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Jasmila Zbanic: "25 años después de Srebrenica, en Europa hay señales alarmantes de que las cosas no van bien"

Jasmila Zbanic
La cineasta Jasmila Zbanic. Vercine

La cineasta firma una película extraordinaria, Quo Vadis, Aida?, un poderoso, incontestable y estremecedor alegato contra la guerra en el que relata el genocidio de Sbrenica, en el que las tropas serbias asesinaron a 8.000 niños, ancianos y hombres adultos.

Niños, ancianos y hombres adultos, más de 8.000 refugiados en una zona supuestamente segura de Naciones Unidas, fueron asesinados en solo tres días por las fuerzas serbias bajo el mando de Ratko Mladic. El genocidio de Sbrenica ocurrió en julio de 1995 y todavía hoy, veinticinco años después de la guerra, algunos destacados políticos siguen negando aquella masacre. La cineasta bosnia Jasmila Zbanic recupera ese episodio espeluznante –uno de los más vergonzosos de la ONU– en una extraordinaria película, Quo Vadis, Aida? poderoso, incontestable y estremecedor alegato contra la guerra.

Protagonizada por la actriz Jasna Djuricic, la película muestra a una mujer, Aida, intérprete para las Naciones Unidas en Srebenica. Entre los miles de personas que buscan refugio en los campos de la ONU se encuentra su marido y sus dos hijos. Ganadora del Premio a la Mejor Película Extranjera en los Independent Spirit, la película se ha estrenado en Bosnia, Serbia, Croacia... creando gran polémica por parte de los negacionistas que la han calificado de antiserbia. Ello, mientras se siguen buscando 1.700 cadáveres de aquella matanza. La actriz principal y el actor que da vida al general Ratko Mladić (Boris Isakovic), ambos serbios, han recibido mensajes de odio y los medios de comunicación los han llamado traidores.

¿El origen de esta película está en su propia experiencia de la guerra?

Vivía en Bosnia en esa época y conocía la situación de Srebrenica. El día que la tomaron las tropas serbias fue uno de los más difíciles de mi vida. De pronto dejas de creer en todo lo que te han dicho, que los Derechos Humanos cuentan, que no debe haber violencia. Con la traición de la ONU, nada de esto funcionó. Nos fuimos enterando de cosas poco a poco, supimos que habían matado a mucha gente, pero al principio pensábamos que los habían llevado a algún sitio, que estaban encarcelados, que los canjearían por otros prisioneros. Pero pasaron los años, los investigadores descubrieron algunas fosas comunes, las abrieron y la verdad salió a la luz. Todavía hoy faltan mil cuerpos por encontrar. Es un trauma muy presente en la sociedad en la que vivo, incluso para mí. Llegó un momento en que pensé que debía hacer una película, porque mucha gente ignoraba lo que había ocurrido. Entonces empezó el proceso creativo. Cuando se rueda algo sobre el Holocausto, se sabe lo que ocurrió, no hace falta explicar mucho, pero con esta película la duda estaba en cómo entrar en la historia porque, en general, se ignoran muchas cosas.

Ha dicho que la película trata de lo que ocurre si no reaccionamos a tiempo a las señales de alarma. ¿Cree que hoy hay señales de alarma en Europa?

Es verdad que había muchas señales entonces para nosotros los bosnios, pero solo ahora nos preguntamos ¿por qué no lo vimos? Y es lógico. En el momento se ven las señales, pero las explicas de otro modo. No te parece posible que el país se derrumbe, ni que Bosnia –un país con tantas religiones, con tantas naciones– podría tener una guerra. Y la guerra, lo inimaginable, ocurre de golpe, en un día, y eso es lo que pasó. Claro que había señales, pero no fuimos capaces de leerlas. También creo que hace 25 años Europa era un lugar donde la difusión de ideas abiertamente fascistas era posible. Pero hoy en día, 25 años después de Srebrenica, tenemos partidos fascistas en algunos gobiernos, en Alemania, por ejemplo, con el AFD, un partido neonazi. El discurso del odio se ha normalizado. Muchas ideas en contra de los Derechos Humanos son ahora parte de las estrategias europeas. Con esto quiero decir que me parecen señales de que las cosas no van bien. Con suerte, el resultado no será el mismo que en Bosnia; con suerte, se reconocerán y se cambiará esto. Es lo que más deseo.

El ministro de Justicia de Montenegro, Vladimir Leposavic, ha negado el genocidio de Sbrenica...

...Y no solo él. Fue el último caso que salió en los medios, pero el alcalde de Srebrenica también niega que ocurriese. Bosnia tiene tres presidentes, uno serbio, otro croata y otro musulmán. Pues bien, el presidente serbio de Bosnia también lo niega, como también lo hace el presidente de la República Serbia. Hay todo un movimiento de serbios nacionalistas empeñados en negarlo y pagan mucho dinero a lobbies estadounidenses para negar el genocidio. Son conscientes de que si su pueblo descubre lo que realmente ocurrió, perderán el control por el miedo de su pueblo. Llegaron al poder contando a su pueblo que deben temer a los otros, pero si los votantes se enteran de que fueron ellos, esos líderes, lo que cometieron esos crímenes, todo su relato se derrumba. Bosnia no tiene una ley, como tiene Alemania, por la que negar el genocidio pueda ser castigado. En Alemania no se puede negar que hubo un Holocausto. Hicimos todo lo posible para que esta ley se aprobara en Bosnia y aunque Unión Europea tiene mucho poder en Bosnia y podría impulsar esta ley, no lo está haciendo. Me da la impresión de que no quieren que tengamos estabilidad, de que quieren mantener el discurso del odio para desestabilizarnos. Creo que sería una gran ayuda para nuestra comunidad si la Unión Europea defendiera un tipo de ley así para el país.

Jasna Djuricic
La actriz Jasna Djuricic, protagonista de la película. Vercine

Entonces ¿cree que la Unión Europea no ha hecho una reflexión seria sobre lo que ocurrió?

Creo que no. Muchos presidentes de otros países de Europa participan en las conmemoraciones, pero no parecen entender la conexión entre sus países y lo que ocurrió. La Unión Europea observó la guerra de Bosnia durante tres años y medio. No se permitió a los bosnios que se protegieran; fuimos los únicos en esta guerra a los que no se permitió armarse para defendernos, de acuerdo con las reglas de Naciones Unidas. La Unión Europea observaba lo que pasaba con total pasividad. La guerra se detuvo gracias a Estados Unidos, a los Acuerdos de Dayton y los esfuerzos de los negociadores como Richard Holbrooke. Creo que la Unión Europea sigue teniendo un papel en las sombras y que no quiere enfrentarse a esto.

Esta es una historia de la guerra contada desde el punto de vista de una mujer. ¿Qué intención tenía al hacer esta elección?

Quería que la protagonista fuera una mujer porque no pasa a menudo que una mujer protagonice una situación en la guerra; vemos la guerra desde su punto de vista. Quería mostrar que la guerra también es burocracia, que depende de muchos hombres cobardes, hombres que se limitan a cumplir órdenes. Quería mostrar la guerra desde su sensibilidad; para Aida la guerra no es espectacular, se limita a ser la banalidad del mal. No me parece que sea una víctima, nunca quiere ser una víctima. Pero en circunstancias como estas, cualquier esfuerzo humano se ve disminuido, pervertido. Hagas lo que hagas, en estas circunstancias, no saldrá bien. Para mí es la historia de una mujer en un juego de hombres. Eso es la guerra.

Algunos de los actores también vivieron la guerra, ¿aportaron sus experiencias a la película?

Muchos de los actores vivieron la guerra en Bosnia, sí. Para todos nosotros fue más que una película. Hubo casos en los que los actores nos prestaron su propia experiencia porque fueron soldados o estuvieron retenidos en los campos. Eso ocurrió sobre todo con la figuración. Sabía que todos los que eran mayores de 25 años habían vivido la guerra. Tuvimos el caso de dos mujeres en una escena en la que los soldados serbios entran en la base de Naciones Unidas y empiezan a interrogar a la gente. Empezaron a llorar, tuvieron una crisis nerviosa y hubo que llevarlas a la ambulancia, sacarlas del plató. Eran niñas en la época en que estuvieron en los campos de concentración, pero el aspecto del actor, su actitud, sus gritos despertó algo en ellas. Les hablamos, les dijimos que era Emir, un actor que ellas conocían, pero nos contestaron: "Sí, lo sé, pero ha despertado algo dentro de mí y tengo miedo". Tuvimos experiencias así a menudo en el plató.

'Quo Vadis, Aida'
Un momento de 'Quo Vadis, Aida'. Vercine

La película es muy turbadora y muy inquietante, pero usted apostó por no mostrar violencia física. ¿Qué opina de la exhibición de la violencia en este tipo de películas?

Respeto muchas películas que muestran la violencia, no soy una puritana, pero personalmente, no podría reproducirlo. Puede que se deba a que sobreviví esta guerra y no soporto una imagen de ella tal como la recuerdo. No puedo convertirla en maravillosa, espectacular, interesante. Las imágenes que tengo de la guerra solo representan la banalidad el mal y quería que fuera así. Aparte de eso, conozco a otros supervivientes, hablo, trabajo con ellos, y sabía que verían la película, que se identificarían con Aida, con los personajes de sus hijos, que verían a sus hijos como los suyos. Quería proteger la dignidad de estas personas, no quería enseñares cubiertos de sangre, en una situación humillante. También creo que el público es inteligente y perfectamente capaz de crear sus propias imágenes y esas imágenes pueden ser más fuertes, más terribles que las que yo crearía. Cuento con la imaginación del espectador mientras vea la película. Pero he intentado proporcionar todos los demás elementos para que viva la tensión, esa situación insoportable.

¿Vivir la guerra la hizo más dura, más frágil, más sensible...?

Desde luego creo que me hizo más sensible ante muchas situaciones y también más vulnerable. A veces me pongo mala ante ciertas situaciones y mi reacción, para alguien que no haya vivido lo que yo viví, puede parecer exagerada. Ciertas cosas actúan como desencadenantes. Pero también creo que me dio otra perspectiva en cuanto a la vida. Ahora la apreció muchísimo más porque sé lo frágil que es y lo fácil que es perderla en una guerra. Cuando se vive en una sociedad normal, uno olvida lo frágil que es la vida, pero yo lo tengo siempre presente.

¿Siente frustración ante las opiniones de los negacionistas?

Hay muchos enfrentamientos acerca de Srebrenica, mucho discurso del odio en los medios, en las redes sociales. Sabíamos, cuando empezamos con la película, que sería así, pero por otra parte, nos esforzamos en no caer en la trampa de ser utilizados por un partido político o una nación. Algunos políticos serbios han dicho que la película solo muestra que los serbios realizaron un genocidio, pero es exactamente lo que no enseña. La película muestra que Ratko Mladic ordenó el genocidio, pero no todo el pueblo serbio. Y esto es importante porque destruye la historia que cuentan; quieren que su país siga cayendo en la trampa diciendo que se acusa a todos los serbios, pero no es el caso. Solo se ha acusado a individuos porque ellos lo hicieron, y se les ha condenado por lo que hicieron. Por eso mismo decidimos que el primer preestreno se reservara para los jóvenes. Lo organizamos en Srebrenica e invitamos a jóvenes serbios, croatas, de toda Bosnia. Estos jóvenes, todos ellos nacidos después del genocidio, vieron la película y luego tuvimos un debate. Me parece muy importante liberar a los jóvenes, decirles que no tuvieron nada que ver, que sigan con su vida, pero deben saber lo que ocurrió, no deben mantenerse en la ignorancia. Esto creó un ambiente muy distinto en la región porque, de pronto, la extrema derecha serbia no podía meterse conmigo porque no dije nada en contra de los serbios. Muchos jóvenes, compañeros de profesión apreciaron la película y nos dijeron que se habían dado cuenta de que la historia oficial serbia acerca de Srebrenica escondía algo, que había algo raro. Para ellos, ver la película fue una experiencia catártica. Para mí es crucial. No hablo de un gran número de correos electrónicos, pero si son decenas y eso hace que crezca mi esperanza que las cosas estén cambiando en nuestra región.

Quo vadis, Aida?
Una escena de la película. Vercine

¿La entrada de Bosnia en la UE haría que esta situación cambiase?

Desde luego, sería maravilloso. Aunque no pertenezco a ningún partido, soy activista. Como ciudadana, firmé hace unos 15 años con mis compañeros artistas una petición para formar parte de la Unión Europea. Desgraciadamente, estoy convencida de que Bosnia jamás formará parte de la Unión Europea porque tenemos a una mayoría musulmana y Europa sigue siendo racista y nacionalista. Todo lo que se oye en cuanto a que se acepte a Bosnia en la Unión Europea es mentira. Europa tiene una agenda muy definida, muy calculada y orientada hacia los beneficios económicos, pero muy poco hacia los Derechos Humanos. Personalmente me encantaría que fuéramos parte de la Unión Europea, es mi sueño, pero desgraciadamente, no ocurrirá. Europa cometió un enorme error con Bosnia al permitir que se matara a tanta gente y se expulsara a dos millones de personas.

¿Cómo fue el estreno en los países balcánicos?

Siempre pienso que la guerra aumenta todo lo que le ocurre al ser humano. Nos exagera. El dolor, el sufrimiento, todo llega al máximo. La bondad también es llevada al máximo porque si eres bueno con todo lo que ocurre, significa que serías el doble de bueno en una situación normal. Como cineasta, creo que la guerra es interesante, aporta un ambiente, un telón de fondo para las historias porque muestra lo mejor y lo peor del ser humano. Pero para mí va más allá. Siendo Bosnia, creo que nuestra sociedad sigue muy influenciada por lo que ocurrió, pero no lo procesamos, seguimos barriéndolo debajo de la alfombra. Algunos dicen que quieren olvidarlo, seguir con su vida; otros le quitan importancia a propósito. Por eso tengo la impresión de que no lo hemos procesado como es debido. Para mí procesarlo significa sacarlo así, pero también puede serlo para nuestras sociedad. El público aprecia la película y pasa por un momento catártico después de verla.

¿Qué le gustaría que pasara con su película?

Creo que puede tener un eco con mucho de lo que ocurre actualmente en Europa y en todo el mundo. Espero que haga que la gente se pare a pensar en lo que ocurrió en Europa en 1995 y qué paralelismos hay con la actualidad para que esto no vuelva a pasar. Ahora los movimientos de extrema derecha son mucho más fuertes que hace 25 años, pero podemos preguntarnos cómo construir el futuro juntos, cómo respetar en mayor medida los Derechos Humanos y cómo hablar con esa gente. Una de las razones detrás de la guerra en Bosnia, en mi opinión, es que no pudimos comunicarnos, no pudimos hablar, y el resultado fue horrible.

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