¿Existe el anonimato en internet para denunciar corrupción?

Por Mercè Molist
Periodista. Especializada en Internet y comunidades virtuales y seguridad informática. Autora de ‘Hackstory’ y ‘Cibercrimen’
-Actualizado a
Nadie está a salvo de sí mismo en Internet. Nuestro rastro digital permite crear perfiles que son alteregos virtuales de nuestra personalidad y vida diaria. Desembarazarse de estas pisadas es tarea ardua pero vital para disidentes o alertadores que necesitan actuar desde el anonimato. Existen algunos proyectos que intentan la misión imposible de ponérselo fácil.
Cada vez que nos movemos en Internet, sea porque visitamos una página web, usamos una red social, mandamos un correo o abrimos una app, dejamos pequeñas marcas de información personal que constituyen la llamada huella digital. Por separado no tienen más importancia, pero cuando alguien se dedica a juntarlas puede construir nuestro perfil de forma bastante acertada: desde conocer nuestra cara y rasgos de personalidad hasta saber dónde vivimos o trabajamos.
Desde hace unos años están de moda las redes privadas virtuales (VPN) para ocultar nuestra ubicación real en Internet. Incluso Firefox las está regalando. Las VPN son túneles virtuales cifrados dentro de los que viajamos mientras navegamos, de forma que cuando visitamos un sitio web este no puede conocer los datos que transmitimos ni nuestra auténtica dirección Internet Protocol (IP), que desvelaría nuestra situación geográfica.
Pero no importa que usemos VPN u otras artimañas para evitar dejar huella en Internet. Un cazador experto, como Vicente Aguilera, socio fundador de Internet Security Auditors, podría desenmascararnos tomando nota de parámetros que el navegador indica a la página que visitamos, algunos tan supuestamente irrelevantes como la resolución de la pantalla o el idioma.
Según Aguilera, el principal riesgo de nuestra exposición pública en Internet está en los navegadores: con ellos dejamos mucha información que permite crear el perfil de una persona en concreto, como las páginas que visitamos, el tiempo que estamos en cada una, de qué web venimos, pero también "un rastro de datos de los que no somos nada conscientes", asegura Aguilera, como la hora de nuestra visita, la localización o el user-agent, que permite conocer el sistema operativo y la versión del navegador que usamos.
Por ejemplo, la hora de nuestra visita puede indicar dónde estamos geográficamente, cuáles son nuestras costumbres de uso de Internet, si navegamos desde casa o desde el trabajo y, en caso de que naveguemos en horario de oficina, es posible saber de qué trabajamos por la información que consultamos.
Entramos en el fértil terreno de los metadatos, que aportan cantidades ingentes de información privada, como la hora de envío, el origen y el destino de un mensaje de Whatsapp o de una llamada telefónica. Un documento, un vídeo o una foto tienen también metadatos donde pueden aparecer el nombre del autor, la fecha en que se creó el archivo, la localización geográfica o el programa con el que se hizo.
Suma y sigue. Otro coladero de datos sin nosotros saberlo, explica Aguilera, son "las plataformas donde se producen fugas de información". Si nuestra dirección de correo aparece en una base de datos robada a una tienda de ropa, se convierte en otra pieza del puzzle: con este dato sabrán que nos gusta determinado tipo y marca de ropa.
Y luego están las redes sociales. Vicente Aguilera es uno de los principales expertos en OSINT (generación de inteligencia a través de fuentes públicas) de España y conoce el valor de estas. Nuestras interacciones en las redes sociales son un tesoro para los cazadores de información privada: con quién hablamos, a qué horas publicamos, qué decimos. Cada dato permite inferir nuevos rasgos de nuestro día a día y nuestra persona.
Cabe distinguir aquí entre la huella digital que se crea a partir de los datos que va dejando nuestro ordenador y los que dejamos nosotros voluntariamente, aunque no siempre de manera consciente. La primera huella generará los perfiles masivos que tienen de nosotros plataformas como Facebook, explica Aguilera: "Mediante cookies persistentes nuestra información engrosa grandes volúmenes de datos que se perfilan por sectores y sirven para hacer campañas de publicidad".
La otra huella, la que viene de nuestra exposición en redes públicas como las redes sociales, es más peligrosa porque permite hacer un perfil mucho más detallado y personalizado. De hecho, afirma el experto, existen empresas dedicadas a realizar perfiles sacados de fuentes públicas que son vendidos a terceros como aseguradoras, entidades financieras, departamentos de recursos humanos, etc.
Según Aguilera no hay forma de evitar ambas huellas: "Sí o sí es un rastro que dejamos". El experto recomienda "aplicar el sentido común y no usar los servicios que no necesitamos, minimizar nuestra exposición". Y, en caso de usar un servicio, por ejemplo una red social, "configurar bien la privacidad de la plataforma y no dar más datos de los necesarios", asegura. Aún así, siempre hay accidentes, explica: "Imagina que eres muy cuidadoso y no usas nunca la ubicación en Instagram, pero alguien va y te etiqueta la ubicación, o publica un vídeo de una fiesta en la que estuviste".
En el caso de personas realmente preocupadas por su privacidad, se recomienda usar VPN, proxies, y sistemas operativos seguros que incrementan el nivel de anonimato, como Whonix, Qubes OS o Tails, pero en ningún caso, según Aguilera, nos darán el anonimato total.
Conocedoras de ello, las organizaciones de ayuda a alertadores combinan el uso de estas herramientas para acercarse lo más posible a una máxima privacidad. Es el caso de Via Denuncia. El abogado Josep Jover es el socio fundador de esta organización que ofrece buzones de denuncia para que los alertadores puedan notificar irregularidades a las empresas o a la Administración de forma anónima.
Via Denuncia trabaja estrechamente con la Unión Europea, que hace dos años publicó la Directiva 2019/1937, conocida como "la directiva de los alertadores". Según esta ley, a partir del 17 de diciembre todas las administraciones públicas, empresas de 50 trabajadores y de menos si tienen algunos requisitos especiales están obligadas, so pena de no recibir fondos europeos, a tener un buzón donde se puedan mandar denuncias, que serán investigadas por el equipo de abogados de Via Denuncia.
Este buzón puede recibir denuncias por cinco vías: contestador telefónico, correo electrónico, formulario web, correo físico o personación en un sitio. La desarrolladora y administradora de la parte informática, Laura Mora, explica que "no guarda la dirección IP y los datos archivados son borrados en tres días". Mora garantiza que "no se transmite ninguna información a la empresa".
Es la misma idea que subyace en Globaleaks, el programa más usado mundialmente por medios de comunicación e instituciones de ayuda a alertadores. Globaleaks es una plataforma heredera de WikiLeaks, la organización montada por Julian Assange para denunciar prácticas corruptas de empresas y Gobiernos. Globaleaks nació en 2010 como una forma de democratizar el modelo WikiLeaks.
Entre las plataformas más conocidas basadas en Globaleaks está Méxicoleaks, una iniciativa independiente surgida en 2015 que permite a la ciudadanía realizar filtraciones anónimas relacionadas con la corrupción gubernamental. También se basa en este programa WildLeaks, la primera iniciativa en el mundo dedicada a denunciar los crímenes contra la vida salvaje.
De esta misma fuente beben los llamados 'buzones éticos' instalados en ayuntamientos y empresas españolas y latinoamericanas, a raíz de la experiencia pionera del Ayuntamiento de Barcelona, en 2017. Los 'buzones éticos' son parecidos a los buzones de Via Denuncia en el sentido de que la denuncia se refiere a la misma empresa o Administración que ofrece el buzón, en un ejercicio de transparencia, pero no a terceros.
Globaleaks funciona con una interfaz web, como un servicio de la red Tor, lo que le permite anonimizar y cifrar la información recibida. Además, el alertador debe usar un navegador Tor para esconder su identidad cuando manda la denuncia. La plataforma no almacena nada: todo es borrado tan pronto como es posible, incluida la información aportada.
Si el alertador añade al uso de Tor una VPN y un sistema operativo seguro, la huella digital que se produce es mínima. Aún así, no todo el mundo confía en Tor porque agencias gubernamentales de varios países tienen servidores dentro de la red que analizan los datos que pasan por ella. Esto destruye la idea de una navegación totalmente anónima. Como bien dice Vicente Aguilera, "sí o sí" siempre dejamos un rastro.
