David Torres: "La lucha contra la injusticia social es una lucha perdida"
El escritor madrileño, columnista en 'Público', presenta 'Nieve negra' (Reino de Cordelia), una novela negrísima en la que recupera al viejo boxeador Roberto Esteban, un antihéroe por excelencia y quizás su personaje más querido.

Madrid-
David Torres (Madrid, 1966) acaba de publicar Nieve Negra (Reino de Cordelia), una apasionante novela en la que reaparece el personaje de Roberto Esteban, el viejo boxeador que el columnista de Público presentó en sociedad hace 20 años con El gran silencio (2003) —libro con el que fue finalista del Premio Nadal— y a quien también prestó sus recuerdos de infancia en Niños de Tiza (2009). Gran amante de la novela negra, Torres rinde un tributo al género en esta tercera entrega de las andanzas de este antihéroe cansado y descreído, pero aferrado también a los códigos de la lealtad y el honor, lo que le convierte en un auténtico caballero andante del siglo XXI.
En esta ocasión, Roberto Esteban tendrá que descubrir al asesino de la nieta de la matriarca de un clan mafioso para el que trabaja como portero de discoteca, pero no lo hará por voluntad propia o por encargo, sino para demostrar su inocencia y salvar el pellejo. Acompañado por una pandillera hondureña adolescente, el viejo boxeador emprende un personal viaje a los infiernos por varios lugares de la geografía española con parada en los bajos fondos madrileños, copados por varias bandas criminales a punto de matarse entre ellas que solo se ponen de acuerdo para perseguirlo. Casi todo la intriga se desarrolla en medio de una tormenta de nieve que también funciona como una metáfora vital.
Con un ritmo trepidante y haciendo gala del estilo enérgico y poderoso que le caracteriza, Torres ha escrito una novela negra de manual —"una novela negra-negrísima", ha dicho algún crítico— a la altura de los registros que exigen los grandes clásicos del género.
'Nieve negra' es una novela muy canónica, cumple con todos los códigos del género.
A mí me gusta la novela negra clásica. Me gustan Dashiell Hammet y, sobre todo, Raymond Chandler. La gracia de la novela negra es que es la novela de detectives en la calle. Ese es el gran invento de Hammet: sacar al detective protagonista de los salones y de las mansiones inglesas para ver lo que bullía en la calle. Luego Chandler cogió ese gran invento y empezó a contarlo en primera persona, le dio ese tono de confesión y de sermón que a mí me gusta mucho.
Aunque creo que siendo tan clásica, la novela tiene un par de momentos donde es bastante rupturista: por ejemplo, hay un momento muy onírico de la novela en el que protagonista y yo hablamos entre nosotros. Es como un descenso a los infiernos muy particular.
¿Le gusta la novela negra moderna?
Lo que no me gusta nada de la novela negra moderna es que ahora los protagonistas son policías. Y aunque hay autores que me atraen mucho, como Ian Rankin, nunca me acabo de creer al policía como personaje. Primero por animadversión personal, porque siempre he desconfiado de la Policía, y luego porque creo que el detective, el protagonista de la novela negra, tiene que ser un caballero andante. Por eso convertí a Roberto Esteban en un boxeador.
¿Por qué el boxeo es el deporte oficial de la novela negra?
El boxeo desvela las hipocresías de la sociedad. Admitimos cosas como la guerra y el genocidio, la mentira y cualquier tipo de salvajismo, y sin embargo nos parece obsceno que dos tipos semidesnudos se suban a un cuadrilátero y entablen un combate. El boxeo es un mundo cuyas metáforas me sirven porque es la violencia ritualizada, con reglas. El personaje de Roberto Esteban es una especie de ángel caído: toda la vida para él era el boxeo y cuando lo perdió se convirtió en un desarraigado, en un hombre sin patria. Él considera el boxeo una especie de paraíso perdido.
¿Hay un elogio del perdedor en el retrato que hace de Roberto Esteban?
Yo creo que perdedores somos todos. Esa historia tan manida del sueño americano es más bien una pesadilla, porque no hay manera de ganar realmente en la vida: como mucho puedes hacer tablas o hacer combate nulo. Generalmente, al final siempre se pierde. Lo que emociona del personaje de Esteban es que nunca tira la toalla.
Usted lo ha definido como un caballero andante, como un personaje quijotesco.
Los españoles no podemos estar orgullosos de casi nada, pero sí que podemos presumir de haber inventado dos cosas: la primera novela moderna, que es El Lazarillo de Tormes, y El Quijote, que es la novela donde están todas las novelas. Cualquier novela posterior al Quijote tiene el Quijote dentro. Esteban tiene algo de quijotesco cuando forma esa pareja con Gabriela, la pandillera hondureña, para desfacer el entuerto de un crimen en el que se ha visto envuelto. Ese también es otro de los grandes inventos de Cervantes: el Quijote nunca va solo, tiene a Sancho Panza a su lado, que le hace de contrapeso.
¿Qué hay de usted en Roberto Esteban?
En Niños de tiza, la segunda novela en la que aparece, le di mis recuerdos de infancia. Básicamente, es el tipo que me hubiera gustado ser. Me hubiera gustado tener su coraje físico, su valentía. Un personaje se hace en parte con lo que deseamos y en parte con lo que tememos. Cuando era un niño, mi barrio de Madrid estaba lleno de tipos chungos, de navajeros, de matones con los que a veces era imposible no cruzarse. Esteban habría sabido resolver esos problemas mucho mejor que yo. Yo era un secundario cómico y lo sigo siendo (Risas).
¿Fue el humor lo que le salvó?
Yo creo que primero me salvaron mis padres, que siempre me mantuvieron muy al tanto de todo. También influyó el hecho de que a partir de los 11 o 12 años yo me refugié no solo en la lectura, sino también en la alta cultura. Yo venía de un barrio donde todo era heavy y empecé a escuchar música clásica y jazz solo por llevar la contraria. Era como como buscar un iglú, un refugio donde defenderme. Pasé varios años sin salir a la calle, o saliendo muy poco, entre libros y discos. Como dije antes, Roberto Esteban hubiera hecho otra cosa, habría arreglado sus problemas a hostias.
En cuanto a los personajes femeninos de la novela, hay que decir que son tres mujeres de generaciones distintas, pero las tres muy empoderadas.
Siempre me ha llamado la atención, para mal, el silenciamiento de la voz femenina en la literatura. De hecho en 2005 publiqué una novela, El mar en ruinas, que era una continuación de La Odisea desde el punto de vista de Penélope. He querido de forma consciente que los personajes femeninos de esta novela tuvieran un carácter fuerte, pero ninguna de ellas es una femme fatale. La femme fatale es una fantasía puramente masculina. Además, el empoderamiento de la mujer también está en el Quijote: pensemos el discurso de la Pastora Marcela en el que defiende la autonomía y la libertad de las mujeres en una época tan remota como como el siglo XVII.
Sin voluntad de destripar nada, usted resuelve la trama muy rápido, con mucho ritmo, pero rápido.
Mucha gente piensa que lo importante en una novela negra es saber quién mató a Laura Palmer, por emplear un ejemplo ahora que ha muerto el gran David Lynch. Pero en la novela negra la trama o quién mató a quién importa muy poco, es lo de menos. En mi novela pasa lo mismo. Lo que fascina al lector aficionado a la novela negra es la atmósfera, esa disección de la sociedad en la que va saliendo toda la podredumbre y toda la corrupción, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Una trama está muy bien en un cuento de Poe o en una novela corta de Conan Doyle porque todo está condensado, pero en una novela negra la trama es una excusa para llegar al fondo de la cuestión: que el verdadero crimen es cómo está construida esta sociedad.
¿Esa es la moraleja de la novela?
Roberto Esteban lucha contra la injusticia social, pero esa es una lucha perdida. ¿Quién va a evitar que muchachas inmigrantes sean engañadas y prostituidas o que cada día llegue al aeropuerto de Barajas alguna mula con la tripa llena de droga? Todo eso va a seguir ocurriendo, pero lo bonito es que Esteban tiene el prurito de decir: "Al menos yo he salvado a alguien". Roberto Esteban es alguien que nunca se rinde.
¿Habrá nueva novela de la saga aunque tarde otros 15 años?
Espero que el eclipse no sea tan largo y que Roberto Esteban vuelva a aparecer en breve.
Da la sensación de que se lo ha pasado muy bien escribiendo el libro.
Sí, la verdad es que sí. Roberto Esteban y yo somos viejos amigos y en cuanto le cojo la voz ya tiro millas porque me da mucha libertad para expresar cosas que no podría hacer con otros personajes o en otras novelas. Es algo muy personal.

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