Como estaba previsto, después de los mensajes de las autoridades monetarias de las últimas semanas, el Banco Central Europeo (BCE) ha bajado este jueves los tipos de interés por cuarta vez consecutiva y ha mantenido la puerta abierta a una mayor relajación de la política monetaria, en un momento en que la preocupación por el débil crecimiento económico ha superado a la inquietud por la persistente inflación. 

El Consejo de Gobierno de la entidad ha acordado recortar un cuarto de punto sus tipos oficiales, de modo que la tasa de depósito (DFR, la actual referencia del mercado) queda en el 2,75%, la de operaciones principales de financiación (OPF, las inyecciones semanales de dinero) en el 2,9%, y la facilidad de crédito (la que presta a los bancos a un día), en el 3,15%.

Es el cuarto recorte de tipos consecutivo y el quinto desde junio de 2024 y los mercados esperan dos o tres más este año, impulsados por el argumento de que el mayor repunte de la inflación en generaciones está casi superado y la debilitada economía necesita un alivio.

La nueva bajada del precio del dinero en la Eurozona se produce después de la reunión de la Reserva Federal de EEUU, en la que se decidió mantener sin cambios los tipos (argumentando que la inflación sigue siendo elevada, una señal que los mercados interpretaron como un indicio de que podría avecinarse una pausa más larga), ignorando las presiones del presidente de EEUU, Donald Trump, que reclama nuevos recortes en los costes de endeudamiento.

En la rueda de prensa posterior a la reunión de política monetaria, la  presidenta del BCE, Christine Lagarde, subrayó  en que la decisión de bajar los tipos se adoptó "sin discusiones y de forma unánime", sin que, en ningún momento, se barajara ni la posibilidad de un recorte más intenso, de medio punto, ni de detener las bajadas.

"Sería muy prematuro discutir cuándo tenemos que parar", indicó Lagarde, porque la institución ni siquiera está cerca de la tasa de interés neutral, aquella que es consistente con el crecimiento económico y el control de la inflación.

"Vientos en contra"

Lagarde advirtió de los "vientos en contra" a los que debe hacer frente la Eurozona, cuya economía se estancó en el cuarto trimestre de 2024.

Sin embargo, a pesar de la debilidad de la economía al final del año, para la presidenta del BCE "siguen existiendo las condiciones para una recuperación", destacando la solidez del mercado laboral, a pesar del repunte del paro en diciembre, además de señalar la expectativa de que el aumento de los ingresos reales y la desaparición gradual de los efectos de la política monetaria restrictiva deberían respaldar una recuperación de la demanda con el tiempo.

Asimismo, advirtió de que los riesgos para el crecimiento económico "siguen inclinados a la baja", ya que una mayor fricción en el comercio mundial podría afectar el crecimiento de la Eurozona al frenar las exportaciones y debilitar la economía mundial, mientras que la menor confianza podría impedir que el consumo y la inversión se recuperen tan rápido como se espera.

En cuanto a la inflación, la presidenta del BCE subrayó que el proceso de desinflación "está bien encaminado", añadiendo que el incremento de los salarios se está moderando, y reiteró que confía en que vuelva al objetivo de medio plazo del 2% en el transcurso de este año, aunque anticipa que la inflación fluctuará alrededor de su nivel actual en el corto plazo.

Las sucesivas bajadas de los tipos de interés están abaratando gradualmente los créditos nuevos para las empresas y los hogares, lo que, en la práctica, supone que la combinación de "desaparición gradual" de los efectos de la política monetaria restrictiva y la recuperación de las rentas reales debería propiciar respaldar una recuperación de la demanda, a pesar de los factores adversos que persisten en la economía europea.

Entre ellos, Lagarde se refirió a la "injustificada" guerra de Rusia en Ucrania o las tensiones comerciales a las que apuntan las amenazas de la Administración estadounidense de Donald Trump de imponer aranceles a las exportaciones.