Este artículo se publicó hace 13 años.
Máscaras de un poeta universal
Vallejo fundó revistas de poesía, asesoró a jóvenes poetas y vivió varias relaciones amorosas tormentosas
EL EDITOR
César Vallejo estuvo vinculado al mundo de la edición durante toda su carrera. Vivió trabajando de periodista, con las colaboraciones que realizaba desde París para varios periódicos, pero desde sus inicios, todavía en Perú, su objetivo era el de mantenerse con sus poesías. Las primeras las publicó en diarios y revistas de Trujillo con poco más de 20 años. Poco después de llegar a España, se involucra a fondo en el mundo de las publicaciones coeditando con Juan Larrea ‘Favorables, París, Poema’, lo que supuso también su despertar a la cuestión política. A principios de la década de los treinta, colaboró y asesoró a su amigo Pablo Abril de Vivero con la revista ‘Bolívar’, un proyecto que Vallejo sentía como propio. El 18 de febrero de 1930, el poeta escribía a Abril con cierta preocupación por la revista, aportando su experiencia en la edición: “Pienso que ‘Bolívar’ no debería publicar nada que pueda ser considerado como un desahogo, más o menos indirecto, de personales resentimientos con ningún gobierno hispano-americano. [...]. La revista perdería en independencia albergando las palabras de quienes quieren hacer doctrina política a base de rencillas de comedor”. También le da consejos sobre las firmas que deben aparecer en la revista, apostando por la savia joven: “Conviene que se oriente más y más hacia los nombres nuevos e inéditos. Con tal que lo que se publique sea bueno, puede pasarse tranquilamente de los consagrados”.
EL CRÍTICOEntre las cartas que componen la ‘Correspondencia completa’, destaca una que le envía a Nazario Chávez Aliaga, político y periodista peruano, en la que Vallejo hace un comentario crítico sobre su poemario ‘Parábolas del Ande’. Vallejo valora positivamente la obra, aunque no duda a la hora de señalar las partes que no le han convencido. “Antiguo parece, por su signo colectivo, sus fusilerías políticas, su derecho romano y su izquierda giratoria”, le escribe. Vallejo adopta un tono paternalista y didáctico, probablemente motivado por sus años de profesor de instituto y universidad en Perú, donde desempeñó estos cargos sin terminar de asentarse en ninguno. En su comentario sobre el poemario, lo primero que hace es señalar al autor, intentar describir a la persona que está detrás de la obra, lo que revela su visión de la escritura como una prolongación del espíritu del escritor. “No sé la edad civil en que usted ha escrito sus poemas, que denuncian una edad espiritual verdaderamente madura. Reposada cesura de período, desarrollo procesional y tranquilo de alegría y del dolor, discurso doctrinal sin digresión ni aparato, solidez casi clásica del espinazo que ama y odia y del carpo que avanza y permanece. Proclama de bastos, arenga de copas, cada poema suyo emborracha y aporrea, tunde en la historia, apasiona en el instante”, opina Vallejo. En esa carta, se despide pidiéndole noticias sobre la juventud revolucionaria de Perú.
EL AMANTECésar Vallejo tuvo una agitada vida sentimental y sus relaciones amorosas tuvieron una importante influencia en su obra. María Rosa Sandoval, de la que se enamoró en su etapa en Trujillo, inspiró algunos de los poemas de ‘Los heraldos negros’. Durante sus años de profesor en Lima, tuvo una relación tormentosa con una joven de 15 años, lo que le acabó costando el puesto. Meses antes había sufrido otro desengaño amoroso con otra joven, Zoila Rosa Cuadra, que terminó en un frustrado intento de suicidio del poeta. En 1927 conoció en París a la que sería su futura mujer, Georgette Philippart, una joven de 18 años. Ella es la destinataria de varias cartas en la edición de la correspondencia de Pre-textos, como esta que le envió en 1928 y que revela la intensidad con la que experimentaba su existencia: “Vengo de decirte adiós y mi corazón palpita aún con inefable dicha. Me has hecho feliz esta noche como no lo he sido nunca. Me siento arrebatado y loco por la emoción de haberte tenido por completo entre mis brazos. ¡Estuviste tan llena de comprensión femenina! Me siento verdaderamente dichoso y eres tú quien opera este milagro en mi vida”. Georgette le acompañará en sus viajes a Rusia y durante su estancia en España. La pareja se casó en 1934 por lo civil. El 3 de abril de 1970, Georgette trasladó los restos del poeta al cementerio de Montparnasse de París, uno de los deseos de César Vallejo.
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