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Teatro y museos con ceguera, conciertos con sordera: así experimentan las personas con discapacidad la cultura

La gente con discapacidad también puede disfrutar de la cultura. Tan solo pide igualdad de oportunidades en este ámbito.

Un hombre palpa un cuadro de El Greco que forma parte de la iniciativa 'Hoy toca el Prado'
Un hombre palpa un cuadro de El Greco que forma parte de la iniciativa 'Hoy toca el Prado'. Museo Nacional del Prado

Un fin de semana cualquiera, en una vivienda cualquiera. Un pequeño sube el volumen, pone las manos sobre los altavoces y disfruta. Tiene sordera, no puede escuchar la música que suena, pero esta es su pasión desde que tiene uso de razón.

"Tenía a mi familia loca con esta euforia mía". Pepito Rueda tiene 50 años ahora y, desde su Almería natal, atiende por teléfono a Público. "Soy muy aficionado a la música, me gusta sentir los sonidos, las vibraciones... Pero, por lo general, a los sordos no nos llama la atención la música porque no nos lo potencian, no nos educan en ello", explica.

La discriminación, denuncia, comienza desde su más tierna infancia, cuando se les priva de este tipo de conocimiento. Y continúa a lo largo de su vida. "Si te fijas en cómo ha avanzado recientemente la tecnología, flipas. Pero en nuestro ámbito aún estamos en el siglo pasado. Han mejorado algunas cosas, pero hacen falta recursos", remarca.

Empresas como la Fundación Music For All trabajan para que la accesibilidad sea cada vez más una realidad en conciertos y festivales de música.

Entre las medidas que ponen en marcha están no solo que el espacio esté adaptado a personas con problemas de movilidad, sino también la subtitulación de las canciones, la audiodescripción de lo que sucede en el escenario, la participación de un intérprete en lengua de signos... Además, prestan el material necesario, como los bucles magnéticos -que se acoplan a los audífonos e implantes cocleares para que el sonido llegue directamente a sus oídos- o las mochilas vibratorias.

La finalidad de esta organización va más allá, procurando que "las personas con discapacidad, además de disfrutar de la música, también contribuyan artísticamente". Así lo explica Raquel García, coordinadora de actividades, que cuenta que, para conseguirlo, contratan a gente con discapacidad para que trabajen en los eventos.

"No es solo ofrecer un servicio, es normalizar, es que todo el mundo disfrute sin señalar a nadie con el dedo por sus diferentes capacidades, porque todos tenemos diferentes capacidades. Hacer comprender que tu realidad no es la única". María, Rozalén para quienes la siguen por su música, refleja la esperanza que comparten las personas con discapacidad que sueñan con disfrutar de la cultura en igualdad de condiciones y quienes aspiran a un mundo más justo. 

Beatriz Romero trabajaba con menores con sordera en un instituto y era payasa, pero de las de verdad, de las que estudian en la Escuela de Circo. Coincidieron y surgió la magia. "A ella le gustaron mucho mis canciones y a mí me encantó la lengua de signos de la que ella es intérprete, que me parece la lengua más bella que existe", explica. Juntaron la música de Rozalén con el baile de manos de Bea y llevaron los conciertos a otra dimensión. "La primera vez que nos pidieron actuar juntas salió algo muy bonito. Luego, la gente hablaba de lo que habíamos provocado juntas", explica la cantante a Público

Desde entonces, la bola de nieve ha ido creciendo y a la lengua de signos que Bea traslada al escenario, se sumaron los subtítulos, las mochilas vibratorias y multitud de herramientas para convertir la música en accesible. 

Rozalén y Beatriz Romero, durante un concierto de la gira 'El árbol y el bosque', celebrado en Pamplona
Rozalén y Beatriz Romero, durante un concierto de la gira 'El árbol y el bosque', celebrado en Pamplona. Eduardo Sanz / Europa Press

"Nos están pasando cosas muy bestias. La gente nos transmite cosas muy buenas. Me acuerdo una vez que llegó una chica con sus padres. Era la primera vez que iban a un concierto en su vida", rememora Rozalén.

El teatro, un reflejo de la pluralidad que hay en la sociedad

El Teatro del Barrio en Madrid es otro ejemplo de accesibilidad en la cultura. Dentro de su programación siempre incluyen espectáculos en los que parte del elenco hay personas con discapacidad.

Consideran el teatro como una herramienta de integración. Cuando comenzó la inquietud en el arte por la inclusividad, se planteaba desde una perspectiva más terapéutica, en la que primaba lo social por encima de lo artístico. Luego, eso ha ido variando, dándole una mayor importancia a la parte artística.

Ana Belén Santiago, su directora artística, explica que desde el Teatro del Barrio hacen "teatro político y social". Convierten el escenario y el patio de butacas en un lugar de encuentro, de reflexión, de ese arte que remueve las entrañas. "Buscamos que nuestro escenario encarne lo que hay en la calle. Si en la calle hay personas racializadas, con discapacidad… pues que esas personas estén también sobre nuestro escenario", añade.

A sus 73 años, Pedro Eguren es asiduo a los cines y teatros de Madrid, la ciudad donde reside. Tiene ceguera total y, por ello, explica cómo es de importante la accesibilidad para él. "La audiodescripción te da la información que no percibes por la vista: te describe la escenografía, los decorados, el movimiento de los actores, si entran o salen de escena, si señalan a alguien, los gestos…", apunta. "En el teatro, te dan un aparato con auriculares, como de radio, un transistor pequeño", narra.

Otra de las experiencias que se ponen a su disposición son los Touch Tour. "Vamos al escenario y podemos tocar todo: el decorado, el vestuario de los actores, los zapatos y todo lo que sea relevante", explica al otro lado del teléfono. "Y, antes de eso, tenemos una pequeña reunión donde nos cuentan todo lo que va a haber en la obra para que lo podamos comprender todo mejor", añade.

Lo mismo ocurre en el cine, con la única diferencia de que la audiodescripción se sincroniza desde el teléfono móvil con la película. "Lo que pasa es que normalmente suelen hacerlas accesibles cuando ya ha pasado el furor de la película en el cine", relata, para a continuación hacer una petición: "Deberían poner todas las películas con audiodescripción en el momento en que se estrenan. Y en teatro, igual".

Los museos, sensibilizados, pero “hay que mantenerlo todo”

Los museos son una tercera pata de la cultura. En el Prado trabajan la accesibilidad en dos niveles: por un lado, facilitan que la gente con discapacidad acuda de manera autónoma y, por otro, buscan la integración de este colectivo, que pasa a trabajar en este organismo artístico como parte de su personal.

"Promovemos una participación positiva en estos colectivos que tradicionalmente han estado más excluidos. Buscamos fomentar que vengan, que aporten", explica a Público Santiago González D'Ambrosio, encargado de las iniciativas Prado Inclusivo y Prado Social.

Para ello, más allá de que el 100% del espacio que compone el museo sea accesible, ponen a disposición de los usuarios signoguías -que explican las obras en lengua de signos-, la audiodescripción y hasta una guía táctil de Las Meninas, que combina los macrocaracteres y el texto en braille con reproducciones a color y en relieve de las diferentes figuras de la obra. Además, para la gente con discapacidad intelectual tienen una guía de lectura fácil.

Una de sus exposiciones más adaptadas es Hoy toca el Prado, compuesta por reproducciones táctiles de obras emblemáticas del museo y que proporciona, además, información visual de las mismas. "Es también un modo de sensibilizar a todo el público, de demostrar que las personas con discapacidad también pueden disfrutar del arte", cuenta González D’Ambrosio. "Además, tenemos gafas opacas para que todo el mundo pueda acercarse a la experiencia que puede tener una persona ciega", añade.

"Esta experiencia está muy bien, es súper interesante, es de esas cosas que te gustan. Toda la vida estudiando arte y luego vas y las tocas. Es estupendo. Tienes una guía que te va explicando cómo tocar el cuadro: Arriba a la derecha tienes no sé qué...". A sus 64 años, José Pedro González Alcón, con ceguera total, y aficionado a todo tipo de museos relata a Público desde Madrid su vivencia al respecto, con una euforia que se hace evidente al escuchar su voz.

"En la vida estás acostumbrado a percibir la realidad por lo que la gente te cuenta. Te vas a una puesta de sol y la gente te va contando los diferentes colores, las diferentes tonalidades que va tomando el cielo, el mar… Y un museo no es diferente a la vida", narra.

José Pedro, sin embargo, es crítico y pide seguir dando pasos adelante para que las personas con discapacidad pueda disfrutar del arte en igualdad de condiciones: "Cada vez existen más posibilidades y más sensibilidad. ¿Qué pasa? Que si existe algo luego hay que ir actualizándolo porque las cosas se deterioran. Hay que mantenerlo todo".

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