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El Atlético da con todo

Dos tantos del Kun, el primero maravilloso, y uno de Godín, Diego Costa y Fran Mérida construyen una cómoda goleada

JOSÉ MIGUÉLEZ

Diez minutos de papeles confundidos, dominador el Universidad, nervioso el Atlético, con De Gea despejando mal con el pie y Perea, algo ya no tan raro, mandando el balón despedido a una banda cuando lo que pretendía era dormirlo en un control. Diez minutos falsos, contradictorios con la realidad del partido, que fue abrumadoramente rojiblanca, en su sitio lógico el equipo de Segunda B y en el suyo el del tercer presupuesto de España. El Atlético se paseó por Las Palmas.

Porque pasados esos extraños minutos iniciales, el Atlético se desperezó y se puso a pelear ya de forma decidida y profesional por una competición que necesita y a por la que quiere ir. Lo dijo Quique en la víspera y lo confirmó con un once inequívoco, que nacía en De Gea y concluía en el Kun. Quizás ante otro rival hubiera pagado esa torrija inicial, pero no ante el modesto Universidad, por mucho que luciera a un Futre en su alineación. Era un fuego artificial: ni conducía la pelota con la zurda, ni ondeaba su melena, ni volaba sobre el césped a la velocidad de la luz. Futre sólo hay uno. Como sólo hay un Kun.

Agüero es único, un futbolista sin fotocopia posible. Un delantero habilidoso y potente al que el Atlético echó demasiado de menos mientras reposó en el hospital. Un fenómeno del que pudieron disfrutar los aficionados canarios que se animaron a sentarse ayer en las gradas. Su primer gol fue un verso: controló un balón de espaldas al área, muy rodeado, se giró con calma y de repente arrancó; se coló entre tres adversarios, se plantó solo ante Vargas y le recitó el gol con el interior del pie derecho, bien ajustado a la izquierda del meta. Un golazo.

Antes, Godín había reafirmado su fortaleza como cabeceador. Y después ya no hubo nada. Sólo el hundimiento del Universidad, que empezó a doblarse a golpe de errores. El Atlético siguió serio, atento, comprometido, y aprovechó todos los regalos. Sobre todo, Diego Costa, un ejemplo de futbolista en lo que supone dejarse la piel.

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