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Paul Schrader cierra con 'El maestro jardinero' la trilogía de los pecados capitales de EEUU

Su última cinta cierra la trilogía de almas perdidas del cineasta, herederas del Travis Bickle de 'Taxi Driver'. Brillante ejercicio de provocación de Schrader, que se pregunta si hay posibilidad de redención para un supremacista blanco.

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Joel Edgerton y Sigourney Weaver, en una secuencia de la película 'El maestro jardinero'. — Caramel Films

madrid,

Rastrea desde hace años los peores pecados de EEUU y dibuja obstinado los retratos de los hombres culpables de ellos, individuos aplastados por el peso de la culpa, castigados, aislados y agazapados tras alguna inofensiva ocupación, esperando, en una especie de limbo, algún momento para la redención. Paul Schrader, uno de los mejores cineastas vivos, sigue trabajando a los 78 años en su galería de almas perdidas. Ahora lo hace con otra enérgica película El maestro jardinero.

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Cierre de la trilogía que comenzó con El reverendo (2017), donde planteaba un conflicto inaplazable para la humanidad, el de su futuro y el del planeta, y revelaba el hundimiento de la fe y de la esperanza, la nueva película conecta perfectamente con El contador de cartas, aquel viaje por los territorios de la culpa y la penitencia de un exmilitar, torturador en la prisión de Abu Ghraib. Ahora, un nuevo heredero de Travis Bickle (Taxi Driver) arrastra el lastre de un pasado como matón de los supremacistas blancos.

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"Creo que terminaré mi carrera con este tipo de películas, el tipo de película con el que empecé, con Taxi Driver". Schrader hacía este augurio un par de años atrás, cuando presentaba su anterior trabajo. Con El maestro jardinero, este experto maestro en lo más sombrío de la naturaleza humana se entierra en el fango del racismo, pero esta vez lo hace con la promesa, por fin, de la redención. La redención a través del amor… y de la jardinería.

Narvel Roth, su nueva criatura, es un supremacista blanco reformado convertido en horticultor de una espléndida finca, Gracewood Gardens. Allí vive y trabaja a las órdenes de una viuda rica, la señora Haverhill, con la que tiene una turbia relación de sumisión y quien un día le exige que acepte a su sobrina Maya como aprendiz. La llegada de la joven provoca el conflicto, con el que aflorará, amenazante, el pasado siniestro.

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Un momento de 'El maestro jardinero'. — Caramel Films

Joel Edgerton, en una sobriedad inquietante, Sigourney Weaver, exhibiendo el dominio de lo perverso, y la joven Quintessa Swindell dan vida al triángulo en el que vive encerrada esta historia.

Las malas hierbas

"Llevo mi pasado en mi piel todos los días", dice este hombre torturado por la memoria, tatuada en todo su cuerpo en forma de símbolos nazis. Jamás se librará de la sombra con la que vive, pero confía en que llegará el perdón. "La jardinería es creer en el futuro", dice Narve Roth, que antes escuchó muchas veces de su antiguo jefe: "Somos jardineros, sacamos las malas hierbas". "Eso entonces significaba sacamos a los negros", puntualizó Paul Schrader en el Festival de Venecia, donde presentó la película en una gala en la que recibió un León de Oro de Honor.

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Un supremacista blanco, marcado con el sello de la violencia y el odio en su propia carne, sometido a los caprichos y órdenes de una mujer mucho mayor que él y enamorado de una mujer mucho más joven y negra. La provocación está servida. ¿Puede un Proud Boy enamorarse de una mujer negra? nos pregunta Schrader, que esta vez regala un poco de luz, consciente, sin embargo, de que volverá la oscuridad.

La fábula

El cineasta Paul Schrader. — Caramel Films

Narvel Roth y Maya, ciudadanos ambos de la clase trabajadora, podrían olvidar el pasado y vivir una historia de perdón y de amor. "Esa es la fábula", asiente Schrader, que, sin embargo, concluye: "Pero no funciona. Realmente no funciona". "Cuando llegas a lo básico, en el momento en que Donald Trump dice que Obama no nació en Estados Unidos, ves la división -declaró en el marco del festival-. La gente sabe que Obama nació en Estados Unidos, pero quieren creer a Donald Trump porque no les gustan los negros".

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"Esta película va a enojar a la gente. Obama no lo va a poner en su lista de los diez principales, pero era una historia demasiado indignante para dejarla pasar", dijo el cineasta en una entrevista a The Playlist, en la que ya anticipaba la aparición de algún "imbécil en internet" que interpretaría la película como "el relato de la fantasía sexual del amo de los esclavos" y entonces esa idea se repetiría y repetiría.

Lo que necesita ser dicho

Y sí hay en El maestro jardinero una imagen de las antiguas plantaciones de esclavos de EEUU, pero sometida a una radical alteración. Ahora, el esclavista sufre la culpa y ansía el perdón. Además, el jardín de Gracewood refleja una de las metáforas más antiguas de la ficción. "Nacimos en el jardín y luego apareció una serpiente y nos echaron. Es la metáfora más primitiva de la humanidad".

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"Ese es un pequeño juego que he estado jugando durante bastantes años. Usas la narración para calmar a la gente. El contador de cartas te dice cómo contar cartas, te dice a qué juegos jugar, te cuenta los secretos del póquer, pero nada de esto importa un ápice, solo te está aburriendo con la narración, para que, con la misma voz, pueda también deslizar algo que necesita ser dicho". Aquí Narvel Roth habla sobre la historia de los jardines, las épocas de floración, los colores… "Todo eso es solo un galimatías. Pero está diciendo eso para que de repente pueda deslizar la noción de que lleva su pasado en la piel todos los días. Si no lo cubriera con todo ese camuflaje de narración aparentemente irrelevante, sería desnudo y ofensivo".

Con El maestro jardinero, Paul Schrader, que estuvo a punto de morir cuando apenas había comenzado a rodar, pone uno de los puntos finales a una carrera extraordinaria, en la que, al menos, todavía queda una obra más. El cineasta volverá a trabajar este verano con Richard Gere, más de 40 años después de American Gigoló, en una adaptación de un libro de Russell Banks, autor de Affliction, que también él llevó al cine. En ésta, tal vez deje a un lado su exploración de la decepcionante humanidad, pero solo para enfrentarse directamente al tema de la muerte.

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