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El Barça revive en el Calderón su peor pesadilla

Rijkaard pagó con su cuarto 4-2 en contra la ausencia de Touré

ALBERT MARTÍN VIDAL

En pleno festival de Agüero, el barcelonismo en general, y Rijkaard en particular, estaban sumidos en una fastidiosa sensación de déjà vu.

El apagón defensivo del equipo azulgrana y la saña con que le golpeó el Atlético al contragolpe son cosa bien conocida en el vestuario barcelonés. Tanto, que idéntico resultado y casi idéntico guión se han dado hasta cuatro veces en las últimas cuatro campañas. De estas cuatro goleadas, el vestuario sacó la misma conclusión repetida tras el partido. 'Hemos dado demasiados toques en el centro del campo y nos ha faltado crear ocasiones', decía Rijkaard el sábado. 'Es la historia de siempre: con media ocasión nos han marcado dos goles. Tenemos que aprender', añadía Xavi.

La conclusión, una evidencia: al Barça le faltó veneno arriba y contundencia abajo. Sin embargo, particularmente grave fue la empanada defensiva del equipo, hasta el punto de que el Atlético anotó cuatro goles en cinco ocasiones. Y, aunque nadie lo dijo, todas las miradas estaban puestas en Edmilson, encargado de sustituir a Touré en la decisiva posición de pivote defensivo.

Aunque fueron Milito y Puyol los más castigados por la elástica cintura del Kun, Edmilson fue incapaz de llenar el vacío dejado por Touré en la medular. Además de perder el balón que precedió al segundo gol del Atlético, no destruyó juego ni fue capaz de apoyar a la zaga como lo hace el marfileño, que se había quedado en casa con unas leves molestias musculares en la espalda. Y la diferencia se notó y mucho.

Noches para el olvido

No era, sin embargo, la primera vez que Edmilson sufría en sus carnes semejante varapalo: en enero de 2006, cuando sí estaba a su mejor nivel, fue el protagonista negativo del 4-2 copero que endosó el Zaragoza al Barça, logrando tres goles en cuatro minutos, para cortar su racha de 18 victorias consecutivas y echarlo de la competición. Un año antes, el Barça tuvo dos noches nefastas en que la figura del centrocampista de contención quedó retratada.

El Real Madrid venció 4-2 al Barcelona en el Bernabéu en una tarde en que Márquez estuvo extrañamente ausente y en que el Real Madrid galáctico recortó distancias en la Liga machacando a los azulgrana al contragolpe. Peor fue lo ocurrido en Stamford Bridge dos meses antes, cuando el Barça se despidió de la Liga de Campeones por culpa de los contraataques voraces de un Chelsea que anotó tres goles en once minutos y que acabó logrando otro 4-2. Aquel día, ante la plaga de ausencias en la medular, fue Gerard López el encargado de destruir el juego del equipo de Mourinho. Su desempeño aquella noche fue sencillamente horrible.

Tres historias idénticas a las del sábado, que tuvo el aliciente añadido la remontada madridista en Huelva para cortar en seco la euforia del mes de febrero. Mañana llega el Celtic de Glasgow y el Barça deberá confirmar su presencia en los cuartos de final de la Liga de Campeones. Si Rijkaard ha aprendido la lección, sobre el césped estará Touré.

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