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Manuel Azaña, la memoria republicana

Una nueva edición de las obras del presidente republicano recupera escritos y documentos hasta ahora perdidos

ANTONIO J. MARTÍNEZ

Espíritu republicano y excelente orador. Así podría definirse la cara política de Manuel Azaña. Teórico de la palabra y grandísimo ensayista. En esos adjetivos podríamos apoyar su enorme creación literaria. Con estos mimbres, es lógico que sus escritos siempre hayan suscitado atención.

Ya entre 1966 y 1968, Juan Marichal publicó en México la mayor parte de sus obras, que rescató de las manos de su viuda. Ahora, el historiador Santos Juliá ha compilado todo el material en una edición realizada por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, organismo dependiente del Ministerio de la Presidencia.

Intensa vida política

Azaña nació en Alcalá de Henares el 10 de enero de 1880. Su infancia estuvo marcada por la tragedia. A los nueve años perdió a su madre y un año más tarde a su padre, lo que le llevó a intentar vencer la soledad mediante la lectura. Su carrera intelectual es meteórica. A los dieciocho años ya es Licenciado en Derecho y dos años después obtiene el doctorado.

Aunque en principio se unió al Partido Reformista, la pasividad con la que actúan en el golpe de estado de Primo de Rivera le lleva a abandonar la formación. Desde entonces, se convierte en un firme defensor de la República, al entender que la Corona favoreció la llegada de la dictadura. Este compromiso le hace formar el partido Acción Republicana en 1925, rápidamente disuelto.

En 1930 firma junto a otros políticos el pacto de San Sebastián para expulsar a Alfonso XIII y sustituir la corona por una república federal. Desde su puesto en el Ministerio de la Guerra durante el Gobierno provisional de Alcalá Zamora inicia la reforma del ejército.

Tras las elecciones de 1931 asume conjuntamente la dirección del Gobierno y la cartera de Guerra. Entre sus reformas destacan los intentos de secularización del Estado, la preparación de una Ley Agraria y del Estatuto de Catalunya y la formalización del divorcio. Los sucesos de Casas Viejas fuerzan su dimisión y pasa a la oposición. En 1934 es encarcelado acusado de participar en el levantamiento de la Generalitat contra el poder central, aunque finalmente es absuelto.

Con el triunfo del Frente Popular en 1936 vuelve a ocupar la Jefatura de Gobierno y luego la Presidencia de la República. La rebelión fascista le obliga a gobernar un país desmembrado. Tras la caída de Barcelona, cruza la frontera francesa. En febrero de 1939 dimite de su cargo y el 3 de noviembre de 1940 muere en el hotel 'Midí' de Montauban.

Su vocación literaria le convierte en colaborador de publicaciones como El Imparcial, El Fígaro y El Sol. Junto a Cipriano Rivas funda La Pluma y dirige la revista España. También llegará a ser presidente de El Ateneo.

Novelas y ensayos

Entre las novedades que presentan sus obras completas destaca La vocación de Jerónimo Garcés, un relato inédito de 1904 en el que trata la muerte de su madre. Su dedicación al ensayo incluye estudios sobre la I Guerra Mundial, análisis sobre el escritor Juan Valera (su Vida de don Juan Valera recibió el premio Nacional de Literatura en 1926), así como ensayos sobre la política nacional. Entre sus novelas sobresalen La novela de Pepita Jiménez, Valera en Italia y El jardín de los frailes de 1927, en la que recuerda sus vivencias colegiales.

En esta ocasión, la obra se organiza en siete volúmenes. Su principal aportación es la presencia de los papeles que la Gestapo le requisó en su exilio francés en 1940 y que fueron entregados a la policía española, permaneciendo perdidos hasta su aparición en 1984 en la Dirección General de Seguridad.

Junto a las obras completas se incluye un CD con el discurso que pronunció en Barcelona el 18 de Julio de 1938, aquel en el que exhortó a los participantes en la guerra a un último intento de reconciliación al grito de: 'Paz, piedad y perdón'. Nadie le hizo caso.

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