Rosas y espinas

El buen Feijóo

El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante una sesión plenaria de control en el Senado, a 7 de febrero de 2023, en Madrid (España). Foto: Ricardo Rubio / Europa Press
El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante una sesión plenaria de control en el Senado, a 7 de febrero de 2023, en Madrid (España). Foto: Ricardo Rubio / Europa Press

"Deje ya de molestar a la gente de bien, deje ya de meterse en las vidas de los demás", le dice Alberto Núñez-Feijóo al presidente del Gobierno. Alguien debería explicarle al líder popular que precisamente gobernar consiste en eso, en molestar a la gente de bien y meterse en las vidas de los demás. El concepto "gente de bien" resulta tan difuso en boca del gallego que me lleva desvelando varios días. ¿Su amigo el narco Marcial Dorado es gente de bien? ¿Y su socio in pectore Santiago Abascal? ¿Los papeles de Bárcenas son un listado de gente de bien?

Estuve dos días casi enteros dándole vueltas al asunto, pues en buena parte de la Sierra de Madrid nos quedamos sin teléfono ni internet. O sea, también sin televisión y radio, ya que todos los aparatos analógicos desaparecieron hace tiempo. Qué vacío existencial. Ni siquiera me consolaban los miles de libros de las estanterías, que se mostraban antipáticos como si se creyeran apagados libros digitales. Y la gente de bien de Feijóo rondando todos mis pensamientos. Era la última frase que había escuchado antes del apagón, y aquí sigue ahora, invadiendo todos mis pensamientos.

En tiempos de Franco definir a la gente de bien era sencillo. Hace no mucho, nos lo recordó un grupo de militares que meditaban en un chat sobre el presente de España. "Confío en que salga otro mata rojos, pero que esta vez no se quede corto. Hay que aniquilar a 26 millones, niños incluidos" (he corregido la puntuación y la sintaxis del mensaje: la gente de bien no tiene tiempo de preocuparse por estas menudencias).

El asesinato de niños ya no está tan bien visto socialmente como en la guerra civil. Como nos demuestran las exhumaciones de fosas comunes, aquellos hijos de rojos que desenterramos cada día debían ser muy malvados, un peligro genético.

Ya digo que todo esto ha cambiado. Con el progreso, incluso existen ya "invertidos" a los que se les puede llamar gente de bien, algo impensable hace pocas o ninguna década. Supongo que Javier Maroto, que se casó con su novio poco después de votar contra el matrimonio homosexual, es gente de bien para Feijóo, pues lo tiene de senador.

¿Era Pablo Casado gente de bien? Aquí nos bloqueamos incluso los más sesudos estudiosos de las sintaxis feijoeiras. Casado fue fulminado por denunciar la corrupción de Isabel Díaz Ayuso, que untó con un cuarto de millón de pavos a su hermanito por una dudosa compra de mascarillas. Parecería un gesto loable, el de Casado, pero gente de bien no muerde a gente de bien, y ahí es donde nos entran las dudas de concepto a los exégetas y a los semiólogos.

Los que nos dedicamos al análisis político lo teníamos más fácil con Mariano Rajoy, con el que ya partíamos de la base de que era ininteligible, no se sabe si por exceso o por defecto de cultura e intelecto. Rajoy nos enternecía con sus disparates gramaticales mientras su partido nos robaba a saca llena. El hallazgo lingüístico tiene un precio, españoles.

El gallego nuevo este que nos han traído ahora los populares no tiene aquella gracia. Yo a éste no le perdonaba ni una gürtel. Si Rajoy se autodefinía como aburrido, no sabía lo rápido que iba a ser superado en ese aspecto.

En lo personal, yo creo que no me puedo definir como gente de bien, pues bastantes cosas de este gobierno social-comunista no me están molestando, y me gusta que Pedro Sánchez se meta en la vida de los demás, banqueros y energéticos sobre todo, que es para lo que se le ha votado. Yo creo, como Francisco Umbral, que lo de gente de bien está superado. La guapa gente de derechas, la llamaba el escritor. Pero no sé por qué sospecho que Feijóo no lo habrá leído.

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