Este artículo se publicó hace 3 años.
"Estamos en extinción": así expulsa Madrid a los vecinos del centro
Las terrazas en la vía pública, los pisos turísticos que se multiplican, el ruido que impide dormir
o una cocina fantasma pared con pared con el colegio de tus hijos son solo algunas de las situaciones que
denuncian los vecinos y que el ayuntamiento de la capital permite.
Amanda García — Imagen: Jaime García-Morato
Actualizado a
Pilar, Noelia y Jordi no se conocen, pero tienen algo en común: los tres sienten que les están echando de sus barrios. Viven en el centro de Madrid y sufren los síntomas de lo que Jordi Gordon, vecino de Malasaña, define como "un proceso de expropiación de la ciudad a costa de mi derecho a dormir y a caminar por la calle". Público ha estado con ellos.
Pilar González recibe a los periodistas de este medio en la calle Ponzano, en el madrileño barrio de Chamberí, una de las que concentra el mayor número de bares y discotecas de la capital. La cita era un martes a las 17 h, pero se retrasa porque es difícil encontrar aparcamiento. "A estas horas esto es un desierto lleno de corralillos, está todo vacío y tú no tienes donde dejar tu coche", lamenta Pilar Rodríguez.
Esos "corralillos" de los que habla Pilar son terrazas covid, que son las terrazas apostadas sobre el asfalto en las plazas aparcamiento autorizadas en mayo de 2020 para aliviar los efectos de la pandemia en la hostelería. En el barrio de Chamberí hay, según datos del mes de septiembre, 499 terrazas, y más de 200 ocupan plazas de aparcamientos. Los vecinos han tenido que buscarse la vida, que en la capital suele significar abrir bien la cartera, para poder aparcar cuando vuelven de trabajar.
"Esto es una feria de Abril, pero todos los fines de semana", dice Pilar mientras recorre el barrio. En concreto, la calle Ponzano se ha convertido en la vía de moda para una parte de los jóvenes de la capital. En apenas un kilómetro hay más de 50 bares.
"Desde el jueves por la noche hasta el sábado a las tres de la madrugada aquí no se puede esta", relata Pilar, que lleva más de 20 años viviendo en el barrio. "Todo el que tiene pueblo se pira los fines de semana porque no puedes dormir. Aquí hay gente que tiene todo el día la televisión puesta porque les vuelve locos el ruido de la calle".
Según la nueva ordenanza del Ayuntamiento, del 28 de octubre, las terrazas covid desaparecerán de la calle Ponzano el próximo 1 de enero por tratarse de una zona reconocida ambientalmente protegida (ZAP). No sucederá lo mismo en otras zonas de Chamberí o Retiro, donde se mantendrán hasta 2023. La normativa establece que los "corralillos", como los refiere Pilar, podrán continuar dos años más en las calles de capital salvo en zonas tensionadas, de Protección Acústica Especial y Ambientalmente Protegidas. El consistorio no ha definido todavía cuáles serán esas zonas tensionadas.
Más allá de la concesión excepcional que suponen las terrazas covid, la nueva
propuesta de PP y Ciudadanos para regular las terrazas a partir de 2022 es más
permisiva que la actual y según los vecinos "solo se ha pactado con los bares".
La ordenanza establece que las terrazas deberán dejar 2,50 metros libres y sin
obstáculos en las calles. Pero introduce las llamadas "mesas altas de baja capacidad", es decir, las mesas altas con taburetes que aparecieron durante la pandemia. Estas solo deberán dejar 1,80 metros. Además, se podrán colocar terrazas en calles peatonalizadas, de forma temporal, sacando las mesas y las sillas a la calzada.
"Lo que quieren es cubrir rápido las terrazas que tienen que quitar de los aparcamientos y por eso han decidido ampliar el espacio público que pueden ocupar", dice Pilar Rodríguez. "Esto no pasa por casualidad, están echándonos porque en la medida que deterioran los barrios bajan los precios y entran los inversores", señala esta vecina de Chamberí. "Es incompatible este tinglado con la vida", zanja.
Malasaña para turistas
Dos días después el mismo equipo de Público se encuentra con Jordi Gordon en la céntrica Plaza de la Luna, justo detrás de la Gran Vía, en pleno barrio de Malasaña. "Aquí hay una diáspora vecinal fruto de todo esto que vamos a ver", dice antes de nada. Malasaña lleva años consolidado como uno de los barrios de referencia de la capital: bares, restaurantes, locales de copas, tiendas de moda...Y pisos turísticos, muchos pisos turísticos.
Es difícil, si no imposible, dar una cifra exacta porque casi no hay datos. Pero según los cálculos municipales habría alrededor de 14.000 viviendas turísticas en la capital y más de 1.000 estarían en Malasaña.
Basta con pasear una tarde por el barrio para ver el trasiego de maletas. Los
arrendadores, muchos de ellos empresas dedicadas a esto, han perfeccionado sus técnicas de alojamiento hasta el punto de que se pueden ver candados en verjas de algunos edificios donde dejan las llaves para que los turistas puedan recogerlas a cualquier hora.
"Malasaña morirá de éxito", lamenta Jordi al tiempo que relata los problemas que tienen los vecinos para conciliar el sueño en las calles de moda Madrid. La asociación SOS Malasaña instaló tres sonómetros en diferentes puntos que recogieron ruidos de más de 80 decibelios. La OMS recomienda no sobrepasar los 40.
¿Quedan vecinos del barrio? “Sí, pero cada vez menos”.
Chimeneas desde el recreo
Al otro lado de la ciudad, más al sur, en Delicias, vive Noelia con sus dos hijos. Se mudó ahí convencida de que quería que creciesen en ese barrio y fueran al colegio público Miguel de Unamuno. "Si seguimos así vamos a tenar que dejar el barrio", explica angustiada a Público.
Un día abrió la ventana de su casa y vio una enorme chimenea que daba al patio del colegio de sus hijos, luego descubrió un rótulo en la calle, buscó en internet y se encontró con que una empresa de cocinas fantasma se había instalado, pared con pared, con un centro escolar al que van 900 niños.
Noelia recibe a este medio a las 11 de la mañana de un jueves, todavía no han empezado a salir los repartos del mediodía pero el ir y venir de furgonetas, camiones y motos es evidente.
Del portal de Noelia al colegio hay apenas 100 metros que se han convertido en una yincana. "Estos últimos días ha habido tres momentos críticos de riders que casi atropellan a menores", asegura. Según el cálculo que han hecho, el tráfico se ha incrementado más de un 60% en el entorno escolar.
A esta peligrosidad hay que sumar la de emisión de gases. La licencia de esta nave de la calle Miguel Ferrant, que tiene casi 600 m2, es para una instalación de 12 cocinas industriales, equipadas con hornos y fogones, y una zona de refrigeración porque también se prestará servicio de catering. "Pared con pared con el colegio", repite Noelia tratando de hacer entender su desesperación.
¿Qué les dice el Ayuntamiento? "El delegado de urbanismo nos dijo que estaba todo en orden, y el alcalde nos comentó que no podía hacer nada y que si pasaba algo verdaderamente grave tendríamos las puertas abiertas del ayuntamiento", responde y se calla. "Pero no quiero ni pensar en que pase algo", continua.
"Si no se soluciona nos iremos, son nuestros hijos".
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