Este artículo se publicó hace 3 años.
América Latina, a las urnas diez años después de la 'marea rosa' izquierdista
Las elecciones volverán a zarandear el tablero latinoamericano en noviembre, con elecciones de distinta naturaleza en Nicaragua, Argentina, Chile, Venezuela y Honduras.
Madrid-Actualizado a
Las urnas volverán a zarandear el tablero latinoamericano en noviembre, con elecciones de distinta naturaleza en Nicaragua, Argentina, Chile, Venezuela y Honduras. El mapa político de América Latina se ha vuelto cada vez más cambiante. Hace una década, la llamada marea rosa se había asentado en la región con gobiernos de izquierdas. La agenda social y el boom de las materias primas enterraron el Consenso de Washington. Pero ese escenario fue mutando y hoy, aunque una izquierda más pragmática sigue al frente en varios países, no hay un patrón dominante. Venezuela y Cuba ya no ejercen como centros ideológicos, al kirchnerismo se le atravesó la pandemia en su vuelta al poder en Argentina y aquel Brasil de Lula, estrella rutilante de la marea progresista, es hoy tierra arrasada por el neofascismo.
De los cinco procesos electorales en liza, la suerte ya está echada en Nicaragua, donde Daniel Ortega juega sobre seguro tras haber apartado de la contienda a sus rivales. La votación del 7N será una pantomima. El mesianismo de Ortega y Rosario Murillo, su mujer y vicepresidenta, no da tregua. Con los principales candidatos opositores en la cárcel, Ortega ha mancillado los valores que un día hicieron del sandinismo un movimiento digno de admiración. Según la consultora CID-Gallup, el mandatario solo alcanzaría el 19% de los votos si se presentaran los líderes opositores encarcelados.
Centroamérica parece abocada a parir autócratas. Nayib Bukele gobierna El Salvador a golpe de tuit y con la única oposición de la prensa independiente (léase El Faro). Y en la vecina Honduras, de la que solo se habla cuando la arrasa un huracán o una asonada castrense, se han repartido el poder cinco familias desde tiempos inmemoriales. Doce años han pasado desde que a Manuel Zelaya lo sacaran en pijama del país los militares en el último golpe de Estado clásico perpetrado en América Latina.
Al frente del Partido Libre (Libertad y Refundación), Xiomara Castro, esposa de Zelaya, podría alcanzar ahora la presidencia si las encuestas no van descaminadas de cara a las elecciones del 28N. Pero los conservadores del Partido Nacional han gobernado con malas artes desde 2009 y no cederán el poder fácilmente. Al actual mandatario, Juan Orlando Hernández, se le relaciona con varios casos de corrupción. Su triunfo en 2017 estuvo marcado por un presunto fraude. Para frenar posibles investigaciones en su contra, quiere dejar el cargo al alcalde de Tegucigalpa, Nasry Asfura, guardián de las esencias neoliberales que impiden el desarrollo del país.
El tercero en discordia es el candidato del también derechista Partido Liberal, Yani Rosenthal, perteneciente a uno de esos clanes familiares que hacen y deshacen a su antojo en Honduras. En su currículum figura una condena por lavado de dinero dictada por un tribunal de Nueva York.
Chile, la esperanza del cambio
En el Cono Sur las espadas están en alto en Chile, donde un candidato de izquierda podría sentarse en el Palacio de la Moneda. Gabriel Boric (35 años) acaricia ese sueño. Creció políticamente en las revueltas estudiantiles de 2011 junto a Camila Vallejo y otros jóvenes idealistas que hoy han aplacado sus demandas desde las instituciones. Encuadrado en el Frente Amplio, Boric se ha erigido como el candidato unitario de la izquierda al desbancar al aspirante comunista Daniel Jadue en las primarias de ese espacio político.
Las encuestas dan por hecho que Boric será uno de los dos candidatos que el 21N pasarán a la más que probable segunda vuelta (el 19D). A Sebastián Piñera, muy cuestionado por las irregularidades financieras desveladas en los Papeles de Pandora, le quedan pocos meses en el cargo. El candidato del oficialista Chile Vamos, Sebastián Sichel, aparece rezagado en unos sondeos que vaticinan una segunda vuelta entre Boric y el pinochetista José Antonio Kast, líder del Partido Republicano.
Dos contendientes antagónicos. Boric encaja con la senda de reformas que alumbrará la nueva Constitución. Kast, que rozó el 8% en 2017, representaría una vuelta al pasado más oscuro de Chile. Tras ellos se sitúa Yasna Provoste, la candidata de la antigua Concertación (centroizquierda), quien podría ser la gran sorpresa de los comicios.
Argentina definirá su futuro una semana antes, el 14N, en unas elecciones legislativas de medio término (en las que se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado) que pintan muy mal para el Frente de Todos de Alberto Fernández, con dos años de presidencia por delante y una oposición envalentonada por los estragos de la crisis. La derechización de la región se frenó hace dos años en Argentina.
El peronismo se reorganizó en torno al ideario de Cristina Fernández de Kirchner y derrotó al neoliberal Mauricio Macri, nefasto gobernante que dejó el país patas arriba, con la economía por los suelos y una deuda millonaria con el FMI que pagarán los argentinos durante el resto de sus vidas. Pero la pandemia ha impedido a los Fernández (Alberto y Cristina) aplicar su programa social para revertir la curva ascendente de la pobreza.
A mediados de septiembre se celebraron unas primarias abiertas (un experimento argentino que ofrece una fotografía electoral real, aunque no vinculante) en las que el peronismo salió trasquilado (perdió por 9 puntos a nivel nacional). Si se repite la derrota a manos de la coalición macrista, Alberto Fernández ya no tendría el Congreso a su favor y se complicaría su hipotética reelección dentro de dos años.
Venezuela es un caso aparte en la región. El chavismo lleva las riendas del país desde 1999. Nicolás Maduro, un mediocre dirigente aupado como heredero de Hugo Chávez con el favor de La Habana, camina por el alambre desde la muerte de su mentor en 2013. Con una economía de guerra, ha mantenido el tipo gracias en parte a los errores de una oposición que ha exhibido a lo largo de estos años demasiados tics antidemocráticos (intentona golpista de 2002 incluida).
El diálogo que mantenían gobierno y oposición en México ha colapsado. No es la primera vez que el acuerdo se evapora en el último momento. En esta ocasión, el detonante ha sido la extradición a Estados Unidos de Alex Saab, a quien se le acusa de ser el testaferro internacional del chavismo. Los comicios regionales y locales del 21N (se eligen 23 gobernadores y 335 alcaldes) medirán el respaldo popular de Maduro y la fuerza de una oposición que todavía tiene problemas para presentarse unida.
Crisis institucional
La irrupción de la pandemia, que ha dejado 50 millones más de pobres en la región, ha afianzado la desconfianza de los latinoamericanos en sus instituciones. Un reciente informe del Latinobarómetro constata ese rechazo: "El desencanto con la política continúa su profundización, a pesar del aparente éxito del surgimiento de pequeños segmentos de clases medias producto del crecimiento en la primera década del siglo". Según el informe, presentado hace unas semanas y realizado a finales de 2020 en 17 países con entrevistas a 19.000 personas, América Latina registra una menor confianza en las instituciones elegidas democráticamente que otras áreas del mundo.
En ese contexto de crisis sanitaria y económica, América Latina, que acapara el 30% de los muertos por covid-19 a nivel mundial y avanza de manera irregular en la vacunación de su población, no cuenta hoy con un eje dominante en el espectro político como sí lo tuvo a principios de siglo.
México, con Andrés Manuel López Obrador, y Argentina son los referentes progresistas en la actualidad. La izquierda gobierna también en Bolivia (Luis Arce) y Perú (Pedro Castillo), entre otros países. En el otro lado de la balanza, la Colombia de Iván Duque, el Brasil de Jair Bolsonaro, el Chile de Sebastián Piñera, el Ecuador de Guillermo Lasso (otro presidente vinculado a los Papeles de Pandora) y el Uruguay de Luis Lacalle ejercen de contrapeso.
La ecuación podría cambiar pronto. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva cuenta los días en Brasil para desbancar a Bolsonaro del poder. Tras la anulación de las sentencias en su contra por parte de la Corte Suprema, Lula ha retornado a la primera línea de la política y volverá a ser el gran activo de la izquierda latinoamericana si gana las elecciones en 2022.
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