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Literatura de autoayuda, el negocio de la desesperación

La industria de la felicidad mueve millones de euros. Se suceden los títulos esperanzadores que apelan al sufriente desde el emprendimiento personal, la autoestima y la resiliencia. ¿Varita mágica o patraña?

'Soñadores', de Bernardo Bertolucci
Una escena en 'Soñadores', de Bernardo Bertolucci.

La semana pasada supimos que el profesor de psicología Jordan Peterson –considerado uno de los grandes gurúes de la autoayuda– era internado en un centro de desintoxicación por su adicción a los ansiolíticos. El que durante años disertara en conferencias por medio mundo sobre desarrollo personal y conducción de la existencia, sufría –según recogía The Times– una "inquietud interminable e irresistible que rayaba en el pánico y una incapacidad para quedarse quieto. Y eso le hizo suicida".

La paradoja, no por triste, es menos jugosa. La dependencia física de Peterson a la benzodiacepina y sus impulsos suicidas contrastan con uno de sus últimos libros publicados, el titulado 12 Reglas para la vida: un antídoto contra el caos. Quizá el bueno de Peterson decidió saltarse su propia medicina y probar con otro tipo de farmacopea. O quizá su propia medicina no es más que una patraña que busca monetizar el respetable anhelo de dar sentido a una vida en tiempos líquidos.

El mantra del 'si quieres, puedes' genera frustración a espuertas 

"Habitamos una sociedad desquiciada donde parece que tenemos que vivir instalados en el positivismo, como si tuviéramos que ser felices en todo momento, esa presión hace que mucha gente recurra a este tipo de libros", apunta la profesora de psicología Sílvia Sumell. Ya lo dijo el británico Aldous Huxley, experto en distopías varias, hace casi un siglo: "No hay mayor negocio que vender a gente desesperada un producto que asegura eliminar la desesperación".

La cosa viene de lejos. Solo que ahora copa las estanterías de novedades y mueve cientos de millones de euros. Hablamos de títulos esperanzadores que apelan al sufriente desde el emprendimiento personal, la autoestima, la resiliencia y la autoilusión del pensamiento positivo. Cambia de hábitos, cambia de vida en 30 días, Piense y hágase rico, El monje que vendió su Ferrari: una fábula espiritual, Los secretos que jamás te contaron… son solo algunos ejemplos que conforman el creciente syllabus de esa dictadura de la felicidad que habitamos.

Se trata, grosso modo, de convertir en un problema individual lo que en muchas ocasiones es sistémico. El mantra del si quieres, puedes al que se nos conmina genera frustración a espuertas y, de paso, infantiliza al personal con ilusiones vacuas. "El problema es que la gente cree que tiene que ser feliz las 24 horas del día y estos libros, además, propagan la idea de que para alcanzar esa felicidad solo hay que intentarlo, como si el hecho de vivir en una sociedad global e hiperconectada no tuviera efectos, como si sólo intervinieran factores de la personalidad y no situaciones vitales", explica Sumell, docente en la UOC.

Es tiempo de hacer frente a ese festín de cuñados existenciales

Primar lo breve y lo fácil frente a situaciones de gran complejidad en búsqueda de una supuesta eficiencia vital. Siguiendo esta lógica, la autoayuda se podría enmarcar en el ámbito empresarial, silenciando cualquier tipo de disidencia o de cuestionamiento general ya que el problema (y la supuesta solución) están en tu interior. "Hay dinámicas y procedimientos calcados del marketing y el mundo empresarial, de eso no hay duda, pero también hay influencia de ciertas corrientes de la psicología que hacen hincapié en protocolos de intervención que el paciente puede llevar a cabo por sí mismo", apunta José Ignacio Baile, vicerrector y profesor del grado de psicología en la UDIMA.

"Pueden ser útiles para aspectos relacionados con la motivación o la autoestima, pero poco más, no los recomendaría para abordar ningún tipo de trastorno", concede la profesora Sumell. Olvídense, por tanto, de afrontar una posible patología sirviéndose de este tipo de artefactos editoriales. Vayan a un especialista. Pero si lo que les mueve es una legítima búsqueda de respuestas a una situación de desamparo, huyan también. El recetario de estas publicaciones a menudo cae en una suerte de conformismo vital: si tu trabajo es una basura, haces más horas que un reloj y tus condiciones salariales a duras penas te dan para alquilar algo que no sea un cuchitril en la periferia, ponle una sonrisa a la vida y todo irá bien. Una lógica perversa que nos lleva a la atomización y que promueve la inacción.

Escribió en su día el filósofo francés Gilles Deleuze ante la recurrente pregunta de qué nos aporta la filosofía que esta «sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa». Quizá ha llegado el momento de contraprogramar ese festín de cuñados existenciales y gurúes de la resiliencia con un poco de filosofía, probar un antídoto nuevo frente al desosiego contemporáneo, uno que provenga de la razón pública y el sentido común.

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