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Arabia Saudí petróleo El petróleo y el coronavirus ponen al heredero saudí contra las cuerdas

Arabia Saudí atraviesa por el peor momento de su historia, aseguran algunos analistas. Las crisis del petróleo y el coronavirus están sacudiendo un país acostumbrado a vivir por encima de sus posibilidades. La responsabilidad de atravesar el desierto recae sobre el príncipe Mohammed bin Salman (MBS), que tendrá que guiarse con más juicio que hasta ahora para llevar las reformas a buen puerto.

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Dos jóvenes pasan junto a un retrato del príncipe heredero de Arabia Saudí Mohammed bin Salman,en una de las principales avenidas de Riad. AFP/FAYEZ NURELDINE

jerusalén,

La brutal caída de los precios del petróleo, la crisis del coronavirus y su mala reputación internacional, están pasando factura al príncipe Mohammed bin Salman (MBS) y dejando a Arabia Saudí con interrogantes económicos y políticos que no auguran estabilidad a medio e incluso a corto plazo.

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Es cierto que MBS puede recurrir a las reservas del país, estimadas en 500.000 millones de dólares, pero también es cierto que echar mano a ese dinero presenta algunas complejidades, de manera que el príncipe ha optado en un primer momento por reunir dinero fresco con medidas impositivas y recortes sociales que no serán muy bien acogidos.

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Es cierto que MBS puede recurrir a las reservas del país, estimadas en 500.000 millones de dólares

El estado de bienestar y los grandes subsidios que otorga el estado a la población están en jaque, lo que significa que la confortable vida de sus ciudadanos va a resentirse, lo que redundará en perjuicio del príncipe, quien con mano de hierro lleva adelante distintos proyectos megalómanos que van desde la creación de una ciudad nueva en el desierto, Neom, a la intervención militar en Yemen.

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MBS sacó a la luz el gran proyecto de su vida, denominado 'Visión 2030', contando con que el país no podrá vivir eternamente del petróleo. Su idea consiste en poner en marcha una serie de medidas económicas para en 2030 no depender de la riqueza del oro negro. Aunque esto es una idea muy sensata, las distintas crisis que se acumulan no garantizan que pueda ejecutarse según lo previsto.

Algunos aspectos de Visión 2030 que están haciendo agua son la construcción de Neom, que las mismas autoridades ya reconocen que se tendrá que retrasar, o el impulso del turismo. Arabia Saudí puede ofrecer a los visitantes un gran número de destinos insólitos en un país que prácticamente ha mantenido sus fronteras cerradas a los occidentales desde que existe.

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The New York Times decía el fin de semana que hay numerosos beneficios a los que los ciudadanos se han acostumbrado y que de repente están en peligro, como los subsidios a la gasolina y la electricidad, la educación y la sanidad gratuitas o los mismos empleos que a menudo crea el estado sin necesidad, algo que ocurre en prácticamente todos los países árabes, y han sostenido artificialmente la economía hasta ahora.

El lunes pasado el gobierno anunció que multiplicará por tres el impuesto de IVA que se aplica a bienes y servicios, pasando de un modesto 5 por ciento introducido hace solo dos años al 15 por ciento. También dijo que dejará de pagar subsidios mensuales a los funcionarios y que revisará otros beneficios a la baja. El nivel de vida de los trabajadores sin duda se va a resentir.

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El gobierno anunció que multiplicará por tres el impuesto de IVA que se aplica a bienes y servicios

Un comunicado del ministerio de Economía justificó estas medidas diciendo que "estamos haciendo frente a una crisis que el mundo nunca ha visto en su historia moderna". Ciertamente, la crisis financiera se ha visto agravada por la pandemia de coronavirus, pero los problemas de Arabia Saudí, como los de otros países de la región, son estructurales y van mucho más allá de la covid-19.

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MBS tiene que hacer frente a un sinfín de desafíos. Uno de ellos es el que representan los 15.000 príncipes que se han enriquecido a costa del petróleo. El anterior monarca, Abdullah, muerto en 2015, ya intentó meter mano a esta sangría de dinero que pierde el país con tantos miles de príncipes, y MBS se ha granjeado la enemistad de una buena parte de ellos con las reformas económicas y sociales.

Algunas transformaciones sociales que MBS ha impulsado, como las libertades de las mujeres –el 33 por ciento de los graduados universitarios son mujeres-, es posible que también corran peligro si la economía no sale adelante. El príncipe ha mostrado que quiere concretar cambios básicos en la sociedad y mientras siga al frente del país, esos cambios parecen garantizados.

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El problema es que nadie sabe si MBS se mantendrá mucho tiempo. En primer lugar, su continuidad puede depender de la del presidente Donald Trump tras las elecciones de noviembre. El príncipe se ha puesto en manos de Israel para llevar adelante sus ambiciosos y megalómanos planes y para ello necesita todo el apoyo del primer ministro Benjamín Netanyahu en Washington.

Su insistencia a la hora de meterse en problemas lo ha convertido en un rehén de Netanyahu, que cada día lo tiene más atrapado y está encantado de la vida con esa dependencia. En las últimas semanas numerosos expertos occidentales han dicho que MBS no podrá llevar adelante sus proyectos.

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Se asegura que Arabia Saudí no solo está pasando por el peor momento del lustro que MBS lleva en el poder, sino también por el peor momento de su historia. La caída de los precios del petróleo ha sido tan grande que hasta el 31 de marzo –poco después de iniciada la pandemia- ha reducido los ingresos del país en un 25 por ciento, según la gigantesca compañía Saudi Aramco.

Pero además es probable que todos esos complejos líos exteriores en los que MBS se ha metido inconscientemente, por iniciativa propia y con el visto bueno de Netanyahu y Trump, también se vuelvan contra él. Mientras Netanyahu y Trump estén donde están, es muy posible que sobreviva, pero nada puede asegurarse del día después.

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