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Santiago Mainar

El culpable que creyó ser Heidi

 

ÓSCAR LÓPEZ-FONSECA

Negar hasta la evidencia. Ese es el primer mandamiento del delincuente que quiere irse de rositas. Y para ello, nada como repetir una y otra vez su propia mentira hasta autoconvencerse que es la única verdad verdadera. Santiago Mainar, el único juzgado y condenado por el crimen del alcalde de Fago, es uno de los mejores exponentes de esta máxima criminal de los aspirantes a Al Capone sin problemas con Hacienda. Así, durante el juicio que se celebró en noviembre en la Audiencia Provincial de Huesca, Mainar negó una y otra vez ser el autor de los disparos que acabaron con la vida de su rival político, Miguel Grima, y terminó por envolverse en los ropajes del victimismo, aunque desde lejos se viera que ese traje no era de su talla ni combinaba bien con el color de sus ojos.

No muy alto, de piel blanca y carrillos a lo Heidi, Mainar llegó a describirse en la vista como lo más parecido al hermano mayor y pirenaico del ídolo infantil. Se presentó ante el tribunal como el chivo expiatorio de esa pérfida señorita Rotenmeyer que es la sociedad, y que buscaba a toda costa una cabeza de turco por aquella muerte. Y para ello, no dudó en dibujar una imagen de sí mismo más cercana a la del bonachón perro Niebla que a la de un asesino. Que si era capaz de poner una y otra vez la mejilla antes de empuñar una escopetas de postas del calibre 12. Que si las 'fechorías' del difunto alcalde le 'indignaban', pero no le 'enfadaban'. Que si lo suyo hacía aquel hombre era compasión y no odio.

Se presentó en el juicio como el chivo expiatorio de esa señora Rotenmeyer que es la sociedad

Con estos mimbres, Mainar tejió el cesto de su anhelada inocencia, aunque este aún presentaba un agujero en su fondo más negro que los de Stephen Hawking: su autoconfesión a la Guardia Civil, en la que había dado detalles que sólo el autor del crimen podía saber con tal exactitud. De nuevo, Mainar, pese a la estrechez del traje, volvió a vestirse de inocente y aseguró que si lo hizo fue porque veía triste a los agentes, que no encontraban al verdadero autor del asesinato. Para ello, no dudó en crear un 'guión' con lo que había oído a periodistas, vecinos, 'literatos' y curiosos, 'novelarlo' con las 'indicaciones' de la Guardia Civil y reconocer que él fue quien apretó el gatillo para 'provocar' su detención. Por si había algún escéptico en la sala, el guarda forestal echó mano de Stieg Larsson y reconoció que la gran cantidad de detalles que dio eran de 'sentido común' para alguien, como él, 'de un nivel intelectual normal y acostumbrado a las novelas policiacas'.

Claro que, muy convencido no debió quedar el hermano mayor de Heidi de lo bien que le había quedado el cuento que cuando el tribunal le dio la última palabra en el juicio se puso a despotricar hasta del apuntador. Algo que no hubiera hecho ni Al Capone con Elliot Ness si aún tenía alguna esperanza de quedar libre. Claro que para entonces, muy pocos dudaban de su culpabilidad. De hecho, en los bares de Huesca, que aquellos días se encontraban entregados a un concurso gastronómico y a dar de comer a decenas de periodistas que habían ido a la ciudad a cubrir la vista contra Mainar, hizo fortuna un chiste sobre el único encausado por aquel asesinato: ¿Cuál es el pincho favorito de Fago? El secreto de Mainar a las finas postas. Ese traje sí era de su talla.

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