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Ruben Östlund ridiculiza a los ricos y su adicción al dinero en 'El triángulo de la tristeza'

Con la película ganó su segunda Palma de Oro en el Festival de Cannes y aspira a los Oscar a mejor película, dirección y guion original. Amada y odiada por la crítica, es una comedia salvaje y por momentos, brillante.

El cineasta sueco Ruben Östlund durante el rodaje de la película 'El triángulo de la tristeza'
El cineasta sueco Ruben Östlund durante el rodaje de la película 'El triángulo de la tristeza'. Avalon

A carcajada limpia. Así se ríe el cineasta sueco Ruben Östlund de los millonarios del planeta, de la adicción al dinero, del mundo de la moda y los influencers, del uso de las redes sociales, del decadente reino de la masculinidad dominante, del papel del hombre en la sociedad de hoy, de la sociedad de hoy y de todas las costumbres individualistas y caprichosas que moldean ahora el mundo. Es el humor inteligente y salvaje de El triángulo de la tristeza, con el que cierra una trilogía que comenzó con Fuerza mayor (donde arrasaba con las expectativas creadas sobre los roles masculinos) y siguió con The Square (sátira brutal sobre el mundo del arte contemporáneo).

Relato de un viaje en un yate de súper lujo con una panda de súper ricos que, al naufragar el barco, se ven en una isla desierta a merced de la única persona capaz de encontrar comida, la señora de la limpieza. La estructura de poder al revés. Comedia con momentos brillantes y una secuencia –la gran vomitona- de auténtica carcajada que le valió la Palma de Oro en Cannes, le incluyó en la selecta lista de los únicos diez cineastas de la historia que han conquistado el prestigioso galardón dos veces y en la más exclusiva aún de los que la han ganado dos veces seguida.

Es la primera película que el cineasta rueda en inglés, es excesiva, ha dividido en amores y odios a la crítica, por momentos es una exhibición de cinismo, también una muestra de lúcida ironía, es soez y refinada al mismo tiempo y es una fácil invitación a reírnos de los ricos y una seria invitación a reírnos de nosotros mismos. Es un viaje para llegar al mundo al revés, el que anuncian el capitán del barco (Woody Harrelson), un americano comunista, y el oligarca ruso (Zlatko Buric), un ultraliberal capitalista, en su juego de lanzarse dardos con citas de Tatcher, Marx, Reagan o Lenin, en un diálogo que, a ojos de Ruben Östlund, debía haber quedado superado hace mucho tiempo.

¿Esta película es el final de una trilogía sobre el papel del hombre en la sociedad de hoy y sobre la masculinidad?

Sí. En realidad me ha interesado mucho lo que es ser un hombre en la sociedad moderna y me ha interesado analizar cierto tipo de preguntas y dilemas con los que he estado lidiando como hombre. Los últimos diez años, diría que este tema ha sido el centro de atención también en el debate público. Sin duda hay cierto tipo de privilegio masculino blanco y esta es una posición que está siendo investigada. En mi caso, mi interés por el sentido de ser hombre y la lucha de serlo van de la mano.

¿Y cuál crees que es el estado de la masculinidad hoy?

Creo que en realidad estamos bastante bien, creo que hemos superado ya el hecho de ser muy criticados.

Por otro lado, esta película parece también la tercera reflexión que hace sobre gente rica, ¿de qué forma le interesa el comportamiento de la gente rica en nuestra sociedad?

Creo que surgió un poco rodando la anterior The Square y al ganar la Palma de Oro en Cannes. De repente, comencé a volar en business, a quedarme en hoteles de cinco estrellas y me invitaban círculos sociales en los que no había participado antes. Entonces me interesó mi propio comportamiento porque podía decir cómo había cambiado.

Ya sabía cómo era cuando empiezas a acostumbrarse a que te recoja un conductor siempre, sabía lo que era estar mimado y me di cuenta de lo ignorante que era que eso me empezara a gustar. Así que empecé a investigar más porque no quería repetir la explicación normal de que las personas ricas son malas. Más bien quería mostrar que el contexto con el que están lidiando está cambiando su comportamiento. Por eso en la película era importante mostrar que la estructura de poder cambiaba y que una nueva persona de pronto ha ascendiendo en esa estructura de poder. También cambiará el comportamiento de esa persona.

Marx dijo que el comportamiento de las personas depende del espacio que ocupen en el grupo, en la sociedad. ¿Cree que si los pobres tuvieran el control, se vengarían de los ricos?

No, no creo que tomaran la revancha, al menos no de esa manera. Pero creo que hay bastantes ejemplos interesantes de América Latina donde han tenido dictaduras totalitarias y ha habido una revolución. Cuando el pueblo recibe poder, tiende también a abusar de ese poder. Incluso si su intención es crear una sociedad solidaria democrática, también comienzan a ser corruptos. Si vienes de un entorno en el que ha habido corrupción y dictadura, un sistema totalitario, es muy difícil crear una sociedad democrática y solidaria.

Por eso creo que cuando se trata de crear igualdad en una sociedad, la lucha es constante. Es algo con lo que tenemos que luchar todos los días en cada situación social, en todos los niveles. Y creo que es una lucha que nunca terminará porque la desigualdad existe entre los pueblos, como existe la fuerza de la gravedad, si tienes una piedra en el aire y la tiras, se va a caer. Lo mismo ocurre con la desigualdad. Pero también creo que hay formas de mantener la piedra flotando, que hay un tipo diferente de política, de ética religiosa o social o individual. Lo que pasa es que la piedra no estará flotando si nosotros no tratamos de empujarla hacia arriba.

Hay en la película dos personajes que hablan sobre el papel hoy de las redes sociales. ¿Hacia dónde nos llevan las redes sociales en el contexto de lo que decía antes?

No sé. Pero creo que es interesante el argumento de que si no te gustan las redes sociales, no las uses. Todos mis amigos están en las redes sociales, todo el mundo está conectado a las redes sociales. Decir que no se usen es decir a la gente que no participe en el mundo. Así que de repente todos, trabajadores independientes o trabajadores en empresas súper grandes, y todos los días proporcionamos contenidos a las empresas y trabajamos gratis. Es absurdo y, probablemente, gracias a las redes sociales todos estamos siendo explotados. Nuestra fuerza de trabajo ha sido explotada. La fuerza laboral de todos ha sido explotada, así que…

Otros dos personajes, el capitán americano y el oligarca ruso representan la idea comunista y la capitalista del mundo, aunque al revés, ¿es lo que estamos viviendo hoy, una sociedad que insiste en un debate antiguo, radical, de blancos y negros?

Es interesante porque creo que mucho de la discusión entre el capitán y el oligarca es un poco nostálgico. Veo al capitán marxista como un alcohólico, marxista. Por cierto, mi madre es de las pocas personas que conozco que todavía se consideran comunistas. ¡Y hemos tenido tantos debates políticos en mi casa que han sido así! Como cuando el mundo durante los años ochenta se veía desde la perspectiva occidental o desde la oriental y se golpeaban unas cabezas contra otras. Pensé que teníamos que superar ese nivel.

Creo que la izquierda tiene que admitir que hay algunas cosas buenas en el capitalismo. Incluso Marx dijo que el capitalismo construirá nuestra sociedad primero. Pero ahora la política es casi más como si estuvieras trabajando para un equipo de fútbol en lugar de intentando crear una gran sociedad.

La película habla de temas muy importantes con un humor muy salvaje. ¿Es una especie de recuperación de cierto cine de autor muy entretenido?

Sí, sí. Me he inspirado en todo en Buñuel y Lina Wertmüller, ya sabes, la directora italiana. Eran salvajes y entretenidos al mismo tiempo que tenían una discusión intelectual. Y yo creo que estos eran grandes directores que no se vieron prisioneros del apoyo del estado. Se hizo un cine durante los años setenta, con el sistema de estudio, que estaba animado por lo comercial, también en Europa. Creo que cuando tenemos un cine fundado por el estado… es que si yo soy director y me sale el dinero, o si soy productor y me sale el dinero del estado, estoy económicamente seguro y entonces no me preocupa llegar al público.

Se vuelve más importante rellenar bien las solicitudes para obtener el dinero que realmente llegar al público. En el cine estadounidense, si no llegas al público, te arruinas y pierdes tu trabajo. Así que una idea que tuve fue combinar la mejor parte del cine estadounidense que mira al público con la tradición europea de dejarle entrar en la discusión sobre qué tipo de la sociedad queremos, ser estimulantes desde el cine.

Entonces ¿no cree en las ayudas públicas para el cine?

Sí, pero también creo que lo que ha pasado con el mundo es que nos han entretenido con un nuevo pensamiento liberal, para creer y mirarnos con un enfoque muy individualista. ¡Hemos sido tan ingenuos en Suecia!, no hemos entendido que estas imágenes que la gente está consumiendo, consumiendo y consumiendo en la pantalla en realidad van a cambiar la forma en que ven el mundo. Así que tenemos que luchar contra eso. Tenemos que luchar para que el público mire no solo esas imágenes que nos invaden, sino también para que vean otras y piensen en otro tipo de ideas.

Parece que su nuevo proyecto, 'The Entertainment System is Down', es una película en un avión, en el que todos van a morir. ¿No le importa que el público ya lo sepa?

No sé, creo que no, porque lo importante es que los personajes no lo saben, por lo menos al principio, aunque nosotros sí. Al comienzo de la película se dice que un vuelo se estrella y todos mueren, y luego lo seguimos. Nosotros lo sabemos, pero los pasajeros, no, así que se quejan todo el rato de cosas absurdas, del sandwich que les ponen y siempre quieren más y más…

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