no porque me niegue, sino porque no me interesa. No me interesan los rumores de verano. 

También es verdad que ha habido un exceso de oferta y como periodismo entiendo que tienes que rellenar huecos. Es tan pedestre como eso. Puede que no sea una maniobra deliberada o una particularidad del periodismo deportivo, sino que es un monstruo que tienes que alimentar cada noche y cada mañana en la web. Tienes que sacar una serie de historias y entre las que no son verdad, la desfiguradas y las que apestan, se te quitan las ganas. Pero me quedo con la buena noticia de mucho y mucha periodista joven que está cambiando esto. 

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