Las otras consecuencias de la guerra de Ucrania que repercuten en los bolsillos de los españoles
Las consecuencias de la invasión rusa y de las maniobras especulativas desatadas a su estela acumulan ya dos años de intenso impacto en unas economías familiares que se han visto obligadas a modificar sus patrones de consumo.
Zaragoza-
"En la guerra no hay soldados ilesos", tiene dicho el escritor argentino José Narosky, hijo de padre lituano y madre ucrania, en un aforismo que venía a completar aquel otro en el que el humanista francés Jean Paul Sartre advertía de que "cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren".
Ambos fueron formulados antes de que, con la primera guerra del Golfo, se extendiera el uso de un término como daño colateral, el repugnante término con el que los responsables del ejército estadounidense se referían a las víctimas civiles de sus bombardeos, de su guerra.
A caballo entre los tres conceptos se encuentran desde hace algo más de dos años los consumidores europeos, cuyas economías familiares vienen sufriendo una derivada económica en forma de alza de precios, especialmente intensa en el caso español, que los sitúa como damnificados de las pretensiones energéticas y comerciales de Rusia que se hallan en la base de la invasión de Ucrania.
Los datos de varios organismos como la CNMC, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, del INE (Instituto Nacional de Estadística) y de OMIE, el Operador del Mercado Ibérico de Electricidad, dejan pocas dudas acerca de cómo han aumentado los precios de algunos productos básicos desde las vísperas de la guerra de Ucrania.
El origen de ese encarecimiento del coste de la vida, que a mediados de 2022 alcanzaba niveles superiores al 10% que no se daban desde comienzos de los años 80, se encuentra en una serie de movimientos especulativos simultáneos desatados al socaire del conflicto bélico y que intensificaron una tendencia alcista de los precios iniciada poco antes, en la primavera de 2021, y cuyos efectos se vieron amplificados por la etapa de congelación salarial posterior a la pandemia.
El encarecimiento del coste de la vida a mediados de 2022 alcanzaba niveles superiores al 10%
Esa espiral inflacionista, atenuada en parte por un paquete de medidas de alivio en forma de rebajas fiscales y ayudas en áreas como la movilidad, ha obligado a las familias a modificar sus patrones de consumo en ámbitos como el consumo de energía, la alimentación y el transporte.
Los registros muestran como, por ejemplo, los precios medios de la electricidad se están estabilizando en unos niveles que duplican a los previos a la pandemia y a la guerra de Ucrania, con un promedio de 87,10 euros por Mw.h (megawatio.hora) el año pasado frente a la horquilla de 37 a 57 de la segunda década del siglo.
Paralelamente, el precio del litro de gasolina se está normalizando por encima del euro y medio mientras el del gasóleo de automoción lo hace en su entorno, lo que supone entre 20 y 40 céntimos más que antes de la espiral inflacionista.
Y, por último, el precio de venta al público de los alimentos cerró el año pasado con un encarecimiento del 35% sobre el de 2017 y con otro de algo más del 30% sobre el previo a la espiral de precios.
¿Qué es lo que ha ocurrido para que se dé esa situación? El portavoz de la asociación de consumidores Facua, Rubén Sánchez tiene pocas dudas: "Partimos de que se han producido incrementos de márgenes, de que en muchos sectores se está ganando mucho más dinero, y eso se atribuye a un aumento de costes por la guerra".
"Desde el minuto uno deberían haberse puesto desde el Gobierno topes a esos márgenes para los productos esenciales, pero se optó por congelarlos y solo en el caso de los afectados por la rebaja del IVA", añade.
"Los precios han dejado de acelerarse, pero no bajan"
El problema para las economías familiares es que ese escalón de subida de los precios no va a bajar, o cuando menos no va a hacerlo a corto ni a medio plazo.
"En España hubo un acelerón de la inflación, y ahora estamos con un crecimiento del 3,4%. Esos significa que los precios han dejado de acelerarse, pero no han bajado. Hemos subido un peldaño y ahora aumentan de manera menos acusada", explica Julio Rodríguez, de Economistas Frente a la Crisis.
"En España los precios han dejado de acelerarse, pero no han bajado", explica Rodríguez
Es lo que los economistas denominan efecto escalón, un fenómeno estadístico en el que la ralentización del indicador se produce tras una subida acusada, una evolución susceptible de generar una impresión de mejora que acaba no siendo tal si se abre el foco para observar un periodo más amplio.
El Gobierno comenzó a retirar con el arranque del año, y de una manera progresiva, algunas de las medidas de alivio que había comenzado a aplicar a partir de finales de 2021 para paliar los efectos de la escalada de precios en las economías familiares, y cuya aplicación estaba generando un notable descuadre en las cuentas públicas al no verse compensados por la recaudación de las nuevas figuras tributarias como la tasa extraordinaria a la gran banca y las multinacionales energéticas.
Y eso está comenzando a tener un nuevo efecto alcista en los precios de los productos afectados, especialmente en la electricidad, que vuelve a tirar hacia arriba de la inflación y a mermar el efecto de las subidas salariales.
"Una parte de la subida de la inflación en enero se debió a la retirada de las medidas de alivio, aunque todavía no se ha vuelto por completo a la fiscalidad anterior", señala Rodríguez.
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