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América latina El proyecto transformador de López Obrador, a escrutinio en México

Tras su arrollador triunfo en 2018, el carismático presidente mexicano verá sometido a escrutinio su ideario "posneoliberal", un programa de transformación de baja intensidad al que se oponen frontalmente los partidos tradicionales

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, habla durante la rueda de prensa el 21 de mayo de 2021, en el Palacio Nacional de Ciudad de México (México).
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, habla durante la rueda de prensa el 21 de mayo de 2021, en el Palacio Nacional de Ciudad de México (México). Sáshenka Gutiérrez / EFE

Entre balas y amenazas, México celebra este domingo la mayor consulta electoral de su historia. Una cita en la que se renueva la Cámara de Diputados y se eligen a casi la mitad de los gobernadores del país y a cientos de congresistas estatales, alcaldes y concejales. La violencia política lleva la delantera con su implacable candidata: la muerte. Decenas de dirigentes y militantes políticos han sido asesinados desde que se inició el proceso electoral. Pese a las intimidaciones del crimen organizado y ciertos poderes caciquiles, las urnas configurarán el México de los próximos tres años. Tras su arrollador triunfo en 2018, el carismático presidente Andrés Manuel López Obrador (conocido popularmente como AMLO) verá sometido a escrutinio su ideario "posneoliberal", un programa de transformación de baja intensidad al que se oponen frontalmente los partidos tradicionales (PRI, PAN y PRD), unidos en coalición y apoyados por un sector de la élite empresarial.

Surgido de un riñón del PRI y otro del PRD, López Obrador ha logrado convertir en pocos años su proyecto personal, Movimiento Regeneración Nacional (Morena), en un partido hegemónico. Su triunfo en las elecciones presidenciales de 2018 fue arrollador. AMLO cosechó 30 millones de votos (el 53%). Morena domina las dos cámaras del Congreso y es la primera fuerza en varios estados del país. La ciencia política todavía analiza este fenómeno prodigioso: cómo un movimiento nacido en 2011 acumula ya una concentración de poder sin precedentes en los últimos 20 años en México.

Con pronósticos inciertos debido a la variedad y naturaleza de las encuestas publicadas, todas ofrecen un rasgo común de cara a los comicios de este domingo: Morena continuará como la primera fuerza política nacional pero no alcanzará el extraordinario caudal de votos de hace tres años. El objetivo del oficialismo pasa por mantener la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados (cuenta con 256 de los 500 congresistas) y alcanzar una mayoría calificada estable (dos tercios) con sus principales socios parlamentarios para realizar reformas de calado. La errática gestión al comienzo de la pandemia le ha pasado factura al gobierno, pero el buen ritmo de las vacunaciones podría equilibrar la percepción de la ciudadanía sobre la crisis. "Existe la posibilidad de que mantenga la mayoría absoluta pero no la mayoría calificada. No perdería el control completo del Congreso, seguiría aprobando leyes secundarias, pero no podría acometer grandes reformas como la de la Constitución sin negociar antes con la oposición", explica a Público Carlos Rubio, gerente de riesgo político de la consultora Integralia.

Los sondeos han detectado un progresivo descenso de apoyo ciudadano a Morena desde finales del año pasado. Entonces, las encuestas coincidían en que el partido de AMLO podría lograr 14 de los 15 gobiernos estatales que están en liza. Hoy los encuestadores solo le otorgan el triunfo en la mitad de esos estados. El poder territorial es determinante en México para consolidar la hegemonía de una fuerza política. El mandatario está volcándose en la campaña de la coalición oficialista Juntos Haremos Historia. Es consciente de que su agenda política, la denominada Cuarta Transformación (4T), requiere de un amplio consenso popular. En el frente anti-AMLO se alistan fuerzas rivales en el pasado. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el derechista Partido Acción Nacional (PAN) concurren en la coalición Va por México junto al otrora progresista y hoy residual Partido de la Revolución Democrática (PRD). Pero el mantra de "todos contra AMLO" no ha hecho mella todavía en la figura de un presidente que goza de altos niveles de popularidad.

México distribuye el material electoral de cara a las elecciones del seis de junio.
México distribuye el material electoral de cara a las elecciones del seis de junio. DANIEL BECERRIL / Reuters

López Obrador no quiere pasar a la historia como un presidente más. Su 4T es toda una declaración de intenciones, una transición que pretende estar a la altura de los tres momentos históricos cruciales en México: la Independencia (1810-1821), la Reforma (1858-1861) y la Revolución (1910-1917). La letra de su corrido es neodesarrollista. La música ya es otro cantar. AMLO habla de una era de "posneoliberalismo" pero esa narrativa no se corresponde con las tímidas reformas emprendidas hasta la fecha, pese al rodillo parlamentario del que ha gozado y a la debilidad de una oposición sin cabezas pensantes.

Pero, ¿se han cumplido las expectativas que generó entre los más desfavorecidos la llegada al poder de AMLO? A favor del presidente juega la historia reciente de México. Echando la vista atrás, los inquilinos de Los Pinos son, por razones diversas, dignos candidatos al olvido: Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo, Carlos Salinas de Gortari... El gobierno de López Obrador mantiene una cruzada contra una corrupción institucional que campaba a sus anchas en el pasado, ha dignificado un muy deteriorado salario mínimo y ha fortalecido los programas sociales, aunque la pandemia y la crisis económica han desdibujado esos esfuerzos. Sin embargo, no ha acometido una reforma fiscal progresiva que genere redistribución de riqueza, y ha priorizado en cambio megaproyectos de infraestructuras con los que se frotan las manos las grandes empresas. Su apuesta por la militarización de la seguridad pública, con la creación de la Guardia Nacional, y sus constantes agasajos a las Fuerzas Armadas han despertado recelos en el sector más izquierdista de su electorado.

A Ramón Centeno, investigador de la Universidad de Sonora, le sobran argumentos para la desconfianza: "Lo primero que tendríamos que preguntarnos -explica por teléfono desde Hermosillo- es si estamos ante un proyecto de izquierda. El propio concepto de ‘austeridad republicana’ esgrimido por el gobierno es una estrategia combatida desde la izquierda y utilizada en las agendas neoliberales". Para Centeno, el proyecto político de AMLO puede más bien calificarse de "progresismo fallido", el más domesticado de los populismos que han irradiado América Latina desde la irrupción de Hugo Chávez en Venezuela. Tildado de "mesías" por sus antagonistas, López Obrador sería más bien un alquimista de la política. Le basta, según Centeno, declararse de izquierdas, aunque en la práctica sus políticas públicas no lo sean.

Pero la magia tiene sus límites. El desencanto ha calado ya entre algunos colectivos. Las demandas feministas no figuran entre las prioridades del gobernante, poco sensible a las cuestiones de género. A los ambientalistas les chirrían anuncios como el de la construcción del Tren Maya, que atravesará las selvas chiapanecas. Y el zapatismo hace tiempo que considera a López Obrador una marioneta más del neoliberalismo. Ante este panorama, la relevancia de la llegada al poder de Morena radicaría, a juicio de Centeno, en el debate político que suscitó entre la propia izquierda: "Los votantes mexicanos le dieron una oportunidad a la izquierda. Antes ganaban siempre los mismos y las conversaciones giraban en torno a cómo sería el cambio cuando llegase. Faltaba la prueba empírica. Ahora, el debate político ha aumentado de nivel. Antes no se ponía en cuestión que México cambiaría con AMLO. Hoy se ve que hay más continuidad que cambio real, pero se abrió la discusión para que surja una izquierda que hoy no tenemos".

Violencia sin fin

Las propuestas políticas de la campaña han quedado solapadas una vez más por la retórica de las balas. Matones de diversa índole han acabado con la vida de al menos 35 candidatos y medio centenar más de políticos. La cifra ronda las 150 víctimas mortales si se suman activistas, familiares de políticos y funcionarios involucrados de una u otra manera en el proceso electoral que arrancó en septiembre de 2020 con las primarias de los partidos. Los secuestros, agresiones, amenazas y ataques armados han provocado la retirada de algunos candidatos y la obligada presencia de escoltas en los mítines de muchos otros.

Carlos Rubio, de Integralia, no alberga dudas de que la campaña habría sido más violenta incluso de no haber sido por la emergencia sanitaria derivada de la pandemia. En su informe más reciente sobre violencia política, esta consultora contabilizó 143 víctimas mortales entre septiembre y finales de abril. "El crimen organizado es un elemento perturbador en los municipios donde se busca controlar un gobierno local que le garantice el acceso a información privilegiada de grupos económicos, la protección de las policías municipales y la impunidad para el tráfico de drogas y el lavado de dinero", comenta Rubio. Pero no toda la responsabilidad es del narcotráfico: "Al analizar la violencia política vemos que hay también cacicazgos locales, grupos de poder tradicionales y muchas otras causas que tienen que ver con la crisis de seguridad que sufre México".

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