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La guerra de Ucrania agrava la mayor subida de la cesta de la compra en tres décadas

La especulación y las prácticas comerciales intensifican la presión sobre las economías familiares al aplicar a los alimentos subidas mayores que las que obtienen los productores, seguir las tendencias alcistas del petróleo para obviar las bajistas y calcar las cotizaciones de la energía mayorista con independencia de cuánto gas se consume.

24/03/2022
Las cadenas europeas de distribución están desbordando la demanda de hortalizas de España desde el inicio de la guerra. CCO / Pixnio

Los movimientos especulativos que han disparado los precios de las materias primas desde el inicio de la guerra de Ucrania y unas prácticas comerciales que calcan esos procesos alcistas para obviar los bajistas se están combinando en el último mes para añadir una nueva escalada de precios a una tendencia inflacionista, cuya magnitud (7,6% en febrero) no admite comparación en más de tres décadas en España y que está intensificando el castigo a las economías familiares, mayor, si cabe, cuando la moderación salarial sigue siendo uno de los ejes de las relaciones laborales en el país.

Uno de los flancos de la cesta de la compra en el que con mayor intensidad, y desde hace más tiempo, se está dejando sentir la presión inflacionista es el de la alimentación, en el que a los 'efectos secundarios' de la guerra comienzan a superponerse los del paro de los transportistas tras un progresivo encarecimiento en los meses previos.

"Los precios no van a bajar en destino aunque la cadena tiene margen de sobra para pagar mejor a los productores", pronostica Andrés Góngora, responsable del sector de Frutas y Hortalizas de la organización agraria COAG.

Aunque el comportamiento de los precios no es uniforme, el cruce de los datos del Ministerio de Agricultura con los de la propia COAG y las principales cadenas de distribución de alimentos que operan en España indican que, aunque la desventaja para el consumidor se reduce con el calabacín, la lechuga y el tomate, frutas como la naranja siguen encareciéndose en los lineales mientras bajan en el campo y verduras básicas como la acelga y la coliflor se encarecen en una proporción mayor en las tiendas que en las huertas, lo mismo que ocurre con la cebolla, los huevos, las carnes más consumidas, que son las de cerdo y de pollo, y los aceites, tanto de oliva como de girasol.

Paralelamente, los productores de hortalizas y verduras comienzan a percibir una recuperación de los precios en origen. "Hay un repunte que quizá sea anterior a la guerra, ya sea por miedo o por haber reconsiderado la dependencia de las exportaciones", explica Góngora, que anota que "la demanda de producción es muy elevada en la UE, por encima de nuestras posibilidades".

Góngora apunta, junto con ese viraje hacia el mercado interior de las grandes cadenas de distribución europeas, que no deja de ser una réplica de los que se dan en China, la propia Rusia y otras áreas del mundo, incluso en EEUU, a la confluencia de otro factor: los invernaderos de Holanda, Bélgica, Francia y Alemania están prácticamente parados al no poder asumir los elevados costes que las calefacciones de gas y la iluminación con leds que requieren para asegurar la producción en los meses fríos.

Y eso ha modificado los flujos de las hortalizas y las verduras, que solo se producen sin necesidad de calefacción en España, Italia, Grecia y el Magreb. "La guerra no nos está afectando a los productores porque hay mucha demanda de Europa, donde las cadenas tienen temor a quedarse sin producto que ofrecer a sus clientes y tienen recelos de comprar fuera de Europa", anota.

Lo que está por ver es si esos movimientos globales acaban activando otro vector de escasez y de carestía para los consumidores españoles, que quedarían así expuestos a una nueva subida en los precios de esos alimentos frescos.

El precio de los hidrocarburos se desvincula del petróleo

También resulta sintomática de la confluencia de esas presiones especulativas y comerciales la evolución del del precio de los hidrocarburos, desconectados de la cotización del petróleo desde que esta cesó la noche del 8 al 9 de marzo una tendencia alcista en los mercados de futuros que habían secundado las distribuidoras de combustible.

Así, mientras el barril de Brent pasaba de 94 a 130 dólares (+38,3%) entre el 24 de febrero y el 9 de marzo, según los datos de Investing), la gasolina sin plomo de 95 octanos subía de 1,61 euros el litro a 1,83 (+13,6%) y el gasóleo se encarecía de 1,49 a 1,78 (+19,55).

Sin embargo, los precios de venta al público de esos combustibles no acusaron el descenso de las cotizaciones del petróleo de los siguientes nueve días, en los que se dejó un 25% para caer a 97,53 dólares la tarde del 16 de marzo, en los prolegómenos de una nueva remontada hasta los 120.

Desde entonces, los precios medios de venta al público de esos combustibles se han mantenido por encima de 1,80 euros por litro, con alguna caída de menos de un céntimo en el caso de la gasolina, en lo que supone la momentánea consolidación de una cota histórica.

El precio de la luz se cronifica en una banda alta

"Estábamos en una situación muy compleja, y la guerra ha terminado de agravar una crisis de materias primas que ya venía de atrás", explica Antonio Turiel, investigador del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) y experto en energía, que considera que el encarecimiento del petróleo forma parte de "un proceso estructural de carestía" por el "agotamiento" de los pozos, lo costoso de las extracciones posibles y la elevada demanda de sus derivados.

"Estamos en los mayores niveles de producción de la historia, pero tenemos un exceso de demanda y de consumo", explica, que va a derivar en una volatilidad de sus cotizaciones. "Si hay un alto el fuego los precios del petróleo y del gas bajarán", señala, aunque continuarán en niveles elevados y seguirán registrando dientes de sierra. "Ya había escasez antes de la pandemia, y esta guerra nos ha catapultado varios meses, o años, al futuro", añade.

Ese encarecimiento del petróleo y de alguno de sus derivados como el gas está teniendo una influencia indirecta en los precios de la electricidad, cuya escalada provocó este miércoles las protestas de sindicatos, organizaciones de autónomos y asociaciones de consumidores, aunque no tanto por esas cotizaciones como por el peculiar sistema de subastas horarias que hace que en España el precio mayorista de esa energía sea el de la tecnología más cara que llega a ese mercado.

Así, las tarifas vinculadas a esos precios mayoristas, que se utilizan en la tercera parte de las viviendas del país (aunque eso incluye varios millones de segundas residencias), se han situado con el inicio de la guerra en unas horquillas más elevadas incluso que las de los últimos meses, según los datos de OMIE), el Operador del Mercado Eléctrico Ibérico.

En este sentido, el precio final de la luz para una tarifa como la 2.0DT, habitual en hogares y pymes fuera del mercado libre, ha superado los 40 céntimos por kilowatio.hora en ocho jornadas y ha llegado en tres de ellas a rebasar los 50, mientras el mínimo solo ha bajado de los 20 en cuatro ocasiones desde el inicio de la guerra.

Las estimaciones de la organización de consumidores Facua indican que el año pasado el precio medio del kilowatio consumido se situó en 25,41 céntimos para un hogar español medio tras haberse duplicado desde los 12,14 del ejercicio anterior.

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