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El nuevo siglo empieza en breve

Varias antologías dedicadas al relato corto escrito en los últimos diez años muestran un sorprendente auge entre los narradores más jóvenes, que ya no prestan atención a traumas de la Guerra Civil y se apoyan e

PEIO H. RIAÑO

Los tiempos corren a favor del experimento literario más temerario. La creciente influencia de las pequeñas editoriales y su apuesta por el relato corto confirman la jugada que años atrás hicieron las mayores. Estos sellos han tomado el género y abierto un notable hueco al joven cuento español, que en los próximos días celebra una de las antologías más esperadas del año: la quinta parte de Pequeñas resistencias, un proyecto de diez años de la editorial Páginas de Espuma, que revisa por primera vez el nuevo cuento español de la década del siglo XXI a través de la obra de 40 escritores.

'Había escritores para hacer varias antologías, porque hay un nivel brillantísimo', asegura Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), que actúa de editor de Pequeñas resistencias. Se ha entendido que el cuento no es un paso intermedio. 'Ya nadie se atreve a decir que es el hermano menor de la novela', resume la escritora Cristina Grande (Huesca, 1962). Aunque la tradición cuentística española se ha visto lacerada por los prejuicios que la consideraban el paso previo a la primera novela, todo apunta a que se está cociendo una generación llamada a encumbrar al género breve.

Neuman señala 'el esperanzador aumento de cuentistas mujeres'

'Muchos hemos empezado como lectores a la sombra de dos grandes tradiciones: la hispanoamericana y la anglo-americana. Y llegamos detrás de grandes cuentistas españoles: Cristina Fernández Cubas, Enrique Vila-Matas, Ignacio Martínez de Pisón Muchos jóvenes se han iniciado en el cuento, porque es un género exigente pero más abarcable que la novela', cuenta Daniel Gascón (Zaragoza, 1981).

'Los libros de relatos han dejado de ser un gueto para iniciados y son leídos por un público amplio', señala Pilar Adón (Madrid, 1971). Precisamente, en su compilación Neuman señala que le ha llamado la atención 'el esperanzador aumento de cuentistas mujeres'. 'Creo que se debe a la normalización de la presencia de la mujer en la sociedad', explica. Sin embargo, Adón no cree que la presencia de narradoras sea 'tan notable': 'Creo que en el libro hay 14 autoras de un total de 40, y lo reseñable sería lo contrario'.

Gemma Pellicer, autora junto a Fernando Valls de la otra gran antología dedicada al relato del siglo XXI este año, publicada por Menoscuarto, confirma que 'ahora hay bastantes escritoras de interés, sin arbitrarias cuotas, que cultivan la narrativa breve'. Y cita a Pilar Adón, Elvira Navarro, Lara Moreno, Berta Vias Mahou, Cristina Grande, Mercedes Cebrián, Irene Jiménez o Esther García Llovet. Otra de estas autoras, Patricia Esteban Erlés (Zaragoza, 1972), cree que en el cuento algunas de ellas han encontrado 'el vehículo ideal para expresar nuestra propia manera de ver el mundo, como una especie de caleidoscopio, como una imagen compleja creada a partir de des-tellos relacionados entre sí'.

'Los libros de relatos han dejado de ser un gueto', dice Pilar Adón

De hecho, los temas sobre los que escribir han variado. De corte mayoritariamente realista, el deseo de los autores sigue siendo el de conmover y perturbar al lector, pero desde la falta de referente conocido, ni local ni familiar. En el prólogo de Pequeñas resistencias 5, Eloy Tizón (Madrid, 1964) destaca que no queda 'el menor rastro de la historias sobre los traumas de la Guerra Civil, la posguerra, la Transición, y poco del naturalismo costumbrista'.

Lo local ha quedado aniquilado. Los decorados abstractos han tomado protagonismo. 'Los nuevos narradores tienen un loable afán por ser cosmopolitas, pero no acaban de darse cuenta de que la mejor manera de ser universales es ser profunda y sinceramente locales', opina el experto Fernando Valls, editor de la antología Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual.

'Sería preocupante que escribiéramos sobre la Guerra Civil', dice Navarro

Ahora, los autores le dedican al género palabras para situarse en el mundo en el que viven y buscarle los elementos de extrañamiento que hacen de la realidad un lugar inquietante. Pilar Adón cree que si hay algo que unifica a los escritores de relato actuales es su diversidad. Los temas son tan variados como las lecturas que realizan, que en su mayoría son traducciones: 'Un escritor es lo que lee; supongo que es normal que los temas varíen y no queden circunscritos a la historia de un país. En mi caso, la Guerra Civil en Badajoz, con su cura y su miliciano, no me inspira demasiado. Un jardín en una región del norte donde llueve mucho y el sol es un pequeño tesoro, sí', resuelve.

Elvira Navarro (Huelva, 1978) lo dice alto y claro: 'Si las nuevas generaciones siguiéramos escribiendo libros sobre la Guerra Civil me parecería preocupante, no sólo desde un punto de vista literario, sino social y político. Yo me sitúo en el presente y escribo sobre lo que me perturba. Me interesa y me angustia cómo nos construimos, que parece sinónimo de cómo nos destruimos'.

Sin embargo, todo apunta a que el abandono es puramente temporal, provocado por un atracón en la novela con este tema en la última década. 'Es posible que el cuento, en su búsqueda de identidad, sintiera este asunto como ajeno. Pero no creo que haya dejado de interesar. No es una catástrofe que acabe con el compromiso, simplemente es un descanso del tema', aclara Neuman. 'La Guerra Civil no es una fosa de cadáveres bien enterrados, por lo que no se puede decir que esté olvidado. Simplemente, estos autores más jóvenes han tomado distancia temática, que es hasta conveniente, porque hay que revisar nuevos enfoques para volver a hacer el ejercicio colectivo de la memoria', remata.

Javier Sáez de Ibarra (Vitoria, 1961) se muestra mucho más radical al analizar la interpretación de la Guerra Civil, porque 'no tiene ningún efecto real sobre la vida de los autores y su búsqueda de un sentido'. 'Por otra parte, hay una considerable pérdida de la conciencia histórica en las generaciones jóvenes. Esta falta les impide tomar la historia colectiva como tema, por más que estén afectados por ella, como todos. Y, puestos a decir algo más, tengo la sensación de que hablar de la Guerra Civil en las novelas es una coartada para no afrontar el presente', explica el autor de Mirar al agua (Páginas de Espuma).

'Prefiero los ambientes urbanos, reconocibles por el lector, y hablar de la época que me ha tocado vivir', explica Esteban. Manuel Vilas reconoce optar por 'la globalización' en todas sus posibilidades temáticas: 'Alienación, soledad, precariedad económica, indigencia moral, el nuevo humor, la crisis de la familia'. Daniel Gascón confirma las palabras de Sáez de Ibarra cuando apunta que nació un mes después del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y que no se siente atraído por el tema. 'Pero no tengo una experiencia directa de la dictadura o la contienda, ni mi vida está marcada por ellas como la de generaciones anteriores. Tendría que encontrar mi ángulo. Pero no corremos peligro de que se deje de escribir sobre la guerra', apunta.

El altavoz de las nuevas intenciones narrativas de los más jóvenes ha sido, como no podía ser de otra manera, internet. Más allá del espacio alternativo a la publicación en papel, el editor puede hacer el seguimiento de la evolución de la obra de un escritor en ciernes, gracias a los textos que cuelgue. No sólo hay más autores, sino que 'hay más vías de difusión que nos permiten canalizar cierta visibilidad', como subraya Patricia Esteban. 'Internet ha sido el catalizador de este fenómeno', como observa el autor de Click, Javier Moreno, para señalar cómo el contacto entre autores en la web ha conseguido un tejido literario inaudito.

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