Este artículo se publicó hace 17 años.
El cerebro sin cabeza
La carrera de Schuster como jugador estuvo plagada de incidentes que le generaron una fama de conflictivo
La Eurocopa de Italia 80 dejó para el recuerdo a un veinteañero de melena rubia y lacia que dirigía a Alemania con la precisión de Netzer y la autoridad de Beckenbauer. Un cerebro privilegiado para interpretar el juego que embelesó a la Europa futbolística por su facilidad para poner balones al pie a cuarenta metros, por su disparo y su imperial presencia. Sin embargo, con la misma precocidad con la que Bernd Schuster se consagró, se difundió su complicado carácter.
Rarezas y salidas de tono que todavía le acompañan y agitan su día a día. "Digo lo que me da la gana, es mi opinión. Si a alguien no le gusta, no es mi problema". Esta última perla del miércoles fue para ijkaard, que no comparte que el alemán no acepte las críticas y acuse a la prensa de ignorancia. Así era Schuster cuando su melena se postulaba para un anunció de champú y así sigue siendo ahora que peina canas. Así pierda, o así su equipo de un recital como en Valencia.
Mandobles
Fichado por el Barça a doblón, a los 40 días de su llegada probó los puños de Migueli. El fornido central no soportaba sus ínfulas. Tampoco gustaban en el club sus viajes a Alemania simplemente para arreglarse la melena, ni sus ausencias para jugar con la selección. Este problema quedó pronto solucionado cuando en 1983 renunció a jugar un partido ante Albania por el nacimiento de su hijo. Tampoco era aceptado por el capitán Breitner.
Siendo jugador del Barça dedicó cortes de mangas a los jugadores del Madrid en la final de Copa de 1983. Abandonó el Sánchez Pizjuán en la final de la Copa de Europa que el Barça perdió con el Steaua en 1986 tras ser cambiado por Venables.
Aquel gesto le generó su distanciamiento del vestuario, culminado con el motín del Hesperia en 1988. La plantilla y Luis Aragonés hicieron un comunicado en el que solicitaban la dimisión de Josep Lluis Núñez. Schuster no lo firmó y muchos de sus compañeros le retiraron el saludo.
Las dos siguientes temporadas jugó en el Real Madrid. El vestuario le miró de reojo a su llegada, pero impuso su clase. Su etapa blanca acabó cuando se negó a ir a una gira por América. Se bajó del autobús camino de Barajas.
El ‘pirindolo'
Su siguiente club fue el Atlético. También dio un gran rendimiento y dejó un par de perlas. Enterado de que el entrenador argentino Pastoriza, siguiendo las órdenes del secretario técnico Rubén Cano, había llegado con la intención de echarle, dejó para la posteridad esta frase: "Si me vuelve a tocar el pirindolo, le mato". También celebró con butifarras en el Calderón los goles que le hizo el Tenerife al Madrid en el primero de los dramas blancos en la isla.
Como entrenador se enfrentó al presidente del Fortuna Colonia, que acabó echándole. En el Levante se le recuerda un conato de pelea con un jugador contrario en un amistoso. Ya en el Madrid, desmintió unas declaraciones a Premiere en las que decía que "en el Madrid opinan muchos". Eso ya los hacía en su época de jugador, cuando lo que decía en Alemania lo desmentía en España y viceversa. Nada ha cambiado, salvo el color de la melena.
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