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Muere Havelange, el hombre que inauguró la corrupción en el fútbol tras convertirlo en negocio universal

El brasileño, fallecido a los 100 años, fue el hombre más poderoso en el fútbol mundial durante veinticuatro años, revolucionó la FIFA y los Mundiales y sacó tajada de ello

João Havelange y Joseph Blatter, en una imagen de 2002. KIM JAE-HWAN / AFP

MANUEL PÉREZ BELLA (EFE)

RÍO DE JANEIRO (BRASIL).- João Havelange, fallecido este martes a los 100 años, fue responsable directo de convertir el fútbol en un espectáculo planetario y también inauguró el linaje de directivos corruptos de la FIFA que sacaron tajada de este lucrativo negocio.

Con una personalidad fuerte, un carácter hosco y conocido como todo un maestro de las relaciones públicas, Havelange cumplió un siglo de vida el pasado 8 de mayo y lo hizo marginado, sin fastos ni agasajos por parte del mundo del balón.

El brasileño alardeaba de haber encontrado la FIFA con 20 dólares en caja cuando llegó a la presidencia en 1974 y haberla transformado en una multinacional con 209 países afiliados y un patrimonio financiero de 4.000 millones de dólares cuando le cedió el cetro a su sucesor, Joseph Blatter, en 1998.

Bajo su mandato, la Copa del Mundo pasó de 16 a 32 selecciones y dio un mayor protagonismo a América, África y Asia, extendiendo la fiebre por el fútbol a todos los rincones del planeta. Además, introdujo nuevos torneos como los mundiales sub'17 y sub'20, el Mundial de Clubes, la Copa Confederaciones y la Copa Mundial Femenina, con los que la FIFA se convirtió en una máquina de hacer dinero.

En los 24 años que ocupó la presidencia de la FIFA, se empeñó en que el fútbol se transformara en un espectáculo que consigue que los millones de personas que no caben en el estadio estén presentes a través de la pantalla. Pero de forma paralela, aprovechó los millonarios ingresos que aportó la televisión para llenarse los bolsillos de sus elegantes trajes, con lo que inauguró la infame saga de dirigentes de la FIFA cuyo nombre se ha visto manchado por la corrupción.

El escándalo, el único que se le ha demostrado, sólo le salpicó en 2012, catorce años después de haber el cedido el poder a Blatter, cuando vio la luz un informe que desveló que tanto él como su exyerno, el entonces presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) Ricardo Teixeira, recibieron sobornos millonarios. Las coimas fueron pagadas sistemáticamente entre 1992 y 2000 por la empresa ISL, dueña de los derechos audiovisuales del Mundial hasta que la compañía quebró en 2001.

Estas denuncias le forzaron a presentar su renuncia como miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) para evitar ser sancionado y también a abandonar su puesto de presidente honorario de la FIFA, cargos desde los que continuó gozando de una gran cuota de influencia y de respeto en el mundo del deporte.

Havelange, con Pelé en 2001. REUTERS

Havelange, con Pelé en 2001. REUTERS

Esa influencia la usó para persuadir a sus compañeros del COI para que designasen a su ciudad natal, Río de Janeiro, como sede de los Juegos Olímpicos de 2016, por delante de Madrid, Chicago o Tokio. El gran artífice de la designación de Río de Janeiro como sede olímpica, fue, sin embargo, el gran ausente en la ceremonia de inauguración celebrada el pasado 5 de agosto en el estadio Maracaná. Río de Janeiro ha escondido su nombre en los Juegos Olímpicos y lo retiró del Estadio Olímpico, que fue denominado João Havelange en 2007, cuando el dirigente era uno de los miembros más respetados del COI.

Su relación con dictadores sudamericanos

Havelange también fue polémico por su trato cercano con las dictaduras que sometieron a varios países suramericanos durante sus años en la FIFA, en especial con Argentina, donde ratificó la celebración del Mundial de 1978 dos años después del golpe de Estado de los militares. En una entrevista, Havelange confesó que intercedió con éxito ante el dictador argentino Jorge Rafael Videla para que pusiera en libertad a un preso político brasileño, Paulo Paranaguá. Además tuvo buenas relaciones con la dictadura brasileña, que se prolongó hasta 1985, y con el Chile de Augusto Pinochet, al que le concedió el Mundial Sub'20 de 1987. 

Antes de llegar a la FIFA, el currículo de Havelange ya estaba vinculado al deporte, aunque no siempre al fútbol, sino también a la piscina. Nacido el 8 de mayo de 1916 en Río, Jean-Marie Faustin Goedefroid de Havelange, de ascendencia belga, llegó a jugar al fútbol en las categorías juveniles del Fluminense y luego representó a Brasil como nadador en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 y en el equipo de waterpolo en Helsinki en 1952.

Al abandonar las piscinas, se dedicó a la abogacía y se hizo empresario. Presidió durante 58 años la compañía de autobuses Cometa, que convirtió en una de las más importantes del sureste de Brasil. 

Comenzó su carrera de dirigente deportivo en 1958 como presidente de la Confederación Brasileña de Deportes, precursora de la CBF, aunque delegó las responsabilidades del departamento de fútbol a Paulo Machado de Carvalho, quien sí procedía de ese deporte y se implicó de forma directa en dar apoyo a la selección. No obstante, se benefició de los éxitos de la canarinha, que durante su gestión ganó tres mundiales con Pelé a la cabeza, puesto que estos triunfos le abrieron de par en par las puertas de la FIFA en 1974.

Desde entonces, gracias a su labor, cosechó incontables honores y reconocimientos en su país y en el extranjero, pero en los últimos años se ha alejado de los focos a raíz de la constatación de su implicación en casos de corrupción.

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