Este artículo se publicó hace 14 años.
Miguel Hernández, a la tercera
No fue un poeta con suerte. Asociado a las (exactas) versiones de Serrat y a la lucha antifranquista, al El niño yuntero o Las nanas de la cebolla, parece que el destino de Miguel Hernández ha sido sufrir dos grandes injusticias poéticas, por no hablar de las personales... Primero se le trató con el desprecio que los poetas de buena familia (por ejemplo Lorca) reservaban a un poeta con fama de cabrero, porque la lucha de clases pervive hasta entre poetas de izquierdas. Los del 27 le llamaron "epígono genial". Genial, pero al fin y al cabo, un segundón, alguien sin formación académica...
La segunda injusticia le llegó con la democracia y la criba de la poesía comprometida. Alberti sí, el Neruda de las Odas también, pero Miguel Hernández era demasiado raro, demasiado vanguardista para los gustos de la poesía de la experiencia de aquellos años.
Aunque quizá hoy llegue la oportunidad de descubrir al poeta, deformado por los planes de estudio y paradójicamente vivo en los homenajes que se le están haciendo en su centenario. Porque Hernández tiene algo de actual. Es un poeta muy utilizable, como dice un amigo, otro poeta.
Algunos ejemplos. Fragmentación. La condensación neobarroca de su primer libro, Perito en Lunas, donde roza el chiste: "Ya va el río a regarles los azahares / alrededor de sus alrededores, / en menoscabo de la horticultura".
Atrevimiento. Hernández sabe forzar el verso para extremar el sentido, a despecho de la corrección gramatical: "Quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte la noble calavera / y desamordazarte y regresarte" escribe en la famosa elegía a Ramón Sijé, de El rayo que no cesa.
Política. Se pone al servicio del pueblo sin perder un ápice de imaginación verbal. Como en el famoso Rosario, dinamitera de Viento del pueblo: "Dinamiteros pastores, / vedla agitando su aliento / y dad las bombas al viento / del alma de los traidores".
Minimalismo. También fue el poeta de los versos exactos, como salidos de una boca anónima. Así en su Cancionero y romancero de ausencias escrito en la cárcel: "En el fondo del hombre / agua removida".
Por estas razones y tantos buenos poemas, Miguel Hernández está más vivo que nunca.
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