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La Singla: la bailaora sorda que llegó a lo más alto y desapareció sin dejar rastro

El documental 'La Singla', dirigido por Paloma Zapata, recupera la figura de la flamenca barcelonesa.

Una imagen de Antonia Singla en el documental 'La Singla', dirigido por Paloma Zapata.
Una imagen de Antonia Singla en el documental 'La Singla', dirigido por Paloma Zapata. La Fabrica Naranja / Inselfilm Produktion / Malandar Films.

Lo que se ve en el vídeo: una adolescente de melena suelta y rostro bravío frunce el ceño y agarrota la mandíbula mientras repican las palmas por bulerías, luego, inicia el floreo con los brazos y se gira, viste camisa de lunares ceñida y pantalón negro, conquista el escenario paso a paso, apabulla, su protagonismo es tan evidente que hasta los palmeros y guitarristas permanecen casi a oscuras, fuera del foco, y ella comienza un zapateado eterno, gesticula, se mueve como pocas lo hicieron antes y baila, baila, baila.

Lo que no se ve en el vídeo: Antonia Singla Contreras tiene 17 años y baila, sí, pero a los pocos días de nacer sufrió unos dolores tremendos que los médicos no supieron diagnosticar y que le arrebataron la audición. Y así, prácticamente sorda, aprendió a bailotear, viendo a su madre tocar las palmas y chasquear los dedos, frente al espejo, imaginándose el compás primero, y, luego, captando algunas vibraciones mínimas de la guitarra.

Y por ese camino tortuoso llega a conquistar los más prestigiosos escenarios, paso a paso, apabulla, viste pantalón negro —pelo suelto y pantalón, en los años sesenta—, los palmeros y guitarristas, que permanecen medio a oscuras, casi que siguen su ritmo y no al revés.

Y ella baila, baila, baila, convirtiéndose en una de las figuras flamencas más reconocidas de la época, hasta que un día, veinteañera aún, en el punto álgido de su carrera y sin dar ni media explicación, desaparecerá.

Paloma Zapata: "Bailaba de una manera extraordinaria. Quienes tenemos una vocación creativa nos damos cuenta de que quería expresarse"

Paloma Zapata quedó impresionada la primera vez que vio a la Singla en ese vídeo. "Bailaba de una manera extraordinaria. Aluciné. Es casi como un grito, quienes tenemos una vocación creativa nos damos cuenta de que quería expresarse, comunicarse con los demás. Es algo único".

Zapata, directora murciana afincada en Barcelona, es la responsable del documental que la ha rescatado del olvido. Supo de su existencia mientras rodaba su anterior película, Peret, yo soy la rumba. Al revisar fotografías familiares con la nieta del cantante, se fijó en una chiquilla muy llamativa, gitana de mirada carismática.

La nieta solo pudo decirle su nombre y que era una bailaora sorda con la que Peret había tocado al principio de su carrera, antes de saltar al estrellato. Zapata buscó ese nombre en internet y apenas encontró una página en Wikipedia, algunas fotos más —firmadas por Colita, la reconocida fotógrafa barcelonesa— y un par de vídeos subidos recientemente a Facebook desde Estados Unidos, que acumulaban millones de reproducciones.

En los comentarios del vídeo, así como en otros que aparecerían luego, se aseguraba que la Singla estaba muerta. Aquella entrada de Wikipedia, según recuerda la directora, se centraba casi exclusivamente en su participación en Los tarantos, la recordada película de Francisco Rovira-Beleta, una adaptación de Romeo y Julieta en la que el amor imposible nacía entre miembros de dos familias gitanas rivales.

Una imagen de Antonia Singla en el documental 'La Singla', dirigido por Paloma Zapata
Una imagen de Antonia Singla en el documental 'La Singla', dirigido por Paloma Zapata. La Fabrica Naranja / Inselfilm Produktion / Malandar Films.

La Singla, con apenas 15 años, interpretó el papel de Sole, y durante el rodaje pudo compartir varios días con un mito del baile flamenco como Carmen Amaya, que moriría poco después —más tarde, muchos señalarían a la Singla como su sucesora—.

Amaya protagonizó la cinta, grabada, además, en su barrio, el Somorrostro, un desaparecido asentamiento chabolista en la periferia barcelonesa, junto a la playa. Los tarantos obtuvo una nominación al Óscar a la Mejor película de habla no inglesa en 1963, pero fue derrotada nada menos que por Federico Fellini y su .

La Singla participó en la película porque, a pesar de su juventud, ya era muy conocida en el Somorrostro, donde ella también había nacido en algún momento cercano a 1948 —se desconoce la fecha exacta—. Allí, la apodaron la muda, un calificativo del que logró desprenderse cuando, a los 12 o 13 años, aprendió a hablar colocándose un lápiz en la boca, algo que hizo de la misma manera que aprendió a bailar: sola y frente al espejo.

Su madre, nada más comprender la casi inexplicable circunstancia de que a la niña se le daba muy bien el baile, empezó a llevarla por los bares para que actuase. Así la conocieron varios miembros de la burguesía catalana, que se encapricharon de ella y le abrieron muchas puertas, hasta el punto de bailar para gente como Salvador Dalí o Jean Cocteau, quien dijo de la Singla que escupía fuego por la boca y lo apagaba con los pies.

La Singla comenzó actuando en los bares, de niña, donde se dio a conocer entre la burguesía catalana

Tras arrasar en Barcelona, su carrera continuó con un ascenso meteórico: tomó la alternativa en el consagratorio tablao madrileño de Los Califas, además de dar el salto a Europa, con cuatro años de gira por más de treinta ciudades que incluyeron escenarios tan renombrados como el teatro Olympia de París.

Pero todo ese reconocimiento internacional comenzó en Alemania, donde recibió el calificativo de la mejor bailaora del mundo. Allí, unos promotores de góspel y blues decidieron crear en 1965 el Festival Flamenco Gitano. La Singla se convirtió en la principal figura de las ediciones sucesivas, en las que compartió cartel, entre muchos otros, con Paco de Lucía o Camarón de la Isla. Con el guitarrista algecireño también salió de gira, igual que con Ella Fitzgerald en 1967, lo que le permitió bailar a ritmo de jazz.

Eso sí, desde hacía algunos años ya, su carrera la dominaba un personaje oscuro: el padre, que, cuando ella era una cría, se había ido de casa para instalarse en Francia —los abuelos de la Singla eran gitanos del Rosellón y Perpiñán—, abandonando a su madre y dejándola con muchas bocas que alimentar.

"El mayor descubrimiento es la historia que la Singla tiene detrás"

En el país vecino formó otra numerosísima familia, pero un día vio una foto de su hija Antonia en el periódico y decidió regresar inmediatamente a España para apoderarse de su destino. Dispuso a su antojo de la gallina de los huevos de oro. No solo le manejaba los asuntos profesionales, también decidía cualquier aspecto de la vida de su hija, encerrándola en una cárcel invisible y procurando que se relacionase con la menor cantidad de gente.

Para Paloma Zapata, el principal hallazgo no fue descubrir que, al contrario de lo que muchos aseguraban, la Singla sigue viva. "El mayor descubrimiento es la historia que tiene detrás. Por ejemplo, todo lo que hizo en Alemania", asegura la directora.

"Ella, al ser sorda y estar completamente aislada por su padre, tampoco sabía bien con quién había estado ni cuándo, no tenía información de sí misma, así que hemos tenido que ir investigando su historia", afirma Zapata.

Esa investigación dio sus frutos, ya que fue encontrando verdaderas joyas de archivo que, a la postre, supusieron los elementos más potentes de la película. Joyas como una grabación de la BBC en la que la Singla baila mientras canta el Lebrijano, o el registro de la ZDF alemana de sus giras por Europa, así como una película protagonizada por ella, Die Geschichte der Antonita Singla, mezcla de formato documental con ficción, que llevaba sesenta años guardada en un cajón.

La bailaora sufrió una depresión que la mantuvo seis años postrada en la cama, desapareciendo de la noche a la mañana

A eso hay que añadirle el impresionante material —cajas enteras repletas de recortes de periódicos, fotografías y toda clase de información sobre la Singla— que cedió Paco Benegas, quien fuese representante de la bailaora en su etapa más temprana, antes de que irrumpiese su padre.

Precisamente sobre su padre pasa de puntillas el documental, y lo hace de manera consciente, ya que se plantea como una reivindicación de su carrera, que no quiere incidir en los aspectos más negativos de su vida. La película sí explica que, a pesar de la conducta abusiva que sufrió, pudo conocer a su marido y casarse felizmente, aunque eso no fue óbice para sumirse en una depresión que la mantuvo seis años postrada en la cama. Por eso desapareció de la noche a la mañana. Cuando logró recuperarse arrastraba secuelas psicológicas y físicas y ya nunca volvió a bailar.

Imagen del documental 'La Singla'
Imagen del documental 'La Singla', dirigido por Paloma Zapata. La Fabrica Naranja / Inselfilm Produktion / Malandar Films.

A pesar de esa desaparición repentina, sorprende mucho que su nombre no haya trascendido a lo largo del tiempo ni resuene lo más mínimo en el acervo cultural español. Para Paloma Zapata, "quizás influya que fue más famosa fuera que aquí y, además, durante décadas no había documentos disponibles. Pero me parece que hay algo injusto e inexplicable en que no se haya hecho esta búsqueda antes".

Hoy, gracias a su película, aparecen en internet numerosos resultados relacionados con la Singla. "Me siento superorgullosa porque, además, no ha sido un camino fácil", afirma la cineasta. "Son cuatro años de buscar la manera, era consciente de que suponía un reto importante y quería estar a la altura".

La buena acogida de la cinta, asegura, se nota en cada pase en las salas de cine. "Hay reacciones muy fuertes entre el público, personas que se emocionan. Y gente del mundo del flamenco, de la danza y de la comunidad sorda que me lo agradece. Y eso para mí es una experiencia vital muy especial", concluye.

El documental no solo ha supuesto el rescate de una figura olvidada en las profundidades de la hemeroteca, sino que también toca temas como la superación, la representación de las minorías, el abuso y la salud mental. Solo hay que atender al testimonio de la propia Singla, ya septuagenaria, casi al final de la película: "Desde pequeñita siempre estuve triste, pero siempre tuve una sonrisa".

Lo dice quien recorría ciudades de escenario en escenario mientras alucinaba al mundo, la misma mujer que ahora, desde el retiro en el que lleva cobijada más de medio siglo, lo resume todo con una sentencia demoledora: "Nunca he sido feliz".

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