/

Así construimos nuestra primera impresión sobre alguien

Resulta fascinante cómo funciona nuestra mente. Esto implica absolutamente todos los procesos mentales que están presentes en nuestro día a día. Y la manera en que nos relacionamos con los demás y obtenemos la primera impresión de otra persona forma parte de ello.

No siempre somos conscientes de cómo percibimos a los demás en esa primera toma de contacto. ¿Realmente nos condicionan tanto nuestros gustos y prejuicios? ¿Tanto nos importa la imagen? ¿Somos tan osados como para evaluar a una persona sin que ni siquiera haya abierto la boca? Pues parece que sí. La psicología lleva tiempo estudiando todo esto y sus respuestas con claras.

Qué es el corte fino

Darse la mano en la primera impresión
Hombres dándose la mano/Foto: Unsplash

Popularmente hablamos de la primera impresión para referirnos a esa idea que nos hacemos de alguien cuando tenemos contacto con él en un primer momento. En ese instante, somos capaces de analizar en pocos segundos a esa persona, hasta obtener una conclusión sobre cómo es o qué quiere. Esa capacidad es denominada por los psicólogos como corte fino.

El corte fino tiene más importancia de la que podamos creer. Resulta fundamental a la hora de enfrentarse a una entrevista de trabajo, a una venta o una incipiente relación de amor o amistad. Si la primera impresión es mala, no contratarás a esa persona, no te fiarás de ese vendedor y mucho menos aceptarás una invitación al cine o a ir a comer.

La primera impresión

Mujeres hablando
Mujeres hablando/foto: Unsplash

¿Qué es lo que deducimos en esa primera impresión? De todo. Suponemos si esa persona es merecedora de confianza, así como su estatus y situación económica. Incluso adivinamos, erróneamente o no, la percepción que tiene de nosotros. Todo esto lo hacemos por una cuestión de necesidad, aunque no seamos consciente de ello. Necesitamos organizar nuestro entorno y estructurar nuestro mundo. Es algo tan práctico como simplista y, en numerosas ocasiones, nos conduce a equívocos.

Podemos creer que una persona es extrovertida por cómo es capaz de estar dando con éxito una conferencia delante de un montón de gente, pero en realidad puede tratarse de un gran introvertido. Creer que alguien dice algo para molestarnos porque nos recuerda a otra persona que nos hizo mucho daño en el pasado, pero que no tenía ninguna mala intención. Y si alguien lleva ropa de marca, porque pretende con ello transmitir una gran capacidad económica, tampoco implica necesariamente tal cosa.

La formación de impresiones

Hombre sonriendo
Hombre sonriendo/Foto: Unsplash

¿Cómo obtenemos pues esas conclusiones? ¿Es posible ser consciente de ello para no equivocarse demasiado? Hemos de ser conscientes de que este proceso de formación de impresiones se efectúa automáticamente. Para ello, nuestra mente se sirve de nuestra memoria emocional. Esa sonrisa que nos recuerda a la de alguien que nos engañó, ese gesto de cejas que te pone sobre aviso ante los aires de superioridad, esa voz que rememora la de aquel profesor que tanto te imponía en el colegio…

La memoria emocional

Mujeres saludándose
Mujeres saludándose/Foto: Unsplash

Como resultado, los recuerdos emocionales nos condicionan. Nuestra experiencia también. Y los prejuicios de la educación recibida tienen mucho que decir. Si te han repetido de pequeño hasta la saciedad que alguien con determinada indumentaria es un vago, un inculto o una mala persona, serás víctima de tus prejuicios y los estereotipos aprendidos. Así que es sencillo que todos en algún momento de nuestra vida prejuzguemos y, a veces, seamos injustos.

No obstante, también es verdad que esos recuerdos que actúan para ponernos en alerta y defendernos de no volver a sufrir o ser víctimas de personas que nos han hecho daño o decepcionado. Pero no siempre funcionan igual. En distintos entornos esa formación de impresiones puede ser más o menos estricta. Cuando alguien nos es presentado por una persona de nuestro círculo íntimo ya estamos predispuestos a su favor y nos mostramos más relajados. Lo que él perciba de nosotros contribuirá también a su buena opinión.

Modificar las primeras impresiones

Chicas en columpios
Chicas en columpios/Foto: Unsplash

Por otro lado, todo esto nos conduce a una idea clara: es posible cambiar las primeras impresiones cuando estas han estado condicionadas por prejuicios y estereotipos. Aunque hemos de dar una segunda oportunidad para ello y tener la mente abierta. Necesitamos contrastar la información y obtener otra adicional.

De igual modo, viene bien recordar que a nosotros no nos gusta que se nos juzga solo por cómo vestimos o por lo que hayan oído a terceras personas sobre nuestra persona. Procuremos no comportarnos con los demás como no queremos que se porten con nosotros. Y piensa que, cuando se dice eso de que las antipatías suelen ser recíprocas, el proceso de formación de impresiones suele estar detrás de ellas. Deja un poco de margen para evaluar si has sido víctima de tus prejuicios y espera a que la información adicional contribuya a que reafirmes o corrijas tu primera impresión.



Dejar una respuesta

Your email address will not be published.