Este artículo se publicó hace 14 años.
La vara de Del Bosque
La exigencia rodea al banquillo de la selección
"Sólo nos queda trabajar lo mejor que podamos y sepamos. Esto es fútbol". Del Bosque pronunciaba esta frase en una conversación informal al día siguiente de ser nombrado seleccionador. Lo acribillaban a preguntas que tenían que ver con el inmediato y exitoso pasado que recogía. Se hacía cargo de un equipo que acababa de maravillar en la Eurocopa de 2008. Y la sombra de Aragonés era tan alargada como alto el listón que le dejó. "Prefiero heredar una selección campeona. Es mejor contar con jugadores que saben lo que es ganar", decía entonces.
Desde el minuto uno, el técnico sabe que el Mundial es su gran prueba
Desde el minuto uno, Del Bosque es consciente de que este Mundial es su gran prueba. La España futbolera se siente ganadora y ahora está en condiciones de exigir más que nunca. La fase de clasificación sólo hubiera servido para matarle en el caso de no haber alcanzado el objetivo. En la Copa Confederaciones, pese a caer con Estados Unidos en las semifinales, tampoco recibió grandes críticas. De haberla ganado hubiera prevalecido otra frase suya que resume las circunstancias en las que se mueve desde el primer día: "Somos conscientes de que los éxitos que logremos serán achacados en gran parte al trabajo de la anterior etapa".
Así que Suráfrica será la gran vara de medir a Del Bosque. Si España tiene un estilo, él también tiene el suyo y no lo ha variado. Es el mismo con el que hizo al Madrid dos veces campeón de Europa. Evita las polémicas y no le gusta el exceso de ruido ni en el elogio ni en la crítica. Ese perfil de bizcochón que no le gusta que se airee prefirió esconderlo en cada título que ganó con el Madrid. No deja de ser curioso que su salida del club blanco sea el hecho que más se haya estirado en el tiempo mediático. Siete años después, a cada sonado tropiezo del que fuera su club, se escucha esta cantinela: "El Madrid no levanta cabeza desde que se fue Del Bosque".
Para algunos es un simple alineador, un heredero del "salgan y jueguen"
Tiene muy asumido que un fracaso en el Mundial cuestionará, en primer lugar, la lista que ha confeccionado. Con ausencias como la de Güiza, Cazorla o Senna ha tocado una fibra sensible del grupo: la de la convivencia. Incluso ha roto un tópico que le persigue: la bonhomía como libreto de cabecera para la tomar de decisiones. Estos tres descartes eran una parte muy importante para que el día a día tuviera golpes de humor. Los tres eran, además, futbolistas que aportaron mucho a la selección que se proclamó campeona de Europa en Austria.
También está preparado para encajar que si Casillas no realiza un buen Mundial será acusado de haberlo desestabilizado por incluir a Valdés en la lista. Luego, aparecerán los detractores que cuestionen su trabajo de campo. Aquellos que le consideran un alineador más que un entrenador o que aseguran que no prepara los partidos. Y, cómo no, habrá quien espete que no es más que es un heredero del simple y reduccionista "salgan y jueguen" de Muñoz y Molowny. Puede que pronuncie esa frase, pero detrás de ella hay mucho fútbol pensado en silencio para ser transmitido en la intimidad a sus jugadores.
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