Este artículo se publicó hace 3 años.
"Argelia y Marruecos recurren a un nacionalismo cada vez más exacerbado"
El investigador principal sobre Mediterráneo y Mundo Árabe del Real Instituto Elcano, Haizam Amirah Fernández, analiza para 'Público' la reciente ruptura de relaciones diplomáticas entre Argelia y Marruecos y sus consecuencias para Europa y España.
Alicante-Actualizado a
Unas relaciones siempre delicadas que habían ido empeorando en los últimos meses. El pasado martes saltaba la noticia de la ruptura por parte de Argelia de las relaciones diplomáticas con Marruecos. Argel da un golpe sobre la mesa en una jugada que tiene una lectura regional, ambos países ansían la hegemonía en el Magreb, y que es un síntoma de la paulatina desintegración de una región clave para la estabilidad del Mediterráneo, de la Unión Europea, de África y del mundo árabe. Sobre estos temas, habla para Público el investigador principal sobre Mediterráneo y Mundo Árabe del Real Instituto Elcano, Haizam Amirah Fernández.
Y es que la declaración del ministro argelino de Asuntos Exteriores, Ramtane Lamamra, es, para este investigador, "la culminación de un aumento de tensión y animosidad entre ambos países desde hace bastante tiempo". "Tanto la retórica agresiva como las acusaciones recíprocas de que el otro comete actos inamistosos son expresiones habituales de dos países que compiten por la hegemonía del Magreb", añade.
Para Amirah Fernández, los motivos de esta escalada de la tensión son múltiples. "Históricamente, son regímenes políticos antagónicos y entre ellos reina la desconfianza y competición por la hegemonía no solo en el Magreb, también en el continente africano, en el Mediterráneo, el resto del mundo árabe...", relata, recordando que, a corto plazo, hay un hito que ha acelerado la crisis: los tuits del expresidente norteamericano, Donald Trump del pasado diciembre sobre Marruecos, Israel y el Sáhara Occidental.
El expresidente estadounidense anunciaba entonces dos cuestiones. Por un lado, que Marruecos normalizaba relaciones con Israel, "hay que recordar que Argelia es un país crítico a la ausencia de solución para el conflicto sobre Palestina". A cambio, según Trump, Estados Unidos reconocía la soberanía marroquí sobre el territorio del Sáhara Occidental. "Y esto es algo que no hace ningún otro estado democrático en el mundo, ni ninguna organización internacional, incluidas la ONU, la UE y la Liga Árabe", explica el investigador.
"Esto ha incrementado la presión, pues Marruecos se vio envalentonado con este reconocimiento de EEUU, pero la llegada de Joe Biden no le ha dado el empuje eufórico del yerno de Trump", analiza el del Real Instituto Elcano. Y es que la nueva administración estadounidense "no ha abierto consulado en territorio del Sáhara, no ha realizado maniobras militares conjuntas con Marruecos que incluyeran el territorio del Sáhara..." A todo esto, en Rabat cunde el nerviosismo por las próximas sentencias del Tribunal de Justicia de la UE que se pronunciarán sobre la soberanía del Sáhara Occidental y sus recursos naturales.
"No solo la relación entre Marruecos y España pasa por mal momento, pasa por mal momento la política exterior marroquí en general, con una crisis abierta con Alemania en marzo, España después y una campaña para intentar forzar que otros países importantes siguieran los pasos de Trump y ninguno lo hecho", recopila Amirah Fernández. Marruecos creyó conseguir de repente una victoria a un conflicto de más de 45 años. No fue así. Eso le produjo primero envalentonamiento, después frustración.
Nacionalismo exacerbado
Por otro lado, "la pandemia ha agravado múltiples crisis tanto en Marruecos como en Argelia". Así, ante unas dañadas economías, se da "una práctica habitual en los regímenes no democráticos que es buscar fuera las culpas de lo que va mal". "Ambos recurren a un nacionalismo cada vez más exacerbado, más intenso desde los medios oficiales y sobre todo oficiosos, y cada vez más desde las redes sociales", explica, añadiendo: "Desde donde se hace mofa hacia el otro país con todo tipo de acusaciones, caricaturizando regímenes y pueblos".
Estos motivos, con el telón de fondo de la constante rivalidad entre dos países vecinos que quieren ser hegemónicos, han llevado a la ruptura de unas relaciones diplomáticas que ya se habían truncado en el pasado. En aquella ocasión fue Marruecos quien las rompió. Fue en el año 1976, tras la salida de las tropas españolas del Sáhara Occidental, el inicio del control por parte de Marruecos de buena parte de este territorio y la proclamación por el Frente Polisario de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). En esta ocasión, sin embargo, tal y como recuerda este investigador y declaró el ministro argelino, "no afectará a servicios consulares". "Está por ver cómo se concreta esto", añade.
Consecuencias para España y Europa
"Quien solo se fije en el corto plazo se puede pensar que la ruptura de relaciones entre Argelia y Marruecos beneficia a España: como Marruecos no quiere sentirse aislado por completo, da pasos hacia una reparación de las relaciones con España y de ahí el discurso de Mohamed VI de la semana pasada llamando a reestablecer las relaciones hispano-marroquíes", plantea Amirah Fernández. "Ese no debería ser el cálculo", advierte, recordando que el Magreb es una de las regiones del mundo más desintegradas actualmente.
"A España no le interesa un Magreb más desintegrado, con carreras armamentísticas, hay que recordar que tanto Argelia como Marruecos gastan mucho dinero en armas y no se llevan bien", asegura. "Esto no es buena noticia ni para España no para la UE, estas dinámicas generan inestabilidad", recuerda, señalando a un entorno ya de por sí muy inestable: "Miremos al vecindario del sur, el Sahel, donde hay estados fallidos, actividad terrorista, bandas criminales, contrabandos... Tanta inestabilidad no es buena noticia para los países del norte del Mediterráneo".
"Los principales socios de ambos países, tanto de Argelia como de Marruecos, son los europeos, tanto por vínculos económicos y comerciales, como de intercambios humanos", recuerda Amirah Fernández. Y las dos potencias del Magreb tensan sus relaciones y las acercan al límite. Mientras, en los otros países de la región la situación actual es desastrosa. En Libia, las facciones de la guerra se reparten el poder de un país destruido. "En Túnez, tras un intento de democratización, el presidente se otorga los poderes de un sultán", añade el investigador. En el Sáhara, la guerra volvió el año pasado entre saharauis y marroquíes. Todas las cámaras enfocan a Oriente Medio, no perdamos de vista lo que ocurre en el Magreb.
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