Otras miradas

Foro Social Permanente: de la paz a la convivencia

Mikel Casado

Miembro de Hitz & Hitz y del Foro Social Permanente

Una persona pone una flor en la lápida en memoria del profesor Manuel Broseta con motivo del XXXI aniversario de su asesinato, a 13 de enero de 2023, en Valencia, Comunidad Valenciana (España). Foto: Rober Solsona / Europa Press
Una persona pone una flor en la lápida en memoria del profesor Manuel Broseta con motivo del XXXI aniversario de su asesinato, a 13 de enero de 2023, en Valencia, Comunidad Valenciana (España). Foto: Rober Solsona / Europa Press

Aunque aún está por continuar, largo y tortuoso ha sido el camino de la paz recorrido por la sociedad vasca y, por lo que le concierne, la española. Refrescando un poco la memoria, desde que en los años 90 empezara una movilización social contra la violencia de ETA protagonizada por Gesto por la Paz, Elkarri, su sucesora Lokarri (Red ciudadana por el acuerdo) y otras, no fue hasta 2011 que ETA declarara, unilateralmente, el fin definitivo de la violencia. Lo hizo inmediatamente después de la Conferencia de Paz de Aiete, promovida por Lokarri con la presencia de varios agentes sociales vascos y una delegación internacional. Una conferencia que, sea justamente reconocido, se realizó a requerimiento de la izquierda independentista.

Una vez lograda la paz como fin de la violencia activa era necesario que, a pesar de la oposición del Gobierno del PP de entonces, la sociedad civil vasca afianzara el proceso por su cuenta. Para ello disponía de las 12 recomendaciones o tareas que seguían la hoja de ruta diseñada por la Conferencia Internacional de Aiete y que fueron decididas en el I Foro Social de 2013. Básicamente, estas recomendaciones se centraban en el desarme y disolución de ETA, el diálogo por la convivencia y reconciliación, que implicaba el acercamiento de presos/as y refugiados/as; el impulso de los derechos humanos; el reconocimiento, verdad, justicia y reparación para todas las víctimas; así como preservar una memoria inclusiva que previniera la repetición del sufrimiento.

En 2016 se constituyó el Foro Social Permanente (FSP), compuesto por 17 entidades sociales vascas, entre ellas cinco sindicatos y más una veintena de personas a título personal. Su propósito era conseguir el cumplimiento de las 12 recomendaciones citadas. Dos de ellas, el desarme y la disolución, se cumplieron en 2017 y 2018 respectivamente, con la ayuda de la sociedad civil de Iparralde (lado vasco francés).

Llamemos paz al fin de la violencia armada, el desarme y la disolución de ETA. Y llamemos convivencia democrática a vivir con los demás, diferentes en cuanto a ideas políticas, bajo el respeto a la ética mínima basada en los derechos humanos, en el diálogo para llegar a acuerdos de resolución de conflictos, el reconocimiento del sufrimiento de las víctimas y la firme convicción de que el horror vivido no vuelva a tener lugar.

Pues bien. Injusto sería negar que, en aproximadamente los siete años de vida del FSP, los avances desde la paz hacia la convivencia en Euskal Herria han sido notables en el ámbito de las víctimas. Muchas de ellas han visto y sentido su sufrimiento compartido y reconocido, aunque esto último con desventajas para víctimas del Estado.

Con referencia a las víctimas de ETA, sus victimarios han reconocido el daño causado; a su vez, atendiendo a las exigencias de cumplimiento de la ley ordinaria, éstos han sido acercados a cárceles cercanas a su territorio de arraigo, lo cual alivia el sufrimiento de sus familiares y mejora la convivencia. Organizados por el FSP, se han realizado decenas de emocionantes encuentros entre víctimas de ETA y del Estado y también otros diálogos entre personas de diferente sensibilidad política sobre memoria y relato. Se ha conseguido también desarmar la palabra. Aún queda por hacer pero, por efecto del contagio y de la confianza, cada vez es más fácil seguir caminando.

Lo que quiero decir con esto, como miembro de una de las 17 entidades que conforman el FSP, como miembro que fui de Elkarri y Lokarri, es que la sociedad civil de Euskal Herria, y como parte de ella la gente del FSP, ha sido y es gran protagonista de esos cambios hacia un futuro mejor.

Seguramente, había algo racional: avanzar política y socialmente. Yo, personalmente, creo que también había y hay un fondo ético: se trataba de trabajar por detener el sufrimiento saliendo del bárbaro ciclo o túnel de la violencia de una manera en la que no hubiera un vencedor que se enseñoreara victorioso. Y hacerlo teniendo los Derechos Humanos como referencia. Qué elemento tenía más peso, el racional o el ético dependía de cada caso particular. Pero en las reuniones que he vivido en el FSP, así como en las anteriores de Elkarri y Lokarri, me he visto delante de gente con una sensibilidad ética que no esperaba en un ámbito cultural en el que la violencia había endurecido nuestras conciencias y nuestra forma de ver el mundo. Comoquiera que se mire, ello supone querer avanzar hacia una convivencia democrática plena. La sociedad civil se puso por delante de la clase política, y ahí continúa, tal como es reconocido.

Ahora este FSP ha anunciado que, considerada cumplida la mayoría de las recomendaciones, da por terminada su etapa de trabajo, pues "Permanente no quiere decir que queramos alargar nuestra iniciativa sine die". La entidad en la que estoy, Fundación Hitz & Hitz (leído como "Hitz anitz" diálogo y diversidad de opiniones), habría continuado con el proyecto, principalmente por asegurarlo, por si cambiara el panorama político nacional, pero se comprendió la decisión mayoritaria y la asunción de las tareas pendientes por otros agentes. También es justo reconocer que es una virtud no querer eternizarse. Aun así, esta fundación ha expresado el orgullo de haber estado implicada en este proyecto.

Personalmente, e insisto en lo de personalmente, creo que quizá quede pendiente el reconocimiento de la consciente o inconsciente ceguera de la época más violenta, que nos impedía hacer una autocrítica pública, colectiva y personal, por aquella cierta insensibilidad mostrada ante la muerte de conciudadanos. Los testimonios de las víctimas de los mencionados encuentros movían a ello.

Es cierto que, ya desde los orígenes anteriores al Foro (Elkarri y Lokarri), existió una silenciosa empatía por las víctimas y un rechazo proactivo de la violencia, aparte de un sincero y diligente trabajo por caminar hacia la convivencia democrática. Es cierto también que el mapa del sufrimiento explicitado por el FSP, los encuentros de víctimas que se reconocían iguales ante ese sufrimiento, expresado desgarradamente hasta la extenuación, nos han mostrado el horror vivido y sensibilizado ante y contra la barbarie y nos han dado impulso para trabajar por el "nunca más", por un futuro de convivencia que siempre será incompleta. Pero el reconocimiento de no haberlo hecho en su momento añadiría un gran plus de humilde humanidad que expresaría más claramente el tipo de sociedad que queremos. Aún hay tiempo. Como ingenuo que soy, estoy convencido de que la sociedad vasca será pronto un ejemplo de construcción de la convivencia democrática.

Nota al margen: el debate sobre la construcción de la convivencia democrática tenido lugar en el FSP nos hizo descubrir que esta convivencia es precisamente el objetivo prioritario de la sociedad, que no se limita solo a la paz, sino que es algo mucho más global y universal que implica un mundo más respetuoso con todos los Derechos Humanos, más igualitario y ecosocialista. Pero esto no era cometido del Foro Social Permanente.

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